Por Enrique Subercaseaux.
Director Fundación Voz Nacional


“Nada teme el hombre mas que ser tocado por lo desconocido”.
Elías Canetti.

“Mi familiaridad con el poder es triple: lo he observado, lo he ejercido, lo he sufrido”.
Elías Canetti.


Nos parece vivir tiempos difíciles. Quizás los peores desde que se tiene memoria.

Pero no.

Son tiempos que han sido inducidos en nuestra mente. Tiempos de temor y desesperanza. Tiempos atizados por la propaganda unilateral y por un sentido distorsionado del lenguaje y las ideas.

Puede ser que la “clase política” agotó su fuente de inspiración y ahora recurre a tretas, divisiones, censuras y oprobio público.

Todo esto no es privativo de Chile. Es un fenómeno global donde las distintas sociedades han sabido defenderse, mejor o peor, de este asalto de mesianismo intelectual, que, al final del día se reducirá a humo y relámpagos.

Me recuerda la escena de la tormenta del Rey Lear de William Shakespeare, quizás la primera escena expresionista escrita en la literatura universal.  Escribió esta obra teatral en 1606, antecediendo la teoría del psicoanálisis de Sigmund Freud, (de mas o menos 1910), lo que demuestra que todo existe bajo el sol, y que solo espera ser sistematizado y etiquetado por alguien en algún momento.

El Rey Lear en esta escena comprende la vida, y su situación, traspasando el umbral de la locura, bajo la vasta cúpula de la naturaleza que brama y ruge.

Al final, la locura no es tal, y fuerzas mayores siempre se encargan de encuadrar el ego desmesurado del hombre.

Hoy, el hombre contemporáneo esta bombardeado por la mentira, la que es fácilmente comprobable si se tiene la voluntad de hacerlo. El fraude en los EE.UU. se concluye con un simple análisis matemático y estadístico.

La mentira tiene como propósito confundir, engañar y dividir. Ella forma parte de la avalancha de estímulos informativos que tiene la sociedad contemporánea.

Estos estímulos informativos, que llevan al hombre a confundir la realidad real con la realidad virtual, forman parte de una narrativa que está estrictamente controlada por una “elite global”, que es etérea y esta envuelta en privilegios y riquezas.

Su poder emana, creen ellos, de la legitimidad del dinero, y no de obtener el respaldo del pueblo en los procesos democráticos. Forzar y no persuadir.

Su narrativa, no nos engañemos, no es propia, sino proviene de un ejercito cada vez mas numeroso, de excavadores de la “virtualidad”, que preparan documentos, libretos, minutas, videos y demás vehículos para transportar el mensaje deseado.

Se trata, en síntesis, de manipular a través del subconsciente. Una vez que se van derribando las certidumbres del ser humano, este queda preso del “neo-lenguaje”, que ha sido cuidadosamente creado para que refleje no realidades sino un libreto preestablecido de dominación y esclavitud.

La política global ha sido incapaz de resolver una serie de problemas acuciantes: prevenir guerras, ayudar a los países en problemas, prevenir hambrunas, prevenir la mala gobernanza. Antes que mirarse al espejo vergonzante de la incapacidad, le dan vuelta para que la sociedad se mire ante un espejo virtual, donde se anula la justicia, la familia, el dialogo y la democracia (imperfecta y todo) tal como la conocíamos ante hoy.

Transitamos, a la fuerza, a una gobernanza global, donde se supone que las culturas y la individualidad nacional serán redundantes.  Cabe entonces la pregunta: ¿porque necesitamos seguir eligiendo una clase política que repetirá un libreto importado de los centros de poder globales?

Al final, es solo un juego, virtual esta vez, del poder por el poder. Distorsionando el lenguaje, y destruyendo los pilares de cualquier sociedad, se siembra la discordia y la división. De esta manera se domina sin mayor esfuerzo. Se domina a través de la mentira y el miedo.

Volvamos nuestra mirada al arte: “El séptimo Sello”, película de Bergman, esencial para entender el mundo de hoy:

“Si todo es imperfecto en este mundo imperfecto el amor es lo más perfecto de todo precisamente por su perfecta imperfección”.

“Quiero confesarme y no sé qué decir. Mi corazón está vacío. El vacío es como un espejo puesto delante de mi rostro. Me veo a mí mismo, y al contemplarlo siento un profundo desprecio de mi ser. Por mi indiferencia hacia los hombres y las cosas me he alejado de la sociedad en que viví. Ahora habito un mundo de fantasmas, prisionero de fantasías sin sueños”.

Estas son dos citas de personajes de la película.

La acción transcurre en una isla, asolada por la peste. Los habitantes de ella son un ramillete de personajes disimiles.  Al final del film, se salvan aquellos que conservan su inocencia y el amor por algo grande, superior a ellos.  Reconocen un Ser Supremo que esta mas allá del vasto arco del cielo que da sombra a la “pesada condición humana”.

Pareciera que la batalla esta perdida. Que los otros, los traficantes de la mentira y el poder con minúscula, están mejor organizados, y que nos llevan años de ventaja.

Pero no.

La batalla se juega dentro de nosotros mismos. Se juega reconociendo la verdad sobre la mentira.  Valorando nuestra libertad por sobre la esclavitud. Atendiendo la razón del amor imperfecto y muy humano, que nos atenaza en la duda.

Volvamos nuestra vista a quienes han mostrado un liderazgo diáfano.  Transparente. Capaz de congelar nuestras dudas y encender la pasión de nuestra sed de justicia.

Cada uno tiene su rol, puesto que la partida se juega desde el ser intimo a su conexión con quienes tienen una comunión de sentimientos e intereses. La unión hace la fuerza. No estamos solos. Nos acompañan millones de almas acongojadas.

 Las batallas se nos presentan en la vida.  Para darlas.  Y para ganarlas.

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