lunes, 30 de julio de 2018

 

 
 
La única clasificación real en la política chilena es entre los del “Sí” y los del “No”, pese a que ella tuvo su origen hace treinta años. Todo lo demás es un disfraz de la realidad política.
 
El problema real de la política chilena es que en estos treinta años sólo han gobernado los del “No” y yo sostengo que lo han hecho de manera dictatorial, falsificando la historia y la realidad presente. Tan dictatorial que si en una exposición del Museo Histórico se exhibe la efigie más representativa del “Sí”, la de Augusto Pinochet, y se reproduce una frase de este ex Presidente, el director del Museo es destituido, se suprimen la efigie, la frase y hasta la exposición y nadie dice nada… nadie dice nada. Los “defensores de la libertad de expresión y la democracia”, la “prensa libre”, la Asociación Nacional de la Prensa, Abraham Santibáñez, perpetuo paladín de la libertad de prensa; el Consejo de Autorregulación Publicitaria, “¿do están, qué se fizieron?” Es que la dictadura del “No” es impenetrable.
 
Ahora mismo las diferentes facciones del “No” discuten de quién es la culpa de la pérdida de la clasificación de riesgo del país. Porque Sebastián Piñera, entre 2010 y 2014, aumentó el endeudamiento nacional del 8 al 13 por ciento del PIB; y Michelle Bachelet lo aumentó del 13 al 23 por ciento. Y por eso se ha perdido la clasificación de riesgo y se culpan los de la una facción del “no” a los de la otra. ¡Si la culpa es del “No”! El “Sí” entregó el país mejorando siempre su clasificación de riesgo. El “No” la echó a perder.
 
El mejor elemento del “No”, en este aspecto, fue Andrés Velasco, en quien Bachelet 1.0 depositó su confianza. Él mejoró la clasificación de riesgo. Velasco fue un tipo decente al cual el “No” ha literalmente defenestrado de su espectacular posicionamiento político. En particular el peor de los conductores del “No”, Sebastián Piñera, que se ha trepado al poder sin tener las calificaciones básicas para merecerlo, ha desarticulado completamente la base organizativa del movimiento “Ciudadanos”, de Andrés Velasco, contratando en el gobierno actual a sus principales lugartenientes, Santa Cruz, Sichel y Arrau, todos ahora en cargos públicos y tomando distancia de su ex líder, al cual han abandonado por sendos platos de lentejas.
 
Lo más increíble es que la maquinaria de Piñera y su prensa adicta han defenestrado a Velasco ante la opinión pública por haber recibido, mediante una boleta de honorarios auténtica, 20 millones de pesos del grupo Penta por concepto de ayuda electoral, mientras dicha maquinaria ha llevado a la más alta dignidad nacional, con su imagen “impoluta”, al mismo Piñera, que ha recibido más de 500 millones de pesos en ayudas electorales de SQM, la misma Penta y otras firmas, mediante facturas ideológicamente falsas, parte de cuyo financiamiento aquel desvió, además, a pagar a los que eran sus dos principales ejecutivos de Chilevisión. Pues, entre los del “No”, sí “hay cornadas”. Y así ha quedado Velasco en la orfandad y el exilio políticos porque Piñera le ha contratado a su estado mayor.
 
El manejo de la historia reciente por parte de la dictadura del “No” ha sido repugnante. Entre ellos, casi todos se han levantado estatuas tanto como repartido Premios Nacionales. Allende, Aylwin, Frei Montalva y, últimamente, según leí ayer, Valdés Subercaseaux, con estatuas. Van a faltar espacios urbanos para los monumentos del “No”. Y el único que merecía tenerla, el que salvó al país e hizo el mejor gobierno del siglo XX, atendidos los peligros nacionales que derrotó y la radicalidad del cambio político, económico y social que encabezó, en cambio, ha sido convertido en “villano oficial”, cuya efigie no puede siquiera exhibirse y cuyas frases no pueden siquiera citarse.
 
Y, lo peor, lo que más denigra el temple de la raza, mediando una gigantesca traición de la mayoría de los del “Sí”, hoy consecuentemente vendidos a Piñera a cambio de sendos platos de lentejas. Los que fueron partidos del “Sí” hoy se atropellan para traicionarlo y borrar de sus Declaraciones de Principios toda referencia favorable al régimen que los vio nacer y les dio vida. ¡Vergüenza nacional!
 
Si yo les relatara los avatares que he atravesado por tener la osadía de revelar en un libro la verdad histórica entre 1973 y 1990 ustedes no podrían creérmelo. Las entidades paradigmáticas de otrora del “Sí”, al cual le juraron lealtad, y que rechazaron editármelo o ni siquiera me devolvieron las llamadas telefónicas, ustedes no las podrían creer. El esfuerzo lo he tenido que hacer absolutamente solo. Pero no me ha sorprendido en absoluto que en la primera semana de venta del libro éste haya aparecido en el quinto lugar entre los más vendidos de “no ficción”, en “El Mercurio”.
 
Es que el “Sí” es una gran fuerza de base genuinamente popular y ciudadana. Es la gran alternativa real que hay a los problemas nacionales. Es la única fuerza que puede decir que, cuando ella gobernaba, había paz y tranquilidad en la Araucanía. Porque tenía la energía y la decisión para hacer valer el peso de la ley. Bajo el “Sí” no hubo “conflicto mapuche” y los lonkos condecoraban a Pinochet. El “No”, en cambio, creó el problema en la Araucanìa y por eso nunca lo va a solucionar. Porque a Piñera le hacen una huelga de hambre y se pone a temblar y se entrega; porque bajo Piñera meten presos a los carabineros que procuraron condenar a los subversivos, ¡y los declaran "asociación ilícita"!, mientras le entregan al único incendiario preso (Piñera le restó el carácter terrorista al delito de incendio), Celestino Córdova, las facilidades que les deniegan a los Presos Políticos Militares, víctimas de la más ilegal y arbitraria persecución judicial de que se tenga recuerdo en nuestra patria.
 
Que se disputen entre las facciones del “No” la primacía para determinar cuál ha hecho menos daño. Mientras el “Sí” no reaparezca en la escena nacional, los problemas endémicos de la debilidad ante la violencia, el culto a la personalidad, las estatuas y los Premios Nacionales inmerecidos no van a cesar, porque el principio de autoridad, el coraje para rechazar el populismo, el repudio a la prevaricación judicial, a las “tomas” y a la violencia ilegal no van a cesar mientras gobiernen los que nunca han tenido el coraje para enfrentarlos, sino sólo cuando lo hagan los únicos que lo tuvieron para desterrar todas esas lacras del país.
 
 
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