Karin Ebensperger


"Quien no está dispuesto a perseguir con honestidad el interés nacional no debería tener lugar en la vida pública.


A mi querido padre le oí siempre decir que la base de todo en la vida es la confianza. Sea en las relaciones personales, en la economía o en la política, sin confianza no hay cariño, ni progreso, ni paz.

Eso es precisamente lo que tenemos que recuperar en Chile. Nuestro país es bien evaluado en varios aspectos, pero saca mala nota en los grados de confianza interpersonal y en las instituciones. Y será imposible mejorar confianzas si no elegimos políticos que, desde sus altas tribunas, sean los primeros en dar ejemplo de rectitud.

Si valoramos la democracia —y esta se refiere a la elección de quienes nos representan en los poderes del Estado—, no debemos aceptar que los elegidos abusen de la confianza conferida. Así como en educación lo más esencial es el profesor y su relación con los alumnos, en una democracia representativa la piedra fundamental es el político y su relación con los representados.

¿Alguien en Chile piensa que la mayoría de nuestros políticos y parlamentarios son serios, honestos, probos, austeros, esforzados, diligentes, estudiosos, comprometidos, es decir, confiables? Es injusto hacer una crítica general —hay políticos muy respetables—, pero también abunda la frivolidad, a costa de la fe pública y del gasto del Estado. La política no es cualquier profesión: es el fundamento de la vida en sociedad, y, como decían los griegos, debería ser la más noble de las profesiones.

Si pensamos en el origen, en por qué existen los políticos, se debe a que la ciudadanía, por su masividad, no puede gobernarse a sí misma: se tiene que hacer representar. Y si estamos dispuestos a delegar las grandes decisiones de Estado en ellos, debemos exigirles representarnos bien. La misión principal de un político es perseguir el bien común, que se refiere a crear las condiciones y facilidades para que las personas puedan desarrollar en paz su propia vida y perfeccionarla según sus intereses en los diversos ámbitos. El buen político debe propiciar el interés general y lograrlo al más alto estándar de acuerdo a los medios disponibles. Un verdadero estadista concentra la autoridad que se le ha conferido para conseguir ese bien común; su disciplina, capacidades y esfuerzos son esenciales para el progreso y cohesión de la sociedad.

Un político que no está dispuesto a perseguir con honestidad el interés nacional no debería tener lugar en la vida pública. Nunca, pero menos en pandemia, debemos aceptar políticos que actúan con mezquindad, cálculo personal, oportunismo y banalidad.

Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2021/04/12/87359/Lo-que-esperamos-de-un-politico.aspx

.