Osvaldo Rivera Riffo

 

Cuando en España caía la tarde y en Chile nos aprestábamos para el almuerzo familiar, llegaron las noticias de los resultados preliminares de las elecciones españolas.

Durante las últimas semanas los vaticinios y las encuestas por cierto, bombardearon a la opinión pública mundial y no fueron muy distintas al resultado final.

Ha hablado el pueblo español y ha entregado su confianza a los partidos que más representan el sentir nacional para ejercer el gobierno. Nadie obtuvo mayoría absoluta pero es claro que la gran mayoría decidió por el orden, la austeridad política, la unidad de la nación, la libre determinación, la solución de los problemas reales de la gente común. Ganaron los partidos que claramente representan una seria barrera a la cultura marxista y a las ideologías imperantes, en sus diferentes manifestaciones. Los tres partidos que en su definición política representan sensibilidades de derecha, sumados sacaron 500 mil votos más que la izquierda, pero por la estructura de la representación obtuvieron menos diputados. En el análisis serio, España dijo no a la Ideología de Género, no al Feminismo, no a los ecologismos absurdos, no a los independentismos, no a los separatismos y luchas territoriales.

Y dijo Si al respeto y autoridad de los padres. Si a la justicia ciega e impersonal. Si al Estado de Derecho. Si a la autodeterminación de los pueblos y Si a zafarse del yugo internacional de los organismos dirigidos por la izquierda.

Ha ganado la gente sencilla de España, esa que privilegia el valor de la vida y el valor de la libertad bajo los principios éticos del deber y las responsabilidades. Esa que busca un Estado pequeño y eficiente y ganó también VOX, un moviendo engendrado en el descontento nacional por los políticos tradicionales, por sus componendas, por sus traiciones, por sus corrupciones.

Gano VOX porque supo encantar, porque supo llegar con un discurso pleno de un relato real y creíble, basado en reconquistar la fe pública y el valor de la democracia como elección de los mejores. Porque supo mostrar con valentía los desastres políticos de sus adversarios. Porque invitó al pueblo a reconquistar épicamente su dignidad.

Ganó, porque sin complejos puso la historia de España y su grandeza como hitos de orgullo nacional. Porque supo apelar a los mejores. Porque reconoció la inteligencia y capacidad por sobre el compadrazgo. Ganó porque tuvo un liderazgo sólido, fuerte y convincente. No tenía representación parlamentaria y en solo dos años ha logrado configurar un cuadro parlamentario con 24 diputados y más de 2,5 millones de votos que serán los guardianes del desarrollo político, social y económico del próximo gobierno, sin duda que por primera vez, de coalición.

El gran perdedor fue el Partido Popular; una gran lección a quienes buscan la componenda fácil y los acuerdos ligeros, renunciando a sus principios.

No existe un paralelo en Chile comparable a VOX, por mucho que los analistas, sin mayor análisis, lo quieran asimilar a Acción Republicana. A este movimiento le falta mucho que aprender si en realidad pretende alcanzar en poco tiempo la importancia de VOX y tener una real trascendencia en la política nacional.

Desde ya, deben darle sentido a su movimiento y transformarse, sin dilación, en un partido político bien estructurado, sacudiéndose de los profetas que intentan influirlo creyendo que con sólo la santidad espantarán a Satanás. Deberán también mantener un relato creíble y no buscar componendas con quienes, claramente, se los fagocitarán.

José Antonio Kast es un político de verdad, con reconocidas cualidades y debe sacar una gran lección del ejemplo de España, si quiere proyectarse como el líder de la derecha. Debe hacer dos cosas: Crear el partido y buscar a los mejores para que lo secunden. Los que hoy tiene, desgraciadamente, no son suficientes para esta cruzada.

¡Lo siento! Hasta el momento no es Abascal y AR no es VOX.

 

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