Por Enrique Subercaseaux
Director Fundación Voz Nacional


Este año el mundo occidental rompe las fronteras de la transgresión.

La humanidad esta presa de sus mentes. El miedo, la incertidumbre y el vacío espiritual les amenazan.

La clase política en muchos países ha sido cómplice de esta situación. Exagerándola, profundizándola y tomando caminos que no han sido más que meras hipótesis de trabajo.

La clase política ha dejado de lado sus creencias espirituales y se ha autoconvencido (no hay experiencias empíricas que la avalen), que ella es más que el ordenamiento divino que rige a todas las cosas creadas.

La lógica científica (¿de cual ciencia?) nos rige, estimulada ella por la descreencia de la avaricia, las ansias de poder y la búsqueda de una supremacía de laboratorio.

Se ha hostigado a los creyentes, se ha perseguido a la religión. Todo en aras de una deconstrucción social que supone pondrá todo en orden.  La duda, ¡tremenda!, subsiste: como un sistema que se desarma, por el hombre, volverá a su punto de equilibrio por la acción o inacción de un liderazgo humano mimetizado entre las tinieblas.

El equilibrio y el orden, en contraste con el caos y la oscuridad, se ha conseguido a través de los largos años en la carretera de la historia, por un ordenamiento superior a las cosas y obras que son del ámbito humano.

Pongamos el ejemplo de la música. Uno entre tantos.

Nietzsche decía en sus escritos del “insondable misterio de la melodía”. Una colección de notas que se disponen en forma perfecta para crear las melodías más sublimes. Mozart poseía el secreto de su producción. Considerando que en la sucesión del proceso creativo cada nota que se añade tiene múltiples posibilidades de posición, el proceso completo requiere, por fuerza de la lógica, y de las matemáticas, el soplo divino de la inspiración.  Ejemplos de entre la producción Mozartiana son muchos, pero singularizo su Concierto para Clarinete (k622) y su quinteto para clarinete (k581).  La melodía de la madera solista reverbera en nuestra memoria y emociona nuestro sentir. Hay algo superior que opera en la atmósfera cuando esta vibra con esta música de las esferas.

La música conjuga, como poco en el quehacer humano, la razón y la emoción. Y, al recrearse la composición clásica, esta actúa dentro de cada uno de los oyentes, sintetizando una experiencia transformadora.  Evidentemente todo este proceso presupone un “ente superior” que regula las posibilidades entre lo humano y lo sublime.

Un ejemplo adicional es un fragmento de la Pasión de San Mateo, de J.S.Bach, el aria para contralto “Erbarme Dich” (Ten piedad de mi) que, en unos breves minutos, y con la plena sinuosidad barroca, esta aria consigue hacernos sentir la fuerza del lamento, la ansiedad de la súplica, la desesperación y el ruego del ser humano del deseo de la obtención del perdón divino.

Ante estas creaciones del genio universal, cabe preguntarse como calza el ninguneo a la espiritualidad, el irrespeto por la verdad y la persecución de nuestras libertades, que vivimos hoy en día de manera intensa.

La huella de los grandes genios nos indica y nos ilumina un patrón común de las grandes creaciones: hay detrás de ellas un soplo divino, una intervención superior que lleva a los creadores a cristalizar su obra.  Una elocuencia magnifica, como estos tres ejemplos que doy, no se pueden producir en el vacío de la descreencia.

Es más, tanto la vida misma, como la libertad y la verdad, son regalos de la Creación. No ha habido humano que nos la regale o nos la conceda. Por lo tanto, y por mera humildad lógica, no debería existir humano que nos la restrinja o nos la robe.

Vanos deseos, pues estamos en una época donde la soberbia recorre la pradera otoñal, yerma de espiritualidad, pues a esta la han castigado. El paisaje parece desolador. Aun así, me parece prudente señalar que equivocamos la dirección de nuestra mirada. No es hacia el exterior donde debemos dirigir nuestros ojos hambrientos de consuelo y razonamiento.

Debemos escrutar nuestro propio ser. Cuna de la llama divina de la creación. Crisol de la inspiración fecunda que ha regado la humanidad con obras de genio. No solo piezas musicales y la gran arquitectura, sino la creación colectiva de epopeyas y mitos.

Es la hora de volver nuestras miradas al interior de nuestras almas. No solo nos sorprenderemos agradablemente, sino que también construiremos desde ese punto las fuerzas para combatir la adversidad, defender la verdad y obtener que nuestra libertad prevalezca.

Desde nuestro interior se alzará una nueva voz, desconocida para nosotros, que producirá profundos y permanentes ecos en todos quienes nos rodean y que están en sintonía con la arquitectura grandiosa y el ordenamiento que nos viene dado por un Ser Supremo.

Es la hora de lanzar las campanas al vuelo. Es la hora de anunciar la resurrección de nuestras voluntades. De nuestra libertad y de la verdad sin dobleces y traiciones.

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