Gonzalo Ibáñez Santamaría


En definitiva, Piñera salvó el escollo de la acusación constitucional entablada en su contra. No hubo en el Senado los votos suficientes para aprobarla, pero eso no significa que no existieran méritos para haber procedido a su destitución. Tal vez no exactamente los que señalaba la acusación, pero hay muchos otros dónde elegir y, sin duda, más graves.

En definitiva, si algún calificativo merece la gestión de Piñera es el de fracaso, rotundo fracaso. Fue elegido hace cuatro años por una cómoda mayoría que indicaba claramente la voluntad del país de no incurrir en cambios azarosos, comandados más bien por ideologías que por requerimientos propios de nuestra realidad. Pero Piñera había incurrido desde mucho antes en una renuncia y en una falsificación de nuestra historia que iban a traer amargas consecuencias. Su negativa a reconocer la legitimidad del pronunciamiento militar de 1973 y su decisión de negar cualquiera cosa buena que hubiera sucedido durante el régimen que lo siguió hasta 1990, fue muy favorable a la estrategia de retorno al régimen marxista de Salvador Allende. Si el gobierno militar fue lo que enseñaba Piñera, el único camino válido era el de volver al de Allende. Fue la idea que se abrió paso durante los dos primeros años de su período hasta provocar el estallido de violencia en octubre de 2019. Fue entonces que Piñera, viendo amenazada la continuidad en su cargo, tomó la decisión de entregar la paz y el orden público, maniatando a las fuerzas de carabineros. Vino entonces la ola de violencia y barbarie que azotó a todo el país. Junto con eso, entregó la constitución política, con lo cual abrió el futuro de Chile a lo que pueda disponer una convención carente de toda capacidad para generar un texto de reemplazo acorde con la realidad y con las necesidades del país. La consecuencia: el país marcha ahora definitivamente sin rumbo.

Entregó, en fin, la familia al hacer suya la iniciativa que intenta crear, al lado del matrimonio tradicional entre un varón y una mujer, un “matrimonio” denominado igualitario, posible entre dos varones o dos mujeres. Para estos, se abre la puerta a sistemas de procreación en definitiva muy inhumanos y asimismo, el camino de la adopción en igualdad de condiciones al matrimonio tradicional. Es la forma, por lo demás, de decirle a la juventud de que da la mismo acostarse con un hombre que con una mujer: camino de corrupción y depravación.

El resultado es que el país que en cuatro meses más va a entregar Piñera es una ruina al lado del que recibió. Y las fuerzas políticas que lo han acompañado en esta aventura, RN y UDI, terminan el período asimismo en un estado de completa descomposición. Los chilenos hemos de prepararnos ahora para pagar la cuenta que se nos viene encima. Especialmente, serán los sectores más modestos los que más sufran por esta seguidilla de desatinos en los cuales quedará imborrable el nombre de Sebastián Piñera.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/

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