Osvaldo Rivera Riffo


Es más fácil engañar a la gente, que convencerlos que han sido engañados "
Mark Twain


Terminada la Semana Santa y con los prolongados días de encierro, espero que las personas cristianas y educadas bajo los grandes valores que la religión, en cualquiera de sus manifestaciones e incluso todos aquellos que no participan de una fe, hayan encontrado un momento para pensar en la sociedad que vivimos, en cómo hemos actuado, con qué responsabilidad enfrentaremos el futuro que sin duda será muy distinto a lo que fue hasta antes de que esta tragedia mundial nos golpeara.

Sin duda hemos tenido tiempo para leer, escuchar buena música, pero sobre todo, volver a realizar vida en familia. Volver a almorzar o cenar todos juntos, jugar con los niños o conversar con los adolescentes y los jóvenes.

De esta nueva convivencia de seguro habrán surgido los temas de interés que golpean al mundo.

El globalismo por ejemplo, y sus derivaciones hegemónicas mundiales, como todas aquellas ideologías que golpearon duramente a la sociedad occidental, muchas de las cuales fueron implementadas en leyes ajenas a nuestras características como pueblo y nación. Sin duda también, de las características de nuestro orden constitucional y como los políticos han desprestigiado la función pública conduciéndonos al despeñadero social y económico. Habrán comentado lo que significará esta pandemia, agravada por la horrorosa crisis terrorista y delincuencial vivida en los últimos seis meses. Habrán conversado con los jóvenes que el país en que les tocara vivir no será el mismo en el que nacieron y que demorarán más de 20 años en recuperar el mismo nivel en que estaba cuando el terrorismo inició su intento violento por arrogarse el poder, con su saldo de destrucción, de miles de empresas prácticamente quebradas y con una cesantía que superará los dos dígitos.

Ojalá se haya comprendido mejor, producto de esta crisis, lo que significan los grandes valores como la caridad, el esfuerzo, la entrega, la preocupación por el prójimo, la valentía, el desinterés y la generosidad. Pero sin duda, el ejemplo del verdadero servicio público, el trabajo ejemplar de nuestros profesionales de la salud pero sin duda también la entrega al bienestar y tranquilidad del país de las Fuerzas Armadas, Carabineros e Investigaciones de Chile.

Durante tantos años dichas instituciones han sido denostadas por la política y políticos chilenos de izquierda y con la ingenua complicidad también de la derecha. Sin embargo han sido ellas las que han puesto a sus hombres y mujeres a nuestra disposición para darnos a todos los chilenos la posibilidad de que el menor número de conciudadanos se contagie.

No cabe duda que no dejan de sorprender aquellos ciudadanos que no sólo incumplieron la ley, sino que muchos también  mintieron para encontrar una excusa que les permitiera romper la cuarentena y abandonar sus lugares de residencia, usando medios impensables o también aquellos que noche a noche no cumplen con el toque de queda.

Estas conductas irresponsables e incluso criminales, obedecen sin duda a un factor inequívoco de nuestra organización social. Cuando la acción política se ha empeñado en resaltar los derechos por sobre los deberes. Cuando se ha impulsado una norma maldita e hiriente como son las políticas equivocadas o interesadas de derechos humanos, entonces se ha relajado a niveles increíbles el respeto al orden. Sin duda que los últimos gobiernos y en particular el actual, se han caracterizados por su falta de valentía para aplicar la ley y hacer respetar la autoridad. La Araucanía es quizás el mejor ejemplo que tenemos para graficar como se sobrepasó el estado de derecho sin que la autoridad moviera un dedo.

Las FF.AA. y en particular Carabineros han sido obligados no a cumplir con lo que estipula la ley para controlar el orden público, sino fundamentalmente con los criterios equivocados del presidente de la república. Este último, jugando con la tranquilidad y la paz social, se deja llevar por los puntos más o menos que le marca la encuesta o simplemente por sus personales compromisos con los organismos internacionales, quienes lideran el caos mundial.

Así las cosas durante esta pandemia se ha oído a miles de personas implorar por los que están más desprotegidos, por aquellos viejos encarcelados ni siquiera por delitos probados y peor aún condenados por un principio impuesto internacionalmente en el año 2009, con lo cual los gobiernos y la justicia vulneraron el principio de no retroactividad de la ley y dejaron a más de 200 militares presos por ficciones jurídicas que dieran soporte a sus condenas.

Pues bien, hoy cuando el mundo lucha por salvarse de esta pandemia que ha cobrado miles de muertos, aquí en nuestro país hay quienes faltan a un principio y valor muy superior a cualquier ley u orden superior. Ella es la misericordia, principio establecido mucho antes de los primeros escritos de la biblia.

"La misericordia es la disposición a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenas. Se manifiesta en amabilidad, asistencia al necesitado, especialmente en el perdón y la reconciliación. Es más que un sentimiento de simpatía, es una práctica.

En el cristianismo, es uno de los principales atributos divinos. La misericordia es también un sentimiento de pena o compasión por los que sufren, que impulsa a ayudarles o aliviarles en determinadas ocasiones, es la virtud que impulsa a ser benévolo en el juicio".

Lo importante es que en estas definiciones y actitudes no confundamos lastima con compasión:

"La compasión supone siempre un sentimiento verdadero. La lástima se emplea algunas veces para representar un sentimiento tan ligero, que apenas merece el nombre de tal; como: Es una lástima que no haga buen tiempo.”

Que falta le hacen al Presidente y a su Ministro de Justicia saber algo de etimología, tal vez entenderían el significado de la misericordia.

"No me preocupa tanto la gente mala, sino el espantoso silencio de la gente buena"
Martín Luther King

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