30 DE JUNIO DE 2019

 

 

Los yanaconas eran los indígenas que colaboraban con los conquistadores españoles, llevándoles la carga y haciendo el trabajo más pesado. La conferencia del COP 25, que tendrá lugar en Chile en diciembre, nos ha sido atribuida porque nos hemos comportado como los mejores yanaconas de las burocracias internacionales, que se benefician con las regulaciones, los ministerios y las superintendencias que se crean para velar por el medio ambiente. Es la nueva forma del socialismo, que ya no puede gobernar países, porque es una ideología fracasada, pero puede asilarse y profitar en el nivel internacional, controlando grandes burocracias que cobran lo suyo por llenar de impuestos y regulaciones a las economías.
 
El cambio climático ha existido siempre, pero no es principalmente provocado por el hombre sino por la Naturaleza. Hubo calentamientos globales entre el año 2 y el 200 de nuestra era; después hubo un enfriamiento y la Tierra se volvió a calentar otra vez, entre los años 800 y mil. El enfriamiento posterior fue más notorio y hasta hubo una "pequeña era del hielo" en el siglo XVIII. Posteriormente la Tierra volvió a calentarse hasta el año 2000, pero desde entonces ya van dos décadas en que cesó el calentamiento global y por eso debieron cambiarle el nombre al problema y llamarlo "cambio climático". Todos estos datos me los ha dado el experto Douglas Pollock.
 
Los siguientes datos los he obtenido del experto australiano Alan Jones y del profesor David Corelli, también residente en Australia. Ellos han precisado que el supuesto "enemigo público número uno", el Co2, es apenas el .04 % del aire que respiramos, es decir, menos de la mitad del uno por ciento. Es menos de una partícula por cada 200 que hay en el aire.
 
Y de ese 0,04 %, el 97 % lo genera la naturaleza y no el ser humano. O sea, éste es responsable de sólo el 3 % del Co2 que existe. ¿Y ustedes saben cuánto genera Chile de eso? Apenas el 0,25 %, es decir, la cuarta parte de un uno por ciento del 3 % del Co2 es responsabilidad de los chilenos. La nada misma. Y, sin embargo, nos hemos privado de las fuentes más baratas de energía para no producir ese casi nada, un cuarto de un uno por ciento del 3 % del Co2, que además es necesario para la vida de las plantas.
 
En Chile, en nombre de que no queremos ni siquiera producir el 0,25 % del 3% del Co2 producido por el hombre hemos renunciado a las energías más baratas. Michelle Bachelet anunció que toda la energía para el Metro provendría de fuentes eólicas y solares, para no emitir Co2. ¿Y saben cuánto le subió la cuenta de luz al metro? De 47 dólares por mwh a más de cien dólares. Y eso lo pagan los pasajeros del metro y, sobre todo, los contribuyentes chilenos, porque el metro no se financia y menos con una electricidad más del doble más cara.
 
Pero nuestro papel de yanacona de la burocracia de la ONU nos obliga a renunciar a las energías más baratas, nos llenamos de controles e impuestos sobre esas energías y no se construyen plantas hidroeléctricas, que generan electricidad no sólo más barata, sino limpia. Bajo el gobierno de Pinochet, a comienzos de los 90, el país cubría el ciento por ciento de su necesidad eléctrica con energía hidráulica, limpia y barata; con la llegada de la centroizquierda, ya la hidrolectricidad cubría sólo la mitad del consumo. Y ahora, apenas el 29 por ciento. Todos datos de Douglas Pollock. 

Se desechó Hidroaysén, que por sí sola habría generado el 21 % de la electricidad necesaria, barata y limpia. Los errores se pagan caros.
 
Y así tenemos la energía eléctrica más cara de Sudamérica, hemos perdido competitividad, los proyectos se paralizan por los mayores costos y las 96 exigencias burocráticas y de control que impiden aprobarlos. Chile crece menos y cae en competitividad. La gente invierte menos, porque los proyectos son menos rentables.
 
Trump, que sabe más, no se ha metido para nada en esto ni firmó el Acuerdo de París ni le paga cuotas a la ONU (el 92 % de los que sí lo firmaron tampoco las paga).
 
Todos los chilenos perjudicados y con el costo de vida más alto y menos crecimiento. ¿El único beneficiario de todo esto? Piñera, el yanacona jefe, convidado al G20 por ser tan servicial con la burocracia europea. Le dan la sede del COP 25 para que pueda sentarse al lado de la Ángela Merkel y pueda cumplir su programa (el real) que, como ustedes saben, tiene una sola línea: él siempre al centro de la foto. ¿Y el resto de los chilenos? Esos aplauden y pagan la cuenta. Porque, al revés de Trump, se han tragado completo el cuento, y quieren suprimir el poco Co2 que hay en la atmósfera y que, además, es indispensable.
 
 
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