12 noviembre, 2020 

 

 

 

 

 

Luis Larraín
Economista


La irritante costumbre de este gobierno de desconocer sus derrotas y subirse al carro del triunfador se repitió. Pareciera que siempre hay en el elenco del oficialismo alguien dispuesto a seguir la máxima de Groucho Marx cuando decía: “Estos son mis principios; pero si no le gustan, acá tengo estos otros”.


Por 130 votos a favor, 18 en contra y 2 abstenciones, la Cámara de Diputados aprobó un segundo retiro de fondos desde las cuentas de AFP. Este proyecto, que ahora pasará al Senado, fue hace un tiempo calificado unánimemente por todos los expertos previsionales como una pésima iniciativa que perjudicaría a los afiliados al sistema rebajando sus expectativas de pensión, excepto a los más ricos, que recibirán un regalo del Fisco al retirar algo más de 4 millones de pesos sin pagar impuesto alguno por esos ingresos.

Para entender lo que vivimos en el Chile de hoy, ya que la aprobación en el Senado parece inminente, es importante hacer la trazabilidad de este proyecto, que nos permita entender situaciones tan insólitas como que los parlamentarios del Frente Amplio defiendan con dientes y uñas una exención tributaria para los más ricos que en otras circunstancias habrían criticado con dureza y estén dispuestos a que las pensiones caigan cerca de un 30%, como ha calculado el experto David Bravo. El seguimiento de las actuaciones de diversos personeros durante la tramitación del proyecto nos permitirá, además, juzgar la forma como el gobierno de Sebastián Piñera y la oposición a éste están desarrollando su función política, pues en esas manos nos encontramos los chilenos.

Es importante entender que esta iniciativa, que se presenta como el retiro del 10% de los fondos acumulados en las cuentas de AFP para ayudar a quienes retiran a afrontar la crítica situación económica que enfrentarían con ocasión de la pandemia, no es un retiro de 10% ni tampoco es para enfrentar la pandemia. Ese es el nivel de impostura al que ha llegado a política en Chile.

La mayoría de las personas ha retirado un porcentaje mucho mayor de su cuenta, dados los mínimos que la propia ley establece. Y tal como se refleja en las ventas del comercio de televisores, automóviles e incluso departamentos, el destino de los fondos retirados no es paliar la falta de ingresos por la pandemia, que el gobierno ha cubierto con otros instrumentos, sino destruir el sistema de pensiones para establecer un régimen de reparto. Los propios afiliados, a través de encuestas, declaran que el uso de esos fondos se dirige fundamentalmente a consumo e inversiones que nada tienen que ver con la pandemia.

Por eso, porque el objetivo no es paliar los efectos de la pandemia sino destruir el sistema de AFP, al primer retiro se suma este segundo, y ya se habla de un tercero. La idea ha sido, desde el primer día, vaciar de dinero la mayor cantidad de cuentas posibles de manera de provocar la total desafección de esos afiliados con el actual sistema. Por ello este ataque comenzó con cuatro mociones distintas, presentadas por parlamentarios del Frente Amplio y de otros partidos de izquierda.

Hay dos diputados que han tenido una actuación protagónica en la tramitación de este proyecto. Una es Pamela Jiles, autora de una de las mociones, que ha amenazado públicamente al ministro de Hacienda por oponerse con fuerza al proyecto y ha utilizado al diputado Matías Walker para un barrido y un fregado. Resulta preocupante para el futuro del país y de la economía que una diputada como Jiles, más cercana a la farándula que a las ideas, se imponga a Ignacio Briones en la discusión de políticas públicas.

Matías Walker, que ejerce la presidencia de la Comisión de Constitución del Senado, ha utilizado de manera espuria su cargo para burlar la Constitución en la determinación de los quórum para aprobar la primera de estas mociones, donde se impuso al entonces diputado Jaime Bellolio, quien afirmaba que no eran artículos transitorios, como planteó Walker, sino que artículos permanentes, que cambian entonces aspectos de la Carta Constitucional en sus capítulos que requieren un quórum de 2/3 y no de 3/5. Ello, además de utilizar un resquicio al burlar la iniciativa exclusiva presidencial en la legislación de seguridad social por la vía de presentar una reforma constitucional.

Pero lo más grave es que Walker le mintió al país. En su argumentación para justificar su decisión acerca de los quórum dijo que esta era una reforma constitucional que versaba sobre artículos transitorios, pues el retiro sería excepcional y por una única vez. Esa afirmación, que consta en artículos de prensa, le valió la calificación de cobarde de su colega Pamela Jiles empeñada en lograr la aprobación del segundo retiro, elemento clave en su estrategia. Entonces el diputado Walker, presionado por la izquierda, cambió de opinión y no sólo admitió a tramitación este proyecto que según sus primeros dichos era inconstitucional, sino que votó a su favor y celebró el triunfo. Su conducta fue premiada por la diputada Jiles quien lo calificó de “presidenciable”, para satisfacción del diputado.

Si bien las huellas dactilares de los diputados Walker y Jiles han quedado registradas en la historia de este crimen a las políticas públicas, el desenlace pudo ser distinto si otra hubiese sido la actitud del gobierno del Presidente Piñera y los parlamentarios oficialistas. Con la excepción ya mencionada del ministro Briones, el equipo de gobierno no fue capaz de defender sus fueros y reclamar la iniciativa exclusiva presidencial en materia de seguridad social, ni de disputar los quórum que requería su aprobación, recurriendo al Tribunal Constitucional. La excusa de que ni siquiera tenía los votos para defender el quorum de 2/3 es torpe y falsa, pues cuando debió recurrir, sí los tenía. Parecía que el gobierno estuviera buscando los caminos para perder, debilitando cada vez más su posición. La manera como comunicó en el primer retiro su decisión de claudicar se repitió en este segundo retiro. El ministro de la Presidencia dijo que el gobierno no era sordo a la opinión de las mayorías. Lo que no dijo es que también era cobarde. La irritante costumbre de este gobierno de desconocer sus derrotas y subirse al carro del triunfador se repitió. Pareciera que siempre hay en el elenco del oficialismo alguien dispuesto a seguir la máxima de Groucho Marx cuando decía: “Estos son mis principios; pero si no le gustan, acá tengo estos otros”.

La responsabilidad del gobierno, en cualquier caso, no exculpa a los diputados oficialistas que decidieron aprobar el retiro, incluso argumentando algunos de ellos que lo consideraban una mala política, pero que intentarían mejorarlo con indicaciones. Ellos sabían que éstas se perderían, de modo que su justificación es débil y aquí demostraron la materialidad de la que están hechos. Hay ocasiones en que deben hacerse gestos de liderazgo y no sumarse al rebaño.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/luis-larrain-la-ruta-de-la-verguenza/

.