Jorge Andrés Droguett Rodríguez
Director Fundación Voz Nacional


Hoy 13 de septiembre se cumplen 47 años de tu partida prematura, dejaste a una mujer joven y hermosa, con cinco hijos, y gracias a Dios y a su entrega total hemos salido adelante. Recuerdo que en esa época se veía mucha pobreza en las calles, sin embargo, hoy, en nuestra hermosa Patria, no se ven niños descalzos caminando por las calles, o jugando fútbol en esa condición con “pelotas de trapo”. Tanto es así, que los más jóvenes no saben lo que son las hojotas, por el contrario, se les observa bien vestidos y en general marcando un paso con buen futuro. Como nunca, algunos de los hijos de los chilenos más pobres hoy asisten a la Universidad.

Lamentablemente, y del mismo modo, se aprecian con facilidad en los distintos estamentos de nuestra sociedad: el odio, la envidia, el egoísmo, la mentira, el desprecio y la codicia. No sabes cuánto me gustaría poder decirte que los chilenos cambiamos pero ¡continuamos siendo tan humanos como antaño! ¡Tanto trabajo y esfuerzo!, ¿con qué objeto?, si en el camino de crecimiento económico perdimos a Dios y a la Santísima Virgen María.

Curiosamente y, tal como los “nuevos ricos” en que nos transformamos, pasamos a vivir en una sociedad sin valores, poco sobria y poco seria; peor todavía, sin conciencia de lo que fuimos, de lo que somos y, por desgracia, sin percepción de lo que podemos llegar a ser y conformar en el futuro. Creo que si fuésemos capaces de cambiar a la mayoría de los políticos de gobierno y oposición, podríamos aspirar a un país en el que nadie sobrara, en el que su debilidad se fundiera, midiera y pesara en la debilidad de los enfermos y ancianos, en la limitación física y mental de nuestros hijos y hermanos. Así mismo, que su grandeza estuviera cimentada en  valores y principios universalmente aceptados (para mí los que enseña Jesucisto) que orientan nuestro actuar y en el amor por la patria y por lo que hacemos por amor y en favor de ésta.

He crecido impactado por el eco de las palabras pronunciadas en tu funeral, aquel 15 de septiembre de 1973 por el señor General (R) don Alberto Greene Baquedano (Q.E.P.D), mismas que a continuación reproduzco. Daddy, hoy 13 de septiembre, ya suman 47 los años transcurridos desde tu muerte y de esa despedida de tu cuerpo encajonado en el Cementerio General, dónde hasta hoy descansan tus restos mortales en su Patio Histórico. Tu recuerdo, en cambio, nos acompaña y resuena en tus nietos con orgullo y amor hasta hoy.

PANEGÍRICO

“En estos días, dominados por trágicos acontecimientos precursores de un amanecer, como nunca se siente en este camposanto el silencio, la paz y el ambiente propicio a la meditación. Sin embargo, ante los restos mortales de Jorge Droguett Inarejo no podemos callar las expresiones de nuestra admiración, de nuestro dolor y de nuestro adiós.

Conocí a Jorge cuando era  un Joven Guardia Marina (cadete naval), embarcado en la Escuadra de visita de Punta Arenas.

Llevaba su uniforme con supremo orgullo, con bizarría y marcialidad. Sus gestos espontáneos, su sonrisa franca, sus ojos vivaces y expresivos, irradiando el brillo de su inteligencia y juvenil alegría, conquistaban de inmediato la simpatía e invitaban a la amistad cordial…

            En sus exaltaciones expresaba esa condición humana que hace presentir al héroe, al hombre capaz de avanzar desafiando el fuego adversario o de morir en un abordaje desesperanzado. Su temple, su idealismo y su inextinguible amor por Chile, fueron conformando su calidad de nacionalista. Conocí de sus inquietudes al ver a la Patria amenazada de muerte por la alevosa mano del marxismo...

            El 28 de marzo de 1972, nuestras miradas se cruzaron en la galería de incomunicados de la Cárcel Pública. Hasta allí fuimos conducidos como presuntos sediciosos en contra del gobierno de la U.P., Jorge había sido flagelado por tres horas, sufriendo indescriptibles dolores bajo los crueles tormentos. Más, nada obtuvieron de él. No se abrieron sus labios ni para pedir clemencia, ni para entregar la información traidora o infamante.

            En ese instante admiré su varonil arrogancia, su digna altivez, sin perder su característica compostura. Su cabeza erguida y desafiante era como un símbolo y hasta su frente llegó a parecerme una bandera desplegada…

            Aquella mañana iluminada por el sol de un otoño incipiente, conocí verdaderamente a Jorge. En aquella triste y deprimente galería, mezclado con delincuentes comunes, humillado y vejado, supe que había encontrado a un hombre a carta cabal, noble, generoso, leal y capaz de los mayores sacrificios, al cual no bastaba con profesarle simpatía y afecto, pues era acreedor a la más alta distinción y aprecio, a la calificación de selecto.

El 13 de septiembre, se le ofreció su oportunidad, la que el destino le tenía reservada. Colaboró con Carabineros de Chile de la 4ª Comisaría a reducir un foco de resistencia extremista. La misión estaba cumplida, cuando advirtió que en lo alto del edificio quedaba abandonada una Bandera Nacional, semi - consumida por el fuego. Invitó al joven Teniente Quiroz y a un ciudadano de apellido Quintanilla a rescatarla. De regreso, Jorge, orgulloso  y satisfecho llevaba los girones en sus manos.

El descenso los obligó a saltar desde una alta muralla cortafuego al techo de una construcción vecina, el cual cedió inesperadamente, quedando gravemente heridos el Teniente Quiroz y Jorge agónico. … apretaba la Bandera contra su pecho… cuando traspasaba los umbrales de la muerte…

            Ahora, estás ahí quieto y prematuramente dormido para siempre. Cuando despuntaba una nueva aurora tú te sumiste en la sombra eterna. Tu modo de ser, tu generosidad, selló tu destino. Pertenecías a esa rara especie humana que nació para darlo todo sin cobrar recompensa.

Creíste, tal vez, que ya nada más tenías que hacer o que ofrecer y te ausentaste. No estabas hecho para festejar propias victorias, ni para ceñir tu frente con laureles, eras más bien, pasta para amasar historia y quemarla en la hoguera de la lucha… Con tu natural humildad, con tu sencillez estoica, has dejado una estela de recuerdos y una herencia: ¡Tu nombre!, fundido en heroicos moldes, ejemplo de tus hijos, orgullo de tu esposa, de tus ancianos padres, de tus hermanos y de quienes supimos de tus patrióticos afanes…”

            Para concluir estas letras, te cuento que hoy pretenden destruir nuestra tierra, no lo lograrán, seguimos tu ejemplo y el de tantos chilenos bien nacidos. Vayan mis agradecimientos y un abrazo cordial a: los familiares del General Greene, a quienes nos acompañaron ayer y hoy, a mi madre, a quien debo todo lo que soy y tengo. Sobre todo, gracias por todo y por tanto a Dios Nuestro Señor… todo mi amor y esfuerzos a la Patria y a quienes la conformamos… ¡VOTO RECHAZO!

¡VIVA CHILE LIBRE!

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