Gonzalo Rojas S.


La actitud realmente decisiva ha de consistir ahora en la búsqueda y promoción de vocaciones juveniles de servicio público.


¿Qué estarán pensando todos esos jóvenes, hoy veinteañeros, que desde sus primeros años universitarios se han entusiasmado con dedicarse a la vida pública? ¿Estarán superando el enorme impacto en su ánimo que lógicamente produce el escándalo de un país zarandeado por la frivolidad, la corrupción, la violencia y la incoherencia de tantos de sus actores políticos y sociales?

Sí, escándalo, exactamente eso, y en el sentido más propio del término: “gran asombro o indignación que un dicho o un hecho causa en alguien, especialmente por considerarlo contrario a la moral o a las convenciones sociales”. Se podría argumentar que la generación juvenil actual se victimiza por cualquier cosa y que, escandalizarse ante la situación nacional, no sería más que otra demostración de su acentuado infantilismo, de esa deformación de su carácter que los hace sentirse agredidos por todos y por todo.

Seguramente, eso pasa en muchos sub-35, pero así como la reacción consiguiente al escándalo puede consistir en una apatía insuperable que lleve a prolongar aún más la adolescencia —renunciando a todo compromiso—, en otros —también muchos— puede expresarse en una sana rebeldía que los mueva a constituirse en auténtica generación de reemplazo. Me toca trabajar con varios grupos de formación integrados precisamente por jóvenes que, escandalizados ante tanta miseria humana, están moldeando sus caracteres e inteligencias para enfrentar la debacle nacional.

¡Esas muchachas y muchachos existen!

Lo digo con énfasis, porque también hay quienes niegan su existencia. Es que a los mediocres les conviene anular a las nuevas generaciones, para no verse amagados —perpetuando así la situación actual—, de modo de seguir administrando sin contrapeso la degradación del país.

Pero esos jóvenes, efectivamente, existen, son muchos y están muy bienintencionados. Son aquellos que Vaclav Havel describía con palabras que tantas veces hemos comentado con ellos mismos, y que los conmueven: “Si tu corazón está en el lugar apropiado y tienes buen gusto, no solo serás una persona aceptable para la política: tendrás vocación para ella; si eres modesto(a) y no tienes ansias de poder, no solo eres apto(a) para la política, perteneces absolutamente a ese ámbito; el sine qua non de un político no es la capacidad para mentir; solo necesita ser sensible y saber cuándo, qué, a quién y cómo decir lo que tiene para decir; no es verdad que una persona con principios no pertenece a la política; es suficiente que sus principios estén imbuidos de paciencia, deliberación, un sentido de proporción y la comprensión de los demás; no es verdad que solo los escépticos insensibles, los vanidosos, los atrevidos y vulgares puedan tener éxito en la política”.

Pero la posibilidad de que asuman esta sana rebeldía puede frustrarse, eso sí, por la eventualidad de que no encuentren modelos, guías, tutores, formadores...

Por eso, en medio de tanta queja por la situación de la Patria, la actitud realmente decisiva de las generaciones mayores ha de consistir ahora, y con carácter urgente, en la búsqueda y promoción de vocaciones juveniles de servicio público. Padres y madres, educadores nobles, políticos sanos y rectos, empresarios responsables, gestores de ONG patriotas, comunicadores veraces, artistas e intelectuales independientes, ¿no es cierto que cada uno de ustedes ha sabido alabar a quienes han sido sus modelos y agradecer todo lo que hicieron por su vocación? ¿Qué nos pasa, entonces, que no asumimos hoy, a fondo, el relevo en la formación conceptual y moral de esas generaciones nuevas, que son nuestra última esperanza?

¿Vamos a dejar que todo se hunda, sin reaccionar?

Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2021/04/21/87590/A-las-generaciones-mayores.aspx

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