Cristián Labbé Galilea
En general los augures de la cosa pública coinciden en que el “clima” está cambiando y que nada muy bueno se ve en el horizonte político. Cada uno en sus respectivas áreas hacen pronósticos que, por más optimista que uno sea (como es el caso de esta pluma), no dejan de preocupar. La economía muestra una caída en el crecimiento; lo social parece no responder a las expectativas y lo político, ni qué decir, todos están peleados con todos.
Lo anterior no sería tan inquietante si no se sumara a ello la estrepitosa caída que han sufrido las instituciones más importantes de nuestro ordenamiento republicano.
En estos días se han sumado nuevos escándalos en: la iglesia, las fuerzas armadas y el mundo político. El Poder Judicial, del cual -“por el interno”, como se dice ahora- se ventilaban muchas acusaciones, terminó cayendo, y todo indica que el caso de la Corte de Apelaciones de Rancagua es sólo la punta de un iceberg que amenaza con hundir varios otros “Titanic”.
Y “como éramos pocos… parió mi abuela”.
En la zona sur, particularmente en Concepción, en un confuso incidente con el personal de guardia de un regimiento militar, desconocidos se roban a las cuatro de la mañana armamento de guerra de grueso calibre. ¿Droga, terrorismo, infiltración en el Ejercito? Lo que sea, pero el hecho es muy grave y, si eso no inquieta, quiere decir -como decía mi abuela- que por las venas del país corre “sangre de horchata”.
Por más que se le baje el perfil y que desaparezca de los medios de comunicación, es torpe e imprudente no relacionar este tipo de “operaciones” (estén o no vinculadas a la droga) con el conflicto y la violencia en la Araucanía.
Mas grave aún si esto ocurre mientras el ciudadano común y corriente, distraído por la contingencia, los matinales y la farándula, ha perdido totalmente su capacidad de asombro… tal cual le pasó a la rana que terminó guisada, mientras era hervida a fuego lento.
Se ha preguntado mi inquieto contertulio: ¿Qué está pasando realmente en la Araucanía?... ¿Es la lucha del pasado con el presente?… ¿Es la reivindicación de los pueblos originarios?... ¿Es la reyerta de los mapuches contra los chilenos?... ¿Es la pendencia de una minoría violentista y politizada contra el orden y el estado de derecho?
La respuesta es una sola: es “el fuego de la insurrección” que da tiraje a la violencia y al terrorismo; es la ausencia de las instituciones fundamentales de “una república en forma” (como decía Portales).
Por último, no debiéramos perdernos ni un minuto en nuestro análisis: españoles, mestizos, criollos, colonos, araucanos, aimaras, quechuas, rapanuis; somos todos una sola nación…la chilena. En consecuencia: ¡No podemos permitir que la intolerancia de una minoría divida lo que la historia y el tiempo han unido! ¡Debemos cuidar nuestras instituciones! Única forma de evitar que “la abuela nos sorprenda y vuelva a parir”.
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