15 marzo, 2021 

 

 

 

 

 

Pilar Molina
Periodista


Este ex socialista de Almeyda e hijo de un suboficial del Ejército que integró la DINE (ironías de la vida), pero no lo crió, es un mago en la estrategia de polarizar y tensionar. Experto en usar la institucionalidad para destruirla, ahora va tras la Convención Constituyente.


Estábamos en la playa caminando y un nieto de 7 años me comentó que en los letreros en los postes salía “se buscan vivos o muertos”. Le di un discurso que eso se veía en las películas, pero en el mundo civilizado, que no es el far west, no andamos armados, ni recibiendo recompensas por matar a maleantes, sino que las cuestiones se resuelven de otro modo. Poco más allá me mostró otro cartel similar y quedé estupefacta porque la frase era textual –“se buscan vivos o muertos”- y se incluían las fotos individuales del equipo directivo del Colo Colo. Allí tuve que entrar a picar hondo y explicarle a mi nieto las garantías con que opera el sistema democrático.

Lamentablemente, el diputado Hugo Gutiérrez usa esas garantías para destruirlo con las notificaciones de los tribunales que no pueden ubicarlo. Después de los sucesivos y públicos intentos, tiene el desparpajo de instar a cumplir la pega de notificarlo y que cuando eso ocurra, él va a comparecer.

Tiene dos causas recientes, una porque, circulando por la calle con su familia y sin ningún permiso, se negó a ser controlado durante la pandemia y amenazó a los uniformados: “Yo lo controlo a usted. Soy más autoridad y tengo que denunciar a quien me controla”. Y la segunda, porque en un ataque habitual a las FFAA y Carabineros, ahondó que la Armada “es un grupo de asociación ilícita terrorista, que hay que disolverlo”, acusándola de “genocida” del pueblo chileno a punta de cañonazos. Nada diferente de lo que dice del Ejército.

El jueves pasado no concurrió a la audiencia de conciliación, acusado de injurias por un grupo de 33 ex oficiales de la Armada.  Tampoco se presentó días antes a la segunda audiencia de formalización por los delitos de amenaza a la autoridad y omisión de cooperación. Y, ¿que pasa? Nada, se discute cómo continuar (¿citarlo bajo apercibimiento de arresto?) con una persona que usa una garantía ineludible del sistema penal, como es la notificación, para burlarse de la ley.

Está lleno de sujetos así, que usan combos y galletas para destruir el principal monumento de Chile. El problema es que este es diputado desde 2010 y tiene una predilección por la violencia que no es inocua, empezando por sus peticiones de renuncia al Mandatario. Y no son sólo de sus dichos, como tratar de “idiota” al Presidente y a quienes lo votaron en 2013, sino que publicar tuits apoyando la imagen de un ataque a un auto de carabineros, o el dibujo de un niño disparando al Presidente. O aparecer en un video donde se está produciendo el ataque a un cuartel de la Fach. “Cuando la tiranía es ley, la Revolución es orden”, es otro de sus tuits, repitiendo lo que dice un lienzo con que manifestantes cortan la ruta a Casablanca.

Otra dificultad es que el sistema no parece tener herramientas para neutralizar su incitación a la violencia. Los tribunales nunca lo han desaforado cuando ha sido acusado de injurias. El Tribunal Constitucional tampoco consideró suficiente sus acciones para destituirlo, como le solicitó un grupo de parlamentarios de Chile Vamos. Gutiérrez tampoco permitió ser notificado de esa acción en su contra, no reconociéndole competencia al Tribunal Constitucional, pero presentó un recurso de protección ante los tribunales y se querelló contra dos de los miembros del órgano constitucional, para obligarlos a inhabilitarse, lo cual logró.

El diputado comunista es un campeón para judicializar la política. Tiene más de 30 querellas criminales contra políticos. Persigue a sus adversarios oficialistas (Orpis, Longueira o Van Rysselberghe), pero también a los de izquierda los revuelca, usando los tribunales. Al senador Fulvio Rossi le tiró ¡10 querellas!

Aún antes de asumir el segundo período, puso al candidato Piñera en el banquillo de los acusados, imputándole usar información privilegiada sobre el litigio con Perú en La Haya para hacer una inversión en una pesquera peruana. Usa los derechos humanos como arma para inhibir la acción del Estado y cumplir con su deber de reprimirla y dar seguridad a la población. Acusa al Presidente de “incitar al odio y promover una escalada de violaciones a los derechos humanos”, y promueve todas las querellas por lesa humanidad contra las autoridades a cargo del orden público.

Este ex socialista de Almeyda e hijo de un suboficial del Ejército que integró la DINE (ironías de la vida), pero no lo crió, es un mago en la estrategia de polarizar y tensionar. Cualquier causa sirve: los pueblos originarios, la mujer, los derechos humanos, las AFP, las protestas…  Habla por todos y divide entre buenos y… sería muy suave decir “malos”, más bien, asesinos.

Experto en usar la institucionalidad para destruirla, ahora va tras la Convención Constituyente. El PC no apoyó el acuerdo democrático que la generó, aunque no estaba en el programa del actual gobierno, y ha llamado a “rodearla”, lo que rima con la acción amenazante de Gutiérrez. No puede reelegirse este otro año, porque lleva 3 períodos, pero en el grupo que hará la nueva Constitución puede usar su temperamento para inhibir, amenazar e impedir que en la discusión se alcancen acuerdos por dos tercios de sus miembros. Como lo han confesado en el PC y el Frente Amplio, el objetivo es que las cuestiones esenciales del ordenamiento se definan por mayoría simple en el próximo mandato presidencial. Si la izquierda gana nuevamente la mayoría del Congreso en noviembre, veremos al constituyente Gutiérrez (si es electo) polarizando la discusión para que esos acuerdos no surjan.

El cáncer, cuando no se extirpa a tiempo, se convierte en metástasis y aniquila a su víctima.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/pilar-molina-se-busca-vivo-o-muerto/

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