Miércoles 07 de junio de 2017
"No sabemos quién causa la violencia en La Araucanía". De inmediato el lector queda perplejo, pero a continuación reacciona: "No, esto no puede ser".
Hay declaraciones que dicen mucho más que lo que sus autores pretendían.
Es el caso de las notables palabras de Mario Fernández, ministro del Interior: "No sabemos quién causa la violencia en La Araucanía". De inmediato el lector queda perplejo, pero a continuación reacciona: "No, esto no puede ser".
Efectivamente, no puede ser.
Y por eso mismo, solo caben dos opciones ante la expresión de Fernández. O el ministro es el jefe de gabinete de un gobierno que cegado por su ideología no quiere reconocer la realidad, o comanda a un grupo de ministros de tal nivel de incompetencia que son incapaces de obtener la información básica sobre un gravísimo problema nacional. Porque La Araucanía es asunto de Estado, ¿o no?
Cegados o incompetentes.
O ideologismo o incompetencia: no caben más opciones para explicarse lo que le pasa al Gobierno, pero no solo en La Araucanía, sino en casi todas las dimensiones de la vida nacional (también es cierto que quizás no habría que distinguir entre ideologismo e incompetencia, porque la anterior experiencia de socialismo rupturista, la de Salvador Allende, sumó ambas dimensiones).
Ciertamente, no sería justo descalificar globalmente al gabinete, aunque es legítimo preguntarse primero por la percepción que la ciudadanía tiene de los ministros. ¿Se los conoce? ¿Cuántos nombres pueden ser recordados por los electores y después asociados con sus carteras?
Todas las encuestas les dan un porcentaje bajo de conocimiento y, lo que es peor, generalizadas malas notas de calificación por parte de quienes sí dicen conocerlos. ¿Es que Michelle Bachelet los ha opacado? No, ciertamente no. Hace tiempo que la Presidenta perdió esa capacidad de concentrar en ella las adhesiones, lo que de paso hacía casi invisibles a sus colaboradores. De eso hace ya casi... una década.
El problema son todos y cada uno de ellos.
En Hacienda, la capacidad técnica de Rodrigo Valdés está fuera de duda. Sabe "lo que pasa en...". Pero, entonces, ¿por qué no ha sido capaz de transformar ese conocimiento en acción? Si alguien sostuviera que es porque no lo han dejado hacer, se le estaría causando una ofensa gratuita a su integridad. ¿No será más bien que, aun sabiendo lo que conviene, lo frena su declarada adscripción ideológica? Por algo ha militado en el PPD, ¿no?
En Educación es justamente lo contrario. Cada vez que Adriana Delpiano interviene en materias técnicas, la sensación -para los que saben del tema, todo comienza por una sensación- es que está hablando de asuntos que le son enteramente ajenos, en especial cuando de educación superior se trata. Fuertes convicciones ideológicas la caracterizan, pero el conocimiento especializado se le escapa. Es casi un miembro más del equipo que Revolución Democrática instaló tácticamente en el ministerio antes de su llegada.
Y volvamos a Interior.
Desde que asumió, Mario Fernández no ha podido conseguir tres objetivos fundamentales para el titular de la cartera.
No ha garantizado el Estado de Derecho donde se encuentra gravemente dañado. Hace cinco meses sostenía respecto de La Araucanía: "Claro que hay terrorismo; por supuesto, ¿quién lo niega? El Gobierno tampoco lo niega", pero no ha sido capaz de saber quién lo provoca. Pésima gestión.
No ha logrado -mucho antes del comienzo de las restricciones para los funcionarios públicos durante el período de campaña- alinear a los partidos de su coalición detrás de un candidato único. Ningún liderazgo.
No le ha diseñado rumbo alguno a su gobierno, cuestión que lo pudo potenciar, en ausencia de la conducción presidencial. Cero visión.
¿Qué tenemos? Un gabinete fantasmal, propio de una Presidenta sombría. Ella los designó.
Es el caso de las notables palabras de Mario Fernández, ministro del Interior: "No sabemos quién causa la violencia en La Araucanía". De inmediato el lector queda perplejo, pero a continuación reacciona: "No, esto no puede ser".
Efectivamente, no puede ser.
Y por eso mismo, solo caben dos opciones ante la expresión de Fernández. O el ministro es el jefe de gabinete de un gobierno que cegado por su ideología no quiere reconocer la realidad, o comanda a un grupo de ministros de tal nivel de incompetencia que son incapaces de obtener la información básica sobre un gravísimo problema nacional. Porque La Araucanía es asunto de Estado, ¿o no?
Cegados o incompetentes.
O ideologismo o incompetencia: no caben más opciones para explicarse lo que le pasa al Gobierno, pero no solo en La Araucanía, sino en casi todas las dimensiones de la vida nacional (también es cierto que quizás no habría que distinguir entre ideologismo e incompetencia, porque la anterior experiencia de socialismo rupturista, la de Salvador Allende, sumó ambas dimensiones).
Ciertamente, no sería justo descalificar globalmente al gabinete, aunque es legítimo preguntarse primero por la percepción que la ciudadanía tiene de los ministros. ¿Se los conoce? ¿Cuántos nombres pueden ser recordados por los electores y después asociados con sus carteras?
Todas las encuestas les dan un porcentaje bajo de conocimiento y, lo que es peor, generalizadas malas notas de calificación por parte de quienes sí dicen conocerlos. ¿Es que Michelle Bachelet los ha opacado? No, ciertamente no. Hace tiempo que la Presidenta perdió esa capacidad de concentrar en ella las adhesiones, lo que de paso hacía casi invisibles a sus colaboradores. De eso hace ya casi... una década.
El problema son todos y cada uno de ellos.
En Hacienda, la capacidad técnica de Rodrigo Valdés está fuera de duda. Sabe "lo que pasa en...". Pero, entonces, ¿por qué no ha sido capaz de transformar ese conocimiento en acción? Si alguien sostuviera que es porque no lo han dejado hacer, se le estaría causando una ofensa gratuita a su integridad. ¿No será más bien que, aun sabiendo lo que conviene, lo frena su declarada adscripción ideológica? Por algo ha militado en el PPD, ¿no?
En Educación es justamente lo contrario. Cada vez que Adriana Delpiano interviene en materias técnicas, la sensación -para los que saben del tema, todo comienza por una sensación- es que está hablando de asuntos que le son enteramente ajenos, en especial cuando de educación superior se trata. Fuertes convicciones ideológicas la caracterizan, pero el conocimiento especializado se le escapa. Es casi un miembro más del equipo que Revolución Democrática instaló tácticamente en el ministerio antes de su llegada.
Y volvamos a Interior.
Desde que asumió, Mario Fernández no ha podido conseguir tres objetivos fundamentales para el titular de la cartera.
No ha garantizado el Estado de Derecho donde se encuentra gravemente dañado. Hace cinco meses sostenía respecto de La Araucanía: "Claro que hay terrorismo; por supuesto, ¿quién lo niega? El Gobierno tampoco lo niega", pero no ha sido capaz de saber quién lo provoca. Pésima gestión.
No ha logrado -mucho antes del comienzo de las restricciones para los funcionarios públicos durante el período de campaña- alinear a los partidos de su coalición detrás de un candidato único. Ningún liderazgo.
No le ha diseñado rumbo alguno a su gobierno, cuestión que lo pudo potenciar, en ausencia de la conducción presidencial. Cero visión.
¿Qué tenemos? Un gabinete fantasmal, propio de una Presidenta sombría. Ella los designó.
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