Gonzalo Rojas


La izquierda ha logrado salir a la calle y ha conseguido que parte de la derecha tiemble.


La pregunta se ha repetido una y otra vez en los últimos diez días: ¿por qué han cambiado tanto Joaquín Lavín y Pablo Longueira?

Se la han formulado desde las izquierdas, molestos por la invasión al Apruebo que intentan comandar los dos próceres, y —más molestos aún— por la intromisión subrepticia del alcalde en la socialdemocracia.

De modo más angustioso —aunque con similares niveles de molestia— la interrogante se ha expandido entre los adherentes de la derecha. No se entiende nada, dicen.

Caben tres posibilidades (es una pena, pero caben).

La primera, que sus respectivas experiencias como servidores públicos les hayan indicado a Lavín y a Longueira que estaban equivocados. El alcalde quizás ha considerado que la sociedad libre y responsable que tanto promovió —sí, esa revolución silenciosa— nunca llegó a realizarse o que se concretó de modo deficiente, que el marco de la subsidiariedad y la fuerza de la libertad devinieron fundamentalmente en perversos abusos. Y el exsenador y exministro, quizás hoy piensa que las instituciones reguladas por esa Constitución que tanto defendió ya no sirven, que ni la libertad de enseñanza, ni el derecho de propiedad, ni el recurso de protección, ni los estatutos del Banco Central, del Tribunal Constitucional y de las Fuerzas Armadas están correctamente establecidos.

Puede ser esta la explicación de sus cambios.

Lo curioso es que en vez de preguntarse en qué paso del razonamiento se cometió un error, decidan reprobar el ramo y matricularse en una nueva carrera, colocada en las antípodas. Sería una decisión honrada, pero torpe.

Y como ninguno de los dos es un bobo, hay que considerar una segunda posibilidad.

Efectivamente, sus respectivas evoluciones podrían explicarse también porque se hayan convencido de que la ruta hacia el poder no pasa por las que siguen siendo sus convicciones de toda una vida (y dicen que la política es una cuestión de poder, ¿no?). Eso los llevaría a disfrazarse hoy de progres: “aprobemos y seamos más pobres, pero más felices”.

Si así fuera, si estuvieran primando solo consideraciones tácticas y esos medios les permitieran alcanzar el poder —la Presidencia y el control mayoritario de la eventual Asamblea Constituyente— una vez instalados en esas posiciones, ¿cómo les explicarían a quienes hubiesen engañado electoralmente que en realidad siguen siendo los mismos UDI fundacionales, auténticamente pinochetistas (¡cuántas fotos de ambos hay con ese Presidente!), partidarios de la subsidiariedad y de la Constitución del 80, y que todo había sido “estrategia de campaña”?

Pero como ninguno de los dos es un rufián, hay que explorar una tercera posibilidad.

Quizás sean la inseguridad y el miedo los que expliquen sus extrañas nuevas posturas. La izquierda ha logrado salir a la calle y ha conseguido que parte de la derecha tiemble, y es perfectamente posible que en Lavín y Longueira, aliñados con dosis de un bonachón sentido público, estén haciéndose notar los efectos de la amenaza constante de la violencia que se sufre en Chile desde el 18 de octubre.

Cuando Lavín habla de generar consensos, ¿no está ofreciendo su rendición a unas izquierdas que solo buscan imponer sus condiciones? (ya lo vimos en su apoyo al “consenso” del retiro del 10%). Y cuando Longueira anuncia que si el Apruebo gana con un 80%, al Presidente Piñera lo sacarán esa noche en helicóptero de La Moneda, ¿no está reconociendo de antemano que el diseño de la izquierda no es institucional? (aparte de lo insólito que es, por lo tanto, que haya anunciado que se suma al Apruebo).

Como ninguno de los dos ha sido un cobarde durante su vida, ¿volvemos a considerar la primera alternativa?

Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2020/09/09/81777/Lavin-y-Longueira-que-les-pasa.aspx

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