Por: Enrique Subercaseaux
Director Fundación Voz Nacional


“Moloch era un dios de los fenicios, cartagineses y sirios, considerado como el símbolo del fuego purificador.

Como demonio, Moloch es considerado como uno de los principales demonios de Satán

Como demonio se decide que Moloch es una entidad que encontraba placer en provocar el llanto de las madres a las que robaba sus hijos”.


En este año de turbulencias provocadas por el narco-terrorismo desatado en Chile, hemos visto de todo.

Y el “demonio” en su más amplia acepción no esta lejos de la trama. Esto y el fuego purificados, porque todo lo incendian, y derivan de ello un placer que aplaca sus carencias y sus deseos más oscuros y recónditos.

Todas las sociedades tienen sus mitologías propias. Estas, al final, son un constructo colectivo de los temores e ignorancias de la sociedad.  El volumen, opus magistral, de Elías Canetti, “Masa y Poder”, hace un relato muy completo y exhaustivo de como se construyen, interpretan y manejan los temores, miedos y anhelos dentro de una sociedad.  Concluye el libro, de manera enigmática, con el ascenso del nazismo, que también tuvo uno, o varios ritos iniciáticos del fuego purificador.

El 18. Octubre, ahora recién, vimos a un grupo de diablos, con disfraces muy rojos, bailando en la Plaza Baquedano.  Bien es cierto que la venta de tequila y otros licores, mas la infaltable droga, a precios de “happy hour” sirven para soltar hasta las inhibiciones más tensas.

Los estimulantes sirvieron y dieron rienda suelta a la orgia de fuego, que fue satisfecha, pero solo parcialmente, esperando próximamente retomar su cometido destructivo.

La violencia es la partera de la historia, y el parto del “chile nuevo” vendrá acompañado de incontables dolores y vicisitudes.  Y de confirmarse en las urnas el “apruebo”, el producto de aquel ejercicio no será ni por asomo edificante y magno, por mucho que venza en las urnas, y participe activamente, la hija del presidente Piñera. (así se lee en la prensa).

Si Chile Vamos ha sido incapaz de defender a Chile en este año de sobresaltos extremos los derechos humanos de la ciudadanía (y no el de los violentistas) mal podrá defender las posturas del recto derecho y de la sensatez ecuménica en las sesiones (que prometen mucho) de la “asamblea”.

Si ganase el rechazo, venciendo todos los obstáculos impuestos por un Servel sobre exigido en trabas y nuevas trabas que ha inventado, con la complacencia del gobierno(así con minúsculas porque hay mas enanos dando vueltas que en circo pobre) y la activa  creatividad del Ministerio de Salud (que convenientemente no ha reparado en el número de elecciones que se han pospuesto por el tema de la pandemia en los últimos meses alrededor del mundo), se debe entender que habrá que defender el rechazo con dientes, uñas y puños. No solo de que este sea respetado, sino que la pelota del gol no se la robe algún otro de la “casta política”.

Es la clase política, en esto somos categóricos, la que ha llevado a Chile a la situación actual. Los únicos que parecen tranquilos son ellos, pues la población en general esta muy nerviosa, con un año de violencia y presiones incesantes.

Contrasta, y debo hacer mención a este detalle, al torpe documento que circulo el Canciller Allamand a las Embajadas en el exterior, pintando una visión fantasiosa de la realidad de la revuelta popular en Chile, que todos los analistas serios coinciden en nombrar como un “golpe blando”.  Porque es claro que estamos bajo un régimen de parlamentarismo de-facto.  Y vaya parlamento que tenemos.

Así las cosas, la constitución será reformulada o rehecha. Quizás lleven a las sesiones a los vendedores de estimulantes en la Plaza Baquedano: así la creatividad será aun mayor, porque (nunca mejor dicho) en este caso la realidad supera a la fantasía.

El problema de Chile es que la Mentira esta triunfando sobre la verdad. Y debemos dar vuelta esta ecuación. La mentira no conduce a ningún sitio que nos interese ir: véanse Venezuela, Cuba o Nicaragua. (a propósito. porque Chile aún mantiene embajadas allí? Países declaradamente enemigos de Chile).

Y de la mentira pasamos al satanismo: la exegesis de la mentira. Una mentira alocada (porque la cordura no podría tolerarla, y la lógica menos).

En aras de la sagrada mentira se debe deconstruir todo. Pasamos a abolir los esquemas. Lo binario (si/no, hombre/mujer etc.).  Destruir la familia. Robarles los hijos a los padres. Tergiversar la justicia. Robarle la legitimidad al poder del voto en democracia.

Como salir de esto:   debe brillar nuevamente la verdad y el sentido común. Debe volverse a jugar la partida en el tablero de la realidad y no en aquel tablero artificial inventado por los políticos. Debemos ajustar nuestro discurso y desechar lo políticamente correcto, que ya muchos países se han dado cuenta de la estafa y la regresión que este significa.

En fin, debemos renovar nuestra clase política, nuestros periodistas y nuestros lideres de opinión, entre otros.

Es decir, darle una oportunidad a todos los que han sido postergados o vapuleados por un sistema  que favorece la lealtad con el sistema y la habilidad de la mala retorica en desmedro del verdadero merito y las verdaderas capacidades.

El mundo avanza gracias a los capaces y al apego irrestricto a la verdad: hablamos mucho de ciencia hoy, y como decía el gran filosofo George Steiner, la ventaja de las ciencias es que son objetivas y obedecen a formulas concretas. EL humanismo, en cambio, ha estado sujeto demasiado tiempo ya a lo relativo, a la mentira y a la mediocridad burocratizada (para muestra, cualquier organismo internacional, ejemplo de hoy la Organización Mundial de la Salud que no puede haberlo hecho peor en la presente crisis pandémica).

Y, fundamentalmente, no podemos perder nuestra espiritualidad y nuestras creencias.  Ellas son la equidistancia con nuestra libertad, y ambas conforman nuestra alma.

Queman las iglesias para convertir en cenizas nuestra espiritualidad. No lo conseguirán, mientras conservemos la memoria, que nos permite distinguir y discernir y mientras entendamos bien nuestra libertad.  Ambas vienen dadas por un ser superior. O, si se prefiere, por un ordenamiento superior. Eso nos mantiene en equilibrio: que no hay nada peor que creerse un dios.

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