Por Enrique Subercaseaux


Un juez de Nueva York, financiado por G. Soros, y eslabón del complicado engranaje judicial de los Estados Unidos ha decidido procesar a Donald Trump.   No debiese llevar a sorpresa, puesto que esta acción ya la había anunciado el juez como parte central de su plataforma electoral para ser electo.

Independiente del resultado del juicio, el daño ya está hecho. Sumará incertidumbre en la aplicación de la justicia en ese país. Abrirá la puerta para acciones gubernamentales de censura, persecución a los opositores y otras acciones que, si bien tiene freno en la constitución de ese país, la legalidad del día a día también pesa.

Más allá de las simpatías personales que se tengan sobre el ex presidente Trump, es innegable que su periodo electoral fue mucho más fructífero que el actual, que ha traído aparejado una cantidad enorme de problemas.

El detalle es que la administración Biden es el líder global de la aplicación de la agenda progresista, que nos ha traído, a parte del global, conceptos de dudosa calidad científica como la agenda de género y el cambio climático.

Es el triunfo de la ideología extrema sobre el pragmatismo.  Y así está el mundo.

El Narco-Terrorismo se ha ido adueñando sin virtual contrapeso de la mayor parte de Latinoamérica. Con las consecuencias previsibles.  Europa sufre los rigores de una guerra que está obligada a financiar. Y emergen nuevos actores globales que conforman un nuevo eje de poder.

Hay líneas que interconectan todo lo anterior con consecuencias que, paulatinamente, develan un plan de acción previamente concebido pero que, a la luz de los problemas que va encontrando en el transcurso de su ejecución, respondió más a un voluntarismo ideológico y totalitario que a una planificación serena y pausada.

Por mucho que estemos en el siglo XXI, aún es necesario tomar un tiempo para reflexión antes de arremeter como un toro encolerizado ante un trapo rojo.

Las élites globales, de las que se habla mucho, y se fabula aún más, tiene contornos borrosos. Nadie sabe exactamente donde empiezan y donde terminan, ni quiénes son los participantes principales. Lo que les acarrea una ventaja estratégica: es difícil singularizarlas y defenderse de ellas.  Se defienden detrás de un anonimato.

Así las cosas, se va conformando hoy una dictadura de facto, donde es difícil oponerse a los dictados de los “patrones globales”. Recae el peso en la ciudadanía, que no siempre es fácil que se organice, para hacer frente a los abusos que son cada vez más patentes.

Se está en plena destrucción de la cultura, de la familia, de la persona y de la economía.

Es incierto saber cuánto más durara el proceso, y en qué tipo de estado desembocara.  Por mucho que volvamos a releer las obras de Orwell o Huxley, ellas plantearon solo un estado de cosas, y unas interrogantes implícitas. No ofrecieron soluciones.

Es la lucha de la verdad y la mentira. La propaganda y la reflexión serena.

Volvamos al caso de Trump. Un político anti-establishment que supo poner orden en la economía y manejar la política exterior de una manera sensata. Con sonados triunfos en este ámbito, como el dialogo con Corea del Norte (cuando antes no había nada) el plan de paz del medio oriente (que está siendo desmantelado por la administración Biden) y mantener a China y Rusia separados.

Esto último es la clave del escenario futuro: de un mundo unipolar pasamos a un mundo multipolar, donde los rivales se agrupan en un nuevo referente geopolítico que será difícil contrarrestar: Rusia, China, India y otros que se van sumando.  Todo esto por la torpeza de Washington.

Es conveniente ir adaptándose a las nuevas formulaciones geopolíticas que serán inéditas y no del gusto de todos.

Al mismo tiempo, el proceso Trump, que acaparará titulares y atención de la opinión pública, pondrá en segundo plano los problemas urgentes de Estados Unidos.  El “techo de la deuda” cuya fecha límite es en Julio próximo, la crisis financiera, muy mal manejada por el FED y un largo etcétera.

Estas situaciones, si  desatendidas, se agravarán aún más. Y los problemas de Estados Unidos, bien lo sabemos, se transforman en problemas globales.

En síntesis: las libertades se recortan y avanzamos a dos polos de poder que son de corte totalitario. Se buscará imponer una verdad única. A cuál más absurda que la anterior.  Se continuará despilfarrando dinero, que al final lo financian los contribuyentes. Y, hacia el fin del camino, las sociedades buscarán (ante la creciente falta de liderazgo global) elegir entre “los hunos y los hotros” al decir de Don Miguel de Unamuno.

No es tarea fácil. Aun así, hay que seguir insistiendo en la verdad y las contradicciones de la mentira. Y seguir luchando por la libertad.  Nos espera un reality show intenso en el cual, al final del mismo, siempre salen victoriosos algunos personajes.