22 AGO 2019
Rolf Lüders
Economista
El segundo gobierno de Sebastián Piñera será evaluado por su rol en aumentar la tasa de crecimiento económico de Chile y en disminuir la criminalidad en el país. Desafortunadamente se ha instalado en la opinión pública la noción de que en materia económica el actual gobierno no podrá satisfacer las esperanzas creadas. Esto está afectando las expectativas de inversión y por esa vía al mismo crecimiento. ¿Se justifican estas expectativas pesimistas? ¿Ha sido inapropiado el manejo de la política económica?
Para la población, la tasa de crecimiento esperada durante el segundo gobierno de Piñera fue de un 4 por ciento anual. Y con esa cifra -guste o no- se comparan por el momento los resultados. Si bien el año pasado se cumplió con dicho parámetro, este año pareciera que nuestro producto solo crecerá en torno al 2,5 por ciento. Esta caída del crecimiento está defraudando las expectativas.
Es más, el pesimismo cunde por los probables efectos sobre nuestra economía de fenómenos como el Brexit, la guerra comercial desatada entre China y los EE.UU., y una posible recesión mundial. Para colmo, se agregan las dificultades que ha tenido el gobierno para lograr la aprobación de proyectos de reformas, entre otros, en materias de tributación y mercado laboral, claves en su esfuerzo pro-crecimiento.
No obstante lo anterior, la flexibilidad de nuestro sistema económica y el buen manejo macroeconómico del gobierno y del Banco Central han acotado los efectos de los factores anteriormente señalados. Se han aplicado con prudencia políticas fiscales y monetarias adecuadas, resguardando razonablemente los equilibrios correspondientes. Esto le está permitiendo a Chile tener una tasa de crecimiento relativamente elevada, tanto si se le compara con el resto de los países de América Latina (LAECO, agosto 2019), como si se le compara con el gobierno de la Nueva Mayoría, que -no se olvide- gozó de un ambiente externo mucho más favorable.
En 2019, salvo Colombia, todas las mayores economías de Latinoamérica -algunas con estructuras productivas muy similares a las de Chile- experimentarán caídas en su producto y todas estas últimas, crecerán menos que Chile. Si esto no es un buen resultado, me gustaría saber cuál es.
Ha llegado el momento para asumir plenamente que las condiciones económicas externas están cambiando aceleradamente y no para bien. Teniendo Chile una economía profundamente insertada en la internacional, corresponde sincerar nuestras metas de crecimiento económico de mediano plazo y adecuar el discurso correspondiente. El consiguiente ajuste de expectativas debiera luego repercutir en una reducción del pesimismo exagerado existente y tener un efecto positivo tanto sobre la inversión y el crecimiento, como sobre la evaluación de la gestión del gobierno.
Fuente: https://www.latercera.com/opinion/noticia/vaso-semilleno/793374/
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