22 septiembre, 2020 

 

 

 

 

 

Vanessa Kaiser
Acádemica Universidad Autónoma


Muy pocos votarían Apruebo si es que entendiesen que la riqueza no es una torta para repartir, cuya existencia está dada de una vez y para siempre. La riqueza es el resultado del constante esfuerzo de emprendedores, trabajadores y empresarios y depende de la existencia de capital disponible para la inversión en nuevos proyectos creadores de empleos.


Desde la ciencia política podemos analizar la situación que atraviesa el país en términos de un “critical juncture” (coyuntura crítica). El concepto refiere a situaciones de incertidumbre en que las decisiones de los actores importantes son decisivas para la selección de una vía de desarrollo institucional sobre otras posibles. De este modo, la división Apruebo/Rechazo puede devenir en un nuevo fraccionamiento de los actores del mapa político como sucediera con el binomio Sí/No y tantos otros a lo largo de una historia en cuyos inicios nos encontramos con Carreristas versus O’ Higginistas. ¿Cuáles son las opciones institucionales que están sobre la mesa en la presente coyuntura?

Dicen que Chile tendría un modelo neoliberal que traiciona el anhelo de la mayoría de transitar hacia una socialdemocracia estilo Nueva Zelanda. Traducido en términos del análisis de esta coyuntura crítica, los del Rechazo estarían por mantener el perverso modelo neoliberal, mientras los del Apruebo elegirían transitar hacia el paraíso neozelandés. Así, como suele suceder en las caricaturas de superhéroes, el mundo estaría dividido entre los buenos que quieren un diseño institucional más justo y los perversos que desean mantener los privilegios de minorías extractivas y explotadoras. ¡Qué fácil sería tomar una decisión si fuese ese el dilema!

Como no es tan simple, debemos profundizar sobre esta coyuntura crítica en dos dimensiones. La primera nos muestra que una parte importante del país está convencida de que vivimos en el caricaturesco mundo descrito. Ese es el fundamento ulterior de la legitimidad del Apruebo. La segunda dimensión nos exige hacernos cargo de mostrar que tras la opción del Rechazo y con las reformas necesarias, no existen mentes perversas de privilegiados defendiendo sus intereses o fachos pobres sin conciencia de clase. ¿Cómo hacerlo? Propongo recurrir a la metáfora y preparar un fármaco que permita a los lectores tomarse cierta dosis de Apruebo para que observen los efectos que el anhelado “otro modelo” puede tener sobre el cuerpo político y social.

La primera dosis de Apruebo es el tan querido cambio a un modelo de bienestar en que todos seamos más iguales gracias a la magnanimidad de un Estado gigantesco que distribuirá la riqueza con justicia entre todos los chilenos. Así, escribiendo en la nueva Constitución las mágicas palabras “Estado de bienestar”, todos accederemos a una mejor calidad de vida y acabaremos con las diferencias en atención médica, educación, pensiones y un largo etcétera de injusticias resultantes del modelo neoliberal. Vamos a la realidad. Para nadie es novedad que en Chile tenemos un Estado capturado por operadores políticos cuya finalidad es mantener sus privilegios a costa de la extracción de impuestos. Así, la realidad chilena nos muestra la inexistencia de una burocracia profesional con la que cuentan países como Nueva Zelanda, donde los programas de política pública son evaluados tanto previamente a su implementación como en sus resultados. En contraste, y sólo por citar un ejemplo, de los últimos 17 programas evaluados por encargo de la Dipres, 11 obtienen un mal o bajo desempeño, otros 6 un desempeño apenas suficiente y ninguno -sí, lee bien, ningún programa- logra una evaluación decente. De modo que con esta dosis de Apruebo empobreceremos aún más a la sociedad para mantener los privilegios de burócratas ineficientes. Y ahora que está usted informado, ¿Aprueba o Rechaza?

Una segunda dosis de Apruebo consiste en el aumento del tamaño del Estado con el fin de mejorar la salud y la educación. Para los que Aprueban, lograr mayor igualdad en estas áreas es fundamental, pues piensan que sólo así se beneficiará la sociedad y dejarán de existir desigualdades inaceptables. Vamos a la realidad. En 1995, el Ministerio de Salud tenía 67 mil funcionarios. En 2005 esa cifra subió a 81 mil y a fines de 2018 ya era de 175 mil. Para el mismo período el Ministerio de Educación pasa de 9.200 funcionarios a 37.500. El gasto en salud aumentó 101% y en educación 144%. ¿Resultado? Cada familia, cuando puede, saca a sus hijos de la educación pública, que prefiero denominar “estatal” en vistas al nivel de adoctrinamiento que sufren los jóvenes por parte de los agentes del estado, mal titulados “profesores”. Y no es difícil recordar a quienes mueren en las listas de espera del sistema de salud. En resumen, el estado de Chile aumentó su gasto real en un 70% en una década en que la población no creció más de un 10% y no se observan avances coherentes con el esfuerzo realizado. Pero los que están por el Apruebo creen que poniendo más recursos en los mismos programas fracasados y manteniendo a sus agentes en sus cargos de privilegio, tendremos mayor bienestar. Lo cierto es que parte importante de los recursos se extraen de impuestos al consumo y ese es el origen del malestar de ciudadanos asfixiados por la abusiva extracción de recursos por parte del Estado. Ahora que tiene estas cifras en sus manos, ¿Aprueba o Rechaza?

Nuestra tercera dosis de Apruebo refiere a la mejora de las pensiones. Ésta es de fácil despacho. Quienes quieren imponer un sistema de reparto simplemente son antidemocráticos, puesto que 6 de cada 10 chilenos prefiere el sistema de capitalización individual en un contexto en que se ha demonizado a las AFP sin un contradiscurso que aclare a la ciudadanía cuales son los beneficios y costos de las distintas opciones. Sólo imaginar cuánto cambiaría el porcentaje de apoyo si la información estuviese disponible nos permite concluir que muy pocos aprobarían un sistema de reparto. Lo mismo sucedería si la gente estuviese enterada de que las aguas son bienes nacionales de uso público sobre las cuales se conceden derechos por períodos renovables que no dependen del burócrata de turno, sino del buen uso y pago en los plazos establecidos. Por su parte, la propuesta del Apruebo es que los mismos burócratas que no hacen su trabajo en la implementación de las políticas públicas sean quienes puedan decidir cuándo y a quién le renuevan sus derechos de agua. En otras palabras, estamos frente a un tipo de reforma agraria que destruye el derecho de propiedad sobre la tierra.

Finalmente, decir que muy pocos votarían Apruebo si es que entendiesen que la riqueza no es una torta para repartir cuya existencia está dada de una vez y para siempre. La riqueza es el resultado del constante esfuerzo de emprendedores, trabajadores y empresarios y depende de la existencia de capital disponible para la inversión en nuevos proyectos creadores de empleos. Como nadie que no tenga motivos espirituales, elegiría la pobreza, esta última dosis de Apruebo tendría fuertes efectos en la conciencia del ciudadano que hoy, empobrecido por la pandemia, necesita un país con reglas claras, promotoras del desarrollo de múltiples proyectos de inversión.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/vanessa-kaiser-una-dosis-de-apruebo/

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