29 diciembre, 2020 

 

 

 

 

Tomás Flores
Economista Senior de Libertad y Desarrollo


En la medida que el planeta se vacuna se comienza a acercar el momento donde corresponderá recoger todo ese dinero en circulación y ello se hace de una sola manera: subiendo la tasa de interés. ¿Estamos preparados para ello? (…) Tal vez la pandemia fue solo el preámbulo de lo que se aproximaba, una nueva década perdida.


En agosto de 1981, la tasa de interés del bono americano a 10 años se empina hasta un 15% desatando el pánico en todos los mercados financieros, en particular de los países más endeudados. Este sustancial apretón monetario había comenzado a implementarse a principios de 1980 y tras de él estaba Paul Volcker, el entonces presidente de la Reserva Federal, para salir a enfrentar una inflación rampante, que se había situado en el doble dígito (14,5%), lo que era inaceptable para los Estados Unidos.

Este sustancial incremento de la tasa de interés genera en muchos países el desequilibrio en sus balanzas de pagos e incapacidad de poder pagar lo que debían, lo que genera una recesión global que arrastró a todo el planeta. Algunos países optaron por dejar de pagar la deuda externa y se convirtieron en parias financieros, mientras que otros, como Chile, debieron repactar los plazos de pago y acudir al FMI para conseguir los créditos que permitieran afrontar la tormenta. Así, esa década de los ochenta fue para varios países una década perdida.

En el caso chileno, la oportuna renegociación de la deuda externa, así como una política fiscal austera de la mano del Ministro Buchi, controlando el gasto público y bajando impuestos, generaron un reactivación vigorosa que le permitió a nuestro país dejar atrás esa profunda recesión.

En la actualidad, la tasa de interés del bono a 10 años del tesoro americano esta en 0,9%, lo que corresponde a uno de los valores más bajos desde el inicio del registro en 1920, lo que da cuenta de la magnitud de la política monetaria desplegada por los principales bancos centrales del mundo para enfrentar la pandemia. Pues bien, en la medida que el planeta se vacuna se comienza a acercar el momento donde corresponderá recoger todo ese dinero en circulación y ello se hace de una sola manera: subiendo la tasa de interés. ¿Estamos preparados para ello?

Veamos las cifras, en 1996 la deuda externa total de Chile equivalía al 35% del PIB. Una década después, en 2006, el porcentaje era de 32%, lo cual es bastante estable. De hecho, en 2010, al inicio del primer gobierno del Presidente Piñera, el porcentaje era de 36%, lo que cuenta de un periodo relativamente largo de estabilidad de la deuda en relación al PIB. Sin embargo, en 2015 la cifra era de 71% y en la actualidad es de 81,2% del PIB. Este sustancial aumento se explica por dos motivos, el primero es el brusco cambio que empieza a tener la deuda pública, ya que ya en la segunda administración Bachelet se produce la primera caída en la calificación internacional de nuestra deuda, debido al exponencial incremento que no se ha detenido hasta el momento. Y la segunda es el bajo crecimiento económico que se arrastra ya por varios años

Lamentablemente, la trayectoria probable de la deuda pública chilena es al alza, en un Estado que tiene el doble de ministerios que en Estados Unidos o el Reino Unido y donde todo intento de incorporar eficiencia en la operación gubernamental es rechazado violentamente por la transversalidad de los políticos. Asimismo, la medida complementaria para enfrentar esta alta deuda seria acelerar el crecimiento económico, lo cual será apabullado por el alza de impuestos que tendremos el 2021. Así, tal vez la pandemia fue solo el preámbulo de lo que se aproximaba, una nueva década perdida.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/tomas-flores-deuda-externa-la-nueva-amenaza/

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