Por Enrique Subercaseaux


“La verdad le golpea en la cabeza. Cae; cae desde lo mas alto”.
 Edipo Rey. Cocteau/Stravinsky.


Transitamos hacia una sociedad de marionetas.

La verdad, elemento esencial de la libertad, es cada vez mas escasa. Tiene cada vez mas miedo, pues es atacada por la mentira, por la ignorancia, por el conformismo y por la mediocridad.

Antes, la persona sabía que, estudiando, leyendo, adquiere conocimientos.  Y sabe aplicarlos. Hoy, los conocimientos están devaluados. La razón y la lógica están devaluadas.  Hay una tendencia que nos arrastra hacia la superstición. A buscar instancias que creemos superiores y, por lo tanto, mas dignas de crédito. Hemos perdido la brújula y nos encontramos indefensos.

Una crisis en toda regla, qué duda cabe. Una crisis que ha atrapado a la persona en sus redes. Puesto que quienes pretenden controlar lo que buscan es anular a esta persona. Convertirlo en marioneta para así poder moldearlo y hacer con el lo que sea necesario para convertirlo en esclavo.

Una sociedad en que los que reinan no dan la cara. Ni tampoco se eligen en votación popular. Una sociedad en la cual la clase política, es, a su vez controlada por los poderes que están detrás del trono. Envueltos en tinieblas, protegidos por medias verdades y por una tela de araña de mentiras.

Esto viene desde siempre. Los oráculos se remontan a la Grecia antigua: envueltos en superstición y misterio. Siempre con profecías autocumplidas. Hoy, los oráculos, pues son mas de uno, habitan en rascacielos, o en el medio de apacibles campiñas o heladas montañas. Protegidos por una suerte de anonimato, inaccesibilidad o barreras tecnológicas.  Dictan, mas no toleran la duda o el escrutinio público.

La persona es la víctima. A lo largo de años, en un curso de acción muy bien urdido, de muchos eslabones, se ha buscado eliminar las certezas de la persona: familia, creencias, enseñanza. Todo esta en entredicho. Se ha desarrollado la teoría para deconstruirlo todo. Y se ha llevado a la práctica. Para desmontar una a una las piezas que daban forma, volumen y razón a cada uno de los conceptos que conforman el plano de nuestras vidas. Todo se ha puesto patas arriba. La cabeza yace a la altura de los pies. Y así.

En consecuencia, se ha llegado a un punto de crisis. Es el momento en que el camino hacia atrás se vuelve intransitable. El presente es solo una isla pequeña que nos proporciona una cierta estabilidad. Y el futuro se ve borroso y sin forma aún.

Difícilmente tomará una forma concreta, ya que es un constructo que está en evolución permanente, según avance la revolución.

Sin embargo, los obstáculos se han ido alzando paulatinamente en este transcurrir. La memoria, por una parte. La lógica, por otro. Y el instinto de supervivencia, por ultimo.

La hoja de ruta, así las cosas, no es inevitable. Pero si requiere una voluntad para oponerse. Una voluntad para rebobinar la película. Y una certidumbre para ir iluminando las contradicciones que saltan a la vista. En síntesis, desmontar la mentira y volver a sacarle lustre a la verdad.

Al final, una operación casi matemática. Ya que la verdad se prueba por si sola, si esta articulada de una manera clara. La mentira cae porque lleva la semilla de la contradicción en su núcleo mismo. No puede sostenerse por mucho tiempo.

Ejemplos hay muchos. Los regímenes políticos que han utilizado la violencia para llegar al poder. Y la violencia que lleva implícita la mentira como núcleo fundamental.

Una vez alcanzado el objetivo, la violencia vuelve a florecer, por cualquier motivo.  En especial, cuando van apareciendo los problemas a los que debe enfrentarse la hoja de ruta preestablecida.

Los problemas son inevitables en una sociedad donde se ha buscado, y conseguido (aunque parcialmente) diezmar las certidumbres del individuo. Se comienza a sentir inseguridad y miedo. Las relaciones interpersonales se resquebrajan porque la confianza se ve violentada.  La ignorancia se abre paso ente las ruinas de la sabiduría, que ha sufrido incontables embates que han logrado su quebranto.

No se puede construir, sobre la ignorancia y la mentira, edificio alguno. No hay profundidad suficiente para cimientos duraderos.

Se construye una sociedad entre ruinas. Lo que tantas veces nos ha mostrado la literatura universal y el cine. Como que estas dos ramas del saber hubiesen podido cristalizar una profecía autocumplida.

Se prefiere crear en base al conflicto. De esta forma, quienes controlan el relato, controlan el poder. Pero el detalle estriba en que es un relato artificioso. Mañoso. Al cual, aun es tiempo, se pueden anteponer la verdad y la lógica. También, el individuo puede anteponer su libertad y una existencia con un sentido claro y desinteresado.

Es esa la bisagra fundamental: la libertad es tanto un bien personal como un bien colectivo. Nada sacamos con ser libres como personas dentro de una sociedad de esclavos. Aun así, esta el derecho a la verdad y al poder rebelarnos y luchar para defendernos y sobrevivir.

Basta ver a lo que nos enfrentamos: ignorancia, mentira, tergiversación de las relaciones y del yo íntimo. No solo buscan destruirnos sino borrar la posibilidad de contar con una voluntad libre. La propaganda, las drogas y el descreimiento cumplen, cada una su función corrosiva.

Todo metal cubierto por la herrumbre puede ser rescatado. Puede ser un proceso largo y tedioso. Pero es asumible. Solo requiere la decisión de acometerlo. Por el bien propio y por la sobrevivencia del colectivo.

¿Podemos, como individuos o como sociedad contemporizar con la mentira y con el engaño?  Difícilmente. La mentira necesita de una estrategia para sobrevivir; para evitar que se desmonte con celeridad. A la mentira y el engaño solo se le combate con la verdad y la decisión. Desmontar la mentira y defender con fuerza la libertad.  Dos posibilidades que una marioneta difícilmente puede asumir.

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