27 de septiembre de 2020

 

El tema del momento es la próxima fiesta de la democracia, que nos llevará a ese país justo y solidario que tantos sueñan y muy pocos dudan que pueda existir. Solidario con el dinero ajeno, lógico, no faltaba más. Todos seremos iguales, incluso los distintos. Todo el mundo quiere ser igual al que envidia, vivir la vida del otro, aunque eso realmente no los deje vivir en paz consigo mismo, lo único que realmente tienen.

Entonces, quienes apoyan el rechazo, intentan convencer al despreocupado populacho bárbaro sobre los peligros de aprobar la famosa hoja en blanco, en que mentes ingeniosas, ignorantes y afiebradas intentarán descubrir una nueva forma de relación entre las personas. Un antes y un después de la genial idea constituyente de Barbarilandia, dirán políticos y periodistas.

Convencer a la gallá de estas cosas a última hora, luego de 30 años de inoculación marxista en colegios, universidades y medios de comunicación,  más siglos de catolicismo versión jesuita, aderezado con la consabida viveza criolla, no puede surtir efecto. Quien fue criado bajo este paradigma estatista, reclamón y victimista, no va a comprender nada de lo que le digan a última hora un grupo de fachos pobres. Es arar en el agua.

Este simple escribidor también intenta llevar al respetable público por el recto camino, aunque lo hago como un saludo a la bandera, sin demasiada fe en que quienes viven con las manos delante de los ojos puedan divisar un rayo de luz que los ilumine.

En estos tiempos convulsos que veneran una supuesta modernidad de masas, colocando al populacho en el centro de la historia, no es posible utilizar razones. Twitter no razona. Los matinales tampoco. Las masas nunca lo han hecho ni lo harán, es incompatible con su condición.  

Vivimos unos tiempos modernos en que se ha dejado de recordar a los héroes, para dar paso a la veneración sagrada de las víctimas. Todo el mundo, supuestamente, tiene algo que decir, algo que aportar, algo que reclamar, una deuda que cobrar. Cada cual tiene lo que llaman “su verdad”. Nada es cierto y nada es falso. Nada es bueno ni malo. Todo es relativo, depende de quien lo cuente, quien lo crea y quien esté dispuesto a aceptarlo.

La consecuencia de esta manera de liberarnos de nosotros mismos, al punto de no reconocernos, es lo que vivimos hoy. Grandes masas de ignorantes soñando cada uno su propio sueño, a la medida, a gusto del consumidor. Pero la cruda realidad antes o después los despertará. Ya lo verán.

Es por esta razón que insisto en que solo el caos nos hará libres, al menos hasta que al populacho bárbaro se le pase el miedo, le vuelva la codicia y esté dispuesto a escuchar, una vez más, la misma historia. Esa en que entierran al héroe y entronizan a la víctima. Esa en que ellos son los protagonistas de una historia de fantasía que no se hará realidad.

Fuente: https://blog-de-maximo.blogspot.com/

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