Jesús Orellana G.
Osvaldo Rivera Riffo
Presidente Fundación Voz Nacional


De un tiempo a esta parte, a través de columnas, ya sea mediante redes sociales y programas en vivo hemos mantenido una clara posición frente al gran desafío del siglo XXI: la Cultura.

Cabe recordar que somos herederos de un legado, una herencia, una conciencia histórica, que tiene 2.500 años. Lo más selecto del pensamiento griego, manifiesto en Sócrates, Platón y Aristóteles le dieron forma temática a la naturaleza del hombre, buscando en su condición de tal: la Verdad. Hablaron tanto del alma, con lo cual fueron sosteniendo el inquebrantable principio de la trascendencia, como de la Belleza, el Bien y la Verdad, como realidades universales, cuya trilogía condujo a San Agustín y Santo Tomas a darle sentido cristiano al pensamiento filosófico de los grandes maestros. Es a lo largo de estos siglos cuando el pensamiento greco latino, cristianizado por los padres de la Iglesia Católica, conforma lo que hoy conocemos como: Cultura Occidental.

Son innumerables los filósofos que partiendo de estas enseñanzas buscaron diferentes maneras de interpretar al Ser y su cosmovisión en relación a la naturaleza. Podemos reconocer la importancia del pensador más influyente del s.XX que fue Martín Heidegger y su constante esfuerzo en volver a la pregunta originaria griega sobre el Ser y la Aletheia. Por otro lado, está el enorme aporte en el s.XXI del filósofo del conservadurismo, Sir Roger Scruton, quien con claridad meridiana defendió en su obra el sentido estricto del arte y de las manifestaciones culturales, calificando sin tapujos la desviación de este en el arte contemporáneo, que ha llenado de mamarrachos y mugre los museos y galerías. Sin ir más lejos tenemos casos emblemáticos como el museo de Los Ángeles: “una roca de 10 toneladas fue una de sus obras más significativas”, mientras que en los últimos años una “Virgen María hecha con excrementos” se izaba como una gran pieza de arte; de la misma forma, en el principal palacio del arte en Chile, un “palo de escoba” fue una obra expuesta sin vergüenza alguna.

Con toda intención hemos puestos estos ejemplos para demostrar que un programa de campaña que hable de Políticas de Estado en estas materias, debe considerar una reflexión profunda del statu quo cultural y plantear con altura los nuevos caminos para un nuevo Renacimiento, donde el lenguaje debe ser el punto de partida, como morada del Ser, donde se libre la primera de las grandes batalla para su re-cuperación.

Es conocido por todos que la derecha económica chilena, nunca ha demostrado realmente un ápice de preocupación por el mundo de la cultura. Uno de los  candidatos de esta derecha, en una sorprendente movida ha publicado un documento invitando a “la cultura como base de la sociedad, lo cual es un mérito al esfuerzo porque es sabida su carencia sobre el particular.

Ahora bien, agradecemos el guiño y la aspiración de “producir” un “algo” que motive la discusión sobre la importancia de la cultura, también hemos de ser críticos – in recto-, en relación a lo que se plantea: qué es lo que se ha de entender por Cultura, su significado, símbolo e importancia trascendente.

Lo primero que llama la atención es la confusión que se plantea en las primeras líneas, la mezcolanza de enredar Cultura con producción artística. Cabe aclarar que la cultura es un concepto mucho más amplio que la mera producción artística. Se ha de entender según su etimología -como enseña el Padre Osvaldo Lira (único sacerdote chileno teólogo, citado y reconocido por el Vaticano como Tomista), vale decir, se ha de entender en el trasfondo de lo que expresa el término latino: cultivar; pero cultivar qué, es la pregunta. Aquí es donde la derecha economicista representada por el liber-alismo, liber-tarismo del Partido Republicano, se queda corta. Pues claro, su propuesta no hace referencia al cultivo del alma -o espíritu- en razón de la Verdad, lo Bueno y, en última instancia de lo Bello. Se confunde muy rápidamente a la cultura como la expresión plástica o manifestación de algún sentir. Pero la cultura es lo que es la persona en medida que se cultiva, porque precisamente en lo cultivado se ha de expresar el carácter del sabio, en medida de que lo cultivado son los grandes problemas de la humanidad, como por ejemplo: Dios y su eterna sabiduría, la relación de la política con la ética, la inmortalidad del alma, la trascendencia de la persona, los límites de la libertad, etc., todos temas que se han de denominar: Cultura, que es lo que diferencia a los eruditos o simples pedantes, que tienen un conocimiento de la superficie, amantes del dato anecdótico, enciclopédico, de meeting. La gran diferencia se podría resumir, nos dice el P. Lira, en que “El sabio conoce poco pero sabe mucho, mientras que el simple pedante, conoce mucho y sabe poco”. Ya vemos como en la derecha política y económica saben muy poco.

Por otro lado, el gran complejo de la falta de cultura de la Derecha Económica, es el temor a la importancia que debe cumplir el Estado, ya no sólo forjando Nación, sino precisamente forjando cultura -diferente a la vanguardia, que es la confusión que tienen los eruditos-. Ese Estado que es parte fundante de la Cultura de los Pueblos, que imprime Identidad, defiende la identidad y la forja en su propio ser comunitario. No es acaso el mismo Padre Osvaldo Lira que nos pregona la importancia de la cultura colectiva de los pueblos, arraigada en el espíritu comunitario, en el Ser Nacional. Abandonar la idea de Cultura forjada en y por el Estado, por la sangre y el suelo, es reafirmar el liberalismo posmoderno de la neo-izquierda francesa, expresada en Chile por los movimientos rupturistas de vanguardias e ideologías que solo buscan en el Estado -Gobierno-, vías de financiamiento para dar rienda suelta a la libertad del “todo vale”, de la autopercepción, de la relativización de la verdad y la historia, donde toda expresión o producción se toma sin miramientos como si fuera arte. En última instancia, esto germina la negación de lo bello, es decir, la afirmación de lo feo.

Negar la importancia del Estado en esta materia, es negar la Naturaleza Humana teleológica, en su concepción metafísica y su natural tendencia al saber como acto cultural. Es negar al Ser social visto por lo griegos como animal político, naturalmente organizado en comunidad, movido por el bien común, forjado por un Estado conductor y protector. Que en ningún caso quiere decir el abandono de la libertad individual y el derecho a forjar su propio ser, pero tampoco se trata de caer en las tendencias anarquistas promovidas por la derecha económica y el liberalismo posmoderno de izquierda, que sólo buscan reducir e instrumentalizar la Cultura a una mera expresión de vanguardia carente de sentido de lo Bello y sin Identidad Nacional, desarraigando lo propio de lo qué-es Ser Chileno.

Nos gustaría poder profundizar más al respecto, pero considerando que las escasas líneas no escapan de la mera erudición, sólo nos queda el temor de pasar de un estado de macdonalización de la cultura, sufrido en todo occidente a raíz del neoliberalismo económico, a una burgerkingnización de la cultura chilena por ignorancia y pedantería. Pues, además de la falta de rigor y profunda conceptualización que reclama la materia planteada, se reduce a la mercantilización que predomina en el pensamiento de los industrializados liberales; pues, es este pensamiento que reduce toda realidad humana a un bien de consumo, agotando la realidad rica de lo dado a un objeto transable, moldeable, adquirible, despojando la posibilidad de la manifestación de Ser en el ente cultural.

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