10 septiembre, 2020 

 

 

 

 

 

Andrés Montero
Ingeniero Comercial UCH,
Master en Relaciones Internacionales, The Fletcher School of Law and Diplomacy
Colaborador estable de ABC de Madrid


Al observar objetivamente este capricho de no cambiar la fecha, se puede concluir que las ansias de poder y de aprovecharse de una sociedad debilitada son más poderosas que la racionalidad. El descriterio es transversal, ya no es de izquierda o de derecha.


Cuando nuestro país atraviesa por una crisis sanitaria gravísima, en que no hay claridad acerca de su evolución y consecuencias, los chilenos nos veremos enfrentados en algo más de un mes a participar en un plebiscito. Resulta inaceptable que autoridades de gobierno, ministros, parlamentarios y dirigentes gremiales manifiesten sus preferencias respecto de si votarán Apruebo o Rechazo. Lo grave no es que expresen su preferencia, sino más bien la oportunidad.

No discutiremos aquí la legitimidad del plebiscito, generado por la extorsión de vándalos que pusieron en jaque a la institucionalidad por la vía violenta. Lo realmente inadmisible es que se pondrá a los ciudadanos ante un dilema que enfrenta el compromiso cívico que significa ir a expresar una preferencia con los riegos evidentes de contagio. En estos momentos en Chile miles de personas están contagiadas, diariamente mueren decenas de personas por los efectos de la pandemia y a pesar de los esfuerzos de la autoridad sanitaria, no sabemos realmente qué pasará en los próximos meses. En consecuencia, parece prudente y de toda lógica postergar el plebiscito por un período a definir en función de la evolución de la crisis.

Este no es un tema de oportunismo político, no es un tema de cálculos electorales, sino de sentido común. Si lo que se pretende es hacer una nueva Constitución, y partir de cero, no hay una necesidad urgente de hacerlo en medio de una crisis que afecta a todo el país. Esta imposición de hacer el plebiscito en octubre afectará tremendamente a adultos mayores, a enfermos, a personal de la salud, etc.

Al observar objetivamente este capricho de no cambiar la fecha, se puede concluir que las ansias de poder y de aprovecharse de una sociedad debilitada, son más poderosas que la racionalidad. Quien recorra el país en estos días constatará que nuestras ciudades están muy afectadas por la contingencia. Las medidas de distanciamiento social, la imposibilidad de celebrar nuestras fiestas patrias y la suspensión de diversas actividades no hacen más que anticipar que el plebiscito tendrá baja participación ciudadana. El país requiere de tranquilidad para llevar adelante un proceso eleccionario normal. Evidentemente, la crisis sanitaria no aporta a esa normalidad. Como que se ha generado un “desafío” de llevar adelante un plebiscito en medio de la crisis y después anunciar con bombos y platillos que se logró el objetivo.

La pregunta atingente es: ¿Quién se hará responsable si el evento eleccionario genera un aumento de los contagios? Las actividades proselitistas previas también constituyen riesgos innecesarios de contagios. Otro aspecto que sorprende es que ni siquiera la autoridad sanitaria, que debería privilegiar lo técnico por sobre lo ideológico, tampoco muestra claridad y determinación. El descriterio es transversal, ya no es de izquierda o de derecha. Toda esta realidad deja al descubierto que nuestra institucionalidad para proteger a las personas en estas contingencias no existe, o no se aplica. Por todo lo antes mencionado, no cabe más que catalogar al próximo plebiscito como inmoral.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/andres-montero-plebiscito-inmoral/

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