Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


Derivado de las múltiples declaraciones formuladas por autoridades políticas en los últimos días y observando su actitudes y comportamientos y no existiendo comprensión racional y lógica de sus actuaciones he recurrido a diagnósticos y estudios médicos que puedan dar luces sobre lo que está ocurriendo en la  élite política  abarrotada de narcisos y locos. Este trastorno fue denominado en el 2008 por el neurólogo inglés miembro de la Cámara de los Lores David Owen como el “síndrome Hubris”.

Los griegos en la Grecia antigua ya utilizaban el término hubris o hybris para referirse al exceso de arrogancia que impulsa a un individuo a sobrepasar todas las barreras que limitan sus acciones y deseos, sin importar los desastres que pueden causar en la sociedad.

Los principales rasgos de un político afectado de un trastorno de personalidad narcisista son los siguientes:

  • Propensión a ver la acción política o la gestión gubernamental como el espacio para alcanzar la gloria personal y no el bien común.
  • Una propensión desmesurada a actuar en función de su propia imagen.
  • Una actitud prepotente derivada de un gran desdén por la crítica e incluso por los consejos de sus asesores, con total ausencia de empatía ya que sus expresiones faciales son falsas.
  • Una gran temeridad a la hora de decidir estrategias sin consideración por los riesgos derivados de una actitud impulsiva, comportamientos destructivos y una total ausencia de remordimientos.
  • Como si esto fuera poco, poseen una firme creencia de que solo está obligado a rendirle cuentas ante el tribunal de la historia y no ante los organismos previstos en las leyes y la constitución vigente.
  • Una pérdida progresiva de contacto con la realidad, debido a su tendencia innata hacia el auto engaño.
  • Dados a construir un mundo binario compuesto sólo de amigos y enemigos.

Ahora bien, según los estudios psicológicos, detrás de esta máscara de seguridad extrema se esconde una autoestima frágil que los hace muy vulnerables a estos pseudo líderes a la crítica más leve, frente a la cual reaccionan con gran hostilidad.

Una muestra reciente la tenemos en Enape. Pregunto, ¿necesitan las normas legales un diagnóstico más claro? o el caso de un senador manejando su coche camino a una entrevista y encontrándose con la interpelación de un grupo de patriotas, y que ofuscado retrocedió imprudentemente. Y qué decir de sus últimas declaraciones afirmando que “la firma del Presidente en una nueva constitución garantiza la tranquilidad ciudadana”… ¡locura, sin duda alguna!!

Aquí hay otra razón para explicar estos comportamientos irracionales, sin  duda, personalidades narcisistas ha habido en todas las épocas pero hoy se ven realzadas en extremo por las redes sociales, que han exacerbado por cientos la emergencia  de estas personalidades y su influencia en la vida política. Son cientos de mensajes de todo tipo los que lanzan por semana. Siendo uno de los efectos más negativos de las redes sociales la emergencia de una cultura del exhibicionismo sin límites que ha destruido el concepto de vida privada. En Facebook, Instagram, Twiter, WhatsApp o Ticktok, millones de personas no dudan en exponer su vida privada sin el menor pudor posible y sin sonrojarse. Los políticos no escapan a esta tentación, más aún si son consideraciones de alta visibilidad.

Los  políticos narcisistas sufren, por la revolución de las redes sociales, de otra afección patológica y patética “trastorno de atención mediática“. Enfermos de la necesidad de exposición  permanente  con tal de recibir la atención que su auto estima y su imagen inflada (aunque frágil) requiere y en esta lógica están dispuestos a todo: exagerar, mentir, insultar, lanzar mensajes de odio. Su ego está íntimamente relacionado con el número de seguidores en sus redes sociales y por tanto luchan por cualquier contenido para que se vuelvan tendencia.

Creo haber reflejado la psiquiatría imperante en la política chilena, le ruego hacer un trabajo simple: póngale usted los nombres y le auguro que la lista será extensa, pero busque los más sobresalientes. Con su sólo pedigree en redes sociales, pasado y presente, verá que se harán pocos  los manicomios.

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