Por Enrique Subercaseaux


La verdad le golpea ahora
la cabeza. Cae, cae desde lo más alto. 
Edipo Rey, Stravinsky/Cocteau.

Desgraciado fue mi nacimiento.
Desgraciado fue mi matrimonio.
Desgraciado fue el asesinato.
¡Se ha hecho la luz! 
Edipo Rey, Stravinsky/Cocteau.


Los hijos del resentimiento abundan. Circulan por el ancho mundo culpando a otros de sus supuestas desgracias. De sus muchas insuficiencias.

Son hijos de los oráculos. No los oráculos tipificados en la época de la antigüedad griega, sino los oráculos de la época moderna y actual. Quizás el filósofo de moda, quizás el panfleto de nuevo cuño. O quizás del abrevadero de ideologías y practicas pretéritas y fracasadas.

En todo caso, de lecturas mal aprovechadas y mal asimiladas.

No es cosa de leer sin disciplina y a tontas y a locas. Hay que ir cultivando una base solida donde colocar los nuevos conocimientos, adaptarlos y asimilarlos a lo existente y extraer conclusiones.

Eso, en el proceso normal de intelección lucida. Pero la propaganda y la formación ideológica tiene como practica saltarse etapas.  Muy materialisticamente piensan que el tiempo es oro.   Y así van creando seres que, mas que agresivos, son indefensos a la aplicación de la lógica más elemental.

De tal estado mental florecen las mas bajas pasiones: envidia, violencia, incapacidad de entender y razonar y abrazar en forma oportunista cualquier nueva teoría que aflore y sea útil para los fines que se persiguen.

Estos fines son de índole particular, que se van socializando a través de la construcción de nuevas categorías sociales, donde se van coleccionando gentes con una mentalidad afín.

Se concentran en la lucha dialéctica, en la creación de conflictos artificiales.

Se llega a una descreencia de un ordenamiento superior. Afloran los sentimientos antirreligiosos y se va cavando un propio, y colectivo, gran vacío interior y exterior.  Mas de uno sucumbe al caer en la zanja de su propia hechura.

La promoción de estas ideologías totalitarias, que se han puesto en práctica una y otra vez, llevan consigo el germen de la autodestrucción. Puesto en palabras simples, es la lucha de la verdad contra la mentira.  Es fácil construir sobre la verdad (o la certidumbre). Esta brilla por si sola, y es comprendida de manera homogénea por los hombres de bien.  La mentira, en cambio, esta abierta a debate y los matices imposibilitan una comprensión homogénea por parte de la sociedad. Es decir, es instrumental para la consecución de algún fin especifico, pero su vida útil se extingue allí.   Afloran las contradicciones: las mismas que hay que indagar y horadar para hacer saltar las falsas ideologías. Las que llevan a sociedades enteras a la pobreza y la destrucción.

Lo vemos día a día en los países amenazados por el castro-chavismo, en las Américas y en Europa.  así, los procesos políticos normales han comenzado a redirigir el pensamiento común a posiciones mas nacionalistas, o patriotas, donde el contra discurso hace frente al muro de las mentiras.  Es fácil detectar contradicciones, aunque se requiere disciplina para irlas erradicando una a una.

El resentimiento ahonda la incomunicación y la imposibilidad de cooperar dentro de un colectivo.  Cada persona es un mundo, y esta funda su motor de vida en culpar a hechos que están fuera de su control.  Sin embargo, ante la ausencia de una vara común para medir estos hechos o situaciones de manera objetiva (al estar fuera de la esfera del individuo), es muy difícil avanzar de forma conjunta.

De allí las recriminaciones  y divisiones ideológicas que son tan comunes y se pueden observar fácilmente.

El oráculo griego presentaba una situación, y el desarrollo de la misma. Abundan los ejemplos, como el caso de Edipo. El hombre se ve atrapado por una ausencia de lógica y de pensamiento linear.  Y su existencia se viene abajo cuando se confronta esta realidad artificial con la realidad de la verdad y los hechos.

El tiempo no hace cambiar las cosas y los procesos mentales en lo sustancial. Y hoy ocurre lo mismo.

Y en nuestro futuro distopico, con inteligencia artificial aplicada y partes humanas hechas a medida (que no es mas que un nuevo negocio para unos pocos) se ahondara la disyuntiva humana entre la verdad y la mentira.

¿Podemos vivir inmersos en una mentira permanente? Difícilmente. La razón cede en algún punto.

Y las nuevas jerarquías sociales se mirarán ante el espejo de la contradicción.

El resentimiento es un cáncer que difícilmente tiene cura. A lo que mas puede aspirar una sociedad es ha formar personas que están lo suficientemente instruidas para distinguir entre la verdad y la ficción. Aunque estos sean pocos, ellos constituirán una vanguardia que contribuirá en revelar la verdad, y vencer la mentira dentro de un grupo humano.

Volver a creer en liderazgos es un primer paso. Confiar en la fuerza de la razón es otro paso importante. Y volver a nuestras raíces espirituales es una esencial.

Basta observar el cielo estrellado y darnos cuenta lo pequeños que somos ante la inmensidad del universo que nos rodea. Simultáneamente, concluir que la fuerza de la mente, en especial si esta bien dirigida, tiene la capacidad de cambiar cosas.  En el pasado han existido grandes pensadores que han podido imprimir su liderazgo.  Y es posible que en el presente aun existan. Es solo cosa de abrir nuestros sentidos y nuestras capacidades para sintonizar con el mensaje correcto.

Todo es posible, basta querer asumir el esfuerzo y una sed, o sentido dramático, de la vida y de la verdad. No hay que insistir en la cuadratura del circulo cuando sabemos que este es redondo.

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