Lucía Santa Cruz


Soy anticomunista exactamente por las mismas razones por las cuales el nazismo me parece una doctrina aberrante.


No me identifico con quienes temen ser clasificados como anticomunistas. Lo soy. Y exactamente por las mismas razones por las cuales el nazismo me parece una doctrina aberrante. Ambos son igualmente totalitarios, comparten como dogma esencial la idea de una dictadura: racial en un caso, de clase en el otro; quieren destruir —y así lo han hecho siempre allí donde han triunfado— lo que han sido los mayores procesos civilizatorios en la historia de la humanidad, que son el imperio de la ley, la democracia y el respeto a los derechos humanos de todos. Y todo ello a un costo estimado de entre 80 y 100 millones de vidas humanas, por hambre, guerras civiles o asesinatos, incluidas las purgas entre sus propios militantes.

Por eso, es difícil entender que en el pasado haya habido partidos democráticos dispuestos a entrar en alianzas y pactos electorales con el PC chileno: se aduce que aquí siempre ha actuado democráticamente. Pero esto olvida que la Unidad Popular socavó gravemente las bases de la democracia por medio de políticas y actos ejecutados para cambiar radicalmente el sistema económico, social y político, al margen de los procedimientos democráticos y del Congreso, por medio de resquicios legales y una mezcla de violencia y de hechos consumados; y que, hasta el último, era partidario de la vía armada en vez de la transición pacífica, internaba armamentos y estaba dispuesto a provocar un enfrentamiento civil, porque ello facilitaría el derrumbe del modelo imperante. El PC chileno fue siempre el más fiel y disciplinado aliado de la Unión Soviética, incluso bajo el estalinismo; el único partido comunista occidental que aplaudió la invasión de Checoslovaquia y que, aun en sus congresos más recientes, reivindica la lucha armada como una alternativa viable, para lo cual sus cuadros reciben entrenamiento militar.

Los movimientos políticos no son separables de sus creencias y doctrinas, ni de sus objetivos declarados o de los métodos que estiman aceptables. El PC chileno se define a sí mismo como marxista y leninista y ello no es una proclamación vacua, pues implica ciertas convicciones y propósitos, en los cuales sus cuadros son adoctrinados. Eso nos obliga a tratar de dilucidar, aunque sea mínimamente, lo que ello significa. El marxismo estima que la propiedad privada de los medios de producción es la causa de la desigualdad, que el capitalismo se funda en el robo del trabajo humano y que esto conduce a un sistema de explotadores y oprimidos. De ahí fluye que el motor de la historia es la lucha de clases, lo cual no permite acuerdos y consensos con otras fuerzas políticas representantes de intereses espurios (salvo tácticamente), sino, por el contrario, conlleva la “agudización de las contradicciones” y del conflicto social.

El leninismo es una doctrina política que incluye explícitamente la dictadura del proletariado, el uso de la violencia, el terror y la revolución. Considera necesaria “la abolición de la propiedad burguesa”, la destrucción del capitalismo y su reemplazo por una economía centralizada; e incluye “el derrocamiento de la supremacía burguesa y la conquista del poder político por el proletariado” para “aplastar a los opresores; la represión por la fuerza y la exclusión de la democracia para los explotadores y opresores del pueblo, pues este es el cambio que sufre la democracia durante la transición del capitalismo al comunismo”. Y para quienes han respirado aliviados (y me imagino otros frustrados), porque el programa del candidato comunista no incluye la palabra nacionalización, es necesario recordar que los objetivos anhelados no exigen necesariamente la estatización de los medios de producción. Lenin sostiene que simplemente “hay que destruir a la burguesía aplastándola entre dos piedras de molino: los impuestos y la inflación”.

Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2021/07/02/89522/pc-el-marxismo-y-leninismo.aspx

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