07 de marzo, 2020

 

 

 

Manuel Bengolea
Economista


Lo crucial antes de tomar una decisión es evaluar si el problema de fondo se resuelve con una nueva constitución, y segundo es si quienes manejan el proceso, los políticos, son los calificados para hacerlo. El problema chileno no es que el chancho esté mal pelado, sino que nosotros, los contribuyentes, le estamos dando afrecho al chancho equivocado.


Son pocos los que han dado explicaciones razonables y creíbles sobre las causas del denominado estallido social. Muchos políticos, con más que evidentes intereses creados, aventuran todo tipo de teorías, como la desigualdad, los abusos, la predominancia de las redes sociales, etc.  Sin embargo, muy pocos han efectuado un “mea culpa”, más allá de la retórica electoral, respecto de sus responsabilidades.

El tamaño del Estado chileno ha aumentado desde un 21% del PGB, hace diez años, a un 25% en la actualidad, y ese 4% adicional (US$12.000 millones de dólares anuales), gastado en procurarles una mejor vida a los chilenos, debería notarse en el nivel de aprobación de eso políticos. Demás está decir que los políticos ostentan el más bajo nivel de aprobación de las instituciones; incluso algunos critican al presidente por su 6% de aprobación. La gente también salió a protestar porque se aburrió de los políticos, y éstos soslayaron sus culpas, ya que, en los últimos años, habiendo podido cambiar la realidad de los chilenos más pobres y teniendo los recursos para ello, no hicieron mucho. En efecto, los políticos, sobre todo los de izquierda, parecen más preocupados de igualar la cancha castigando a los que generan riqueza, en vez de incentivar la generación de ésta.

¿Cuál ha sido la propuesta de los políticos al estallido social? En vez de reconocer que han estado más preocupados de manejar y acrecentar su poder, o el del Estado que manejan, y proponer cambios que trasmitan directamente los mayores recursos administrados a quienes más lo necesitan, sacan del sombrero el conejo del cambio constitucional, y comienzan a promoverlo como el antídoto de todos los males e injusticias del chileno común y corriente. Es más, muchos exacerban los ánimos con el panfleto de que el chancho está mal pelado, y por lo tanto hay que quitarle al 1% más rico para repartirlo a los más pobres, y con eso se soluciona la raíz del descontento, que sería la desigualdad.

Lo anterior, a pesar de que, según las cifras extraídas de un estudio de Rodrigo Valdés (ex ministro de Hacienda de la Presidente Bachelet), en los últimos 25 años, el ingreso medio del 70% más pobre se cuadruplicó, mientras el del 30% más rico se duplicó. La pobreza, tanto la de ingresos como la multidimensional, han disminuido significativamente desde 1990 a la fecha. El gasto en salud y educación, como porcentaje del PGB, ha aumentado entre 1990 y 2018, desde un 4% a un 10%, aproximadamente. Y respecto a la movilidad social según la OCDE, esto es la posibilidad de un hijo nacido de padres del 25% más pobre llegue a estar dentro del 25% de mayores recursos, Chile es el primero de la lista.

Por supuesto que los chilenos también tenemos culpa en este desastre social, porque tal como privilegiamos la “farandulización” de la cultura, basta ver el rating de libros, programas de TV y de radio que eligen los chilenos. De la misma manera votamos candidatos en base a sus habilidades teatrales y no sus competencias técnicas, de paso incentivando a los políticos a ofrecer a sus electores lo que éstos quieren oír, no lo que realmente necesitan, pues usualmente esto es impopular. Ejemplos abundan. Muchos políticos prefieren hablar contra las AFP porque en muchos casos la pensión que entregan no es suficiente, pero ninguno dice que el deber de ahorrar para la vejez es de la persona, no de la AFP.  Muchos hablan y rasgan vestiduras por la mala calidad de la educación pública, pero a la hora de legislar es preferible sacarle los patines a la privada en vez de ponérselos a la pública.

El tema es si en el plebiscito de abril se vota la aprobación o el rechazo a una nueva constitución. Los políticos por el Apruebo enarbolan la opción como el elixir mágico que resolverá todos los problemas. Por otra parte, los del rechazo sostienen que con el incesante nivel de saqueo y desorden público no se puede hacer nada.  Lo crucial antes de tomar una decisión es evaluar si el problema de fondo se resuelve con una nueva constitución, y segundo es si quienes manejan el proceso, los políticos, son los calificados para hacerlo. Respecto de lo primero, creo que una nueva constitución no resuelve el problema de las pensiones, salud y educación, ya que su solución es materia legislativa no constitucional. Referente al segundo, si los políticos han sido irresolutos e ineptos para solucionar las carencias obvias de los chilenos, qué harían diferente ahora para resolverlos. En resumen, el problema chileno no es que el chancho esté mal pelado, el problema es que, nosotros, los contribuyentes, le estamos dando afrecho al chancho equivocado.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/manuel-bengolea-estallido-social-la-culpa-no-es-del-chancho/

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