Remigio Pardo


La definición de "negacionismo", en el ámbito psicológico es, "la acción de negar la realidad para soslayar una verdad incómoda".

El profesor  Paul O'Shea, de la Universidad de Aarhus, Dinamarca, sostiene que el "Negacionismo, es el rechazo a aceptar una realidad empíricamente verificable. O sea, es en esencia un acto irracional que niega la validación de una experiencia o evidencia histórica".

Entonces "negacionismo" es básicamente otra forma de desinformación. Es otra forma de crear una nueva realidad política, social y económica, creando una figura falsa del pasado, una post verdad. Se niegan siglos de conocimiento y experiencia, anulando y/o reinterpretando la historia y la información.

Como barrera protectora a esos embates negacionistas y desinformadores está el conocimiento real de la  historia y la información.

Y para poseer información real y objetiva de la realidad es necesario tener un conocimiento testimonial veraz. El problema es que este conocimiento no siempre está a disposición de todos, ya que en nuestros entornos existen muchos elementos distorsionadores, mucho ruido y demasiada basura informativa e innumerables mensajes cuyo contenido es intencionalmente manipulado. En consecuencia a esa información falsa se le llama desinformación, cuyo objetivo es "distorsionar la información", ya sea trastocando o sesgando los hechos y/o reinterpretando la historia. Acción que se realiza de múltiples formas, con diferentes métodos, a través de un sinfín de medios y con variados artilugios que son difundidos con maquiavélicos propósitos para alterar la realidad, cambiar el sentido de esa información, reajustar nuestras creencias, alterar nuestros principios y valores, reinterpretar tanto nuestros deberes como nuestras obligaciones y así alterar nuestros más íntimos sentimientos, nuestra verdad y nuestra cultura; ya que a través de la desinformación se construye una "nueva realidad". En definitiva realizar una mentira o falsedad con el mayor descaro y a sabiendas del engaño.

Hoy los desinformadores tienen como objetivo apropiarse de la cultura cristiano occidental, sus creencias, sus leyes, los principios, deberes y derechos de todos, condenando a los ciudadanos a una forma de gobernanza vanguardista en donde todos son esclavos de esas leyes engendradas con engaños. Ellos son quienes buscan sesgadamente dictar y redactar las nuevas obligaciones y disposiciones que nos regirán, son entonces quienes pretenden confeccionar las nuevas tablas de la ley.

Buscan re-escribir nuestra historia con una nueva verdad, que ellos construyen. Donde todo aquel que disiente, ya sea, por conocimiento, por experiencia o testimonio de esa verdad histórica... lo tildan de "Negacionista",  se les descalifica, se les funa y  finalmente  se les condena a un severo castigo (solo basta  conocer nuestra actualidad para tener testimonio de esto) despreciando la libertad de aquellos que transitan en pos de lograr sus sueños y esperanzas, de un mejor mañana para sus familias y de un futuro digno para todos y cada uno de nosotros.

La desinformación, responde a una estrategia determinada, con objetivos de desestabilización que ponen en riesgo los valores e instituciones democráticos.

La desinformación está de plena actualidad, (lo vemos en nuestro país sobre todo al encontrarse en un proceso de elecciones y cambio, se miente y desinforma con el mayor descaro...lo hemos visto en televisión y en los debates...),  ha entrado de lleno y con fuerza en la vida política, económica y social, en nuestra esfera privada y en nuestro lenguaje habitual.

La desinformación, es una técnica que va asociada al concepto "post verdad". Denominación que solo se puede considerar como sinónimo de una "Nueva Verdad”... en simple, es una mentira emotiva, es la distorsión deliberada de la realidad cuyo fin es crear y modelar la opinión pública con el propósito final de influir en las actitudes sociales. Una realidad en la que los hechos objetivos y técnicos tienen menos influencia que las apelaciones emocionales. Y las apelaciones emocionales siempre se encuentran en simbiosis con determinados objetivos ideológicos, políticos y estratégicos.

Entonces, las preguntas son: ¿qué es verdad ?...y... ¿qué es falso?

¿Cuál es la real interpretación y los objetivos surgidos a partir de la interpretación de un hecho o evento? ¿Cuál es la realidad veraz cuando son difundidas determinadas noticias por el relativismo posmoderno, donde no existe una única verdad, sino varios tipos de narración?

Ya decía Nietzsche que no existen los hechos, solo las interpretaciones. Hoy las opiniones son sagradas y los hechos, opinables. Justo lo contrario de lo que enseñan algunas facultades de periodismo, cuya máxima es “los hechos son sagrados y las opiniones, libres”, es decir,  en el presente un hecho veraz siempre estará sujeto a una mirada política y filtrada de acuerdo a esa determinada mirada, siempre un hecho o una acción tiene una interpretación subjetiva de acuerdo al sujeto que la entrega.

Entonces, ya que la verdad es poliédrica, ella es difícil de definir y de atesorar, además, al perderse la confianza en los expertos y en su expertise y paralelamente al existir una carrera de los comunicadores por apropiarse del relato y por ser ellos portadores de nuevas verdades, resulta complejo saber cuál es una versión veraz

Podemos decir que, de acuerdo a nuestro pensamiento, actualmente vivimos en un mundo de posverdad en el que cada uno elige su propia verdad. En este sentido, esa posverdad nos conduce fácilmente al engaño.

Hace algún tiempo, mentir era falta grave, mal visto. Así nos enseñaban, con una visión cristiana, que mentir era pecado y como tal se  la condenaba. Actualmente la mentira ha perdido esa connotación negativa, y en el presente es de uso frecuente (fake news) Más aun, actualmente, en un mundo donde los algoritmos de Facebook o Google marcan y facilitan el camino de la información y de la desinformación, mermando la capacidad crítica. Es la máquina la que tiende a pensar por nosotros y ha acabado por contagiar nuestra forma de razonar. Las redes sociales han pasado de ser espejo del mundo a convertirse en su directriz. Han pasado de reflejar la vida real... a nutrirla con sus modos y sus formas, devolviéndonos nuestra propia realidad jerarquizada, una realidad donde los medios tradicionales, que apelaban siempre a los hechos, han perdido ese rol de verificadores.

Nos hemos acostumbrado a comunicarnos mediante las redes sociales y a informarnos mediante ellas, donde estas imponen el  mensaje corto, ellas imponen brevedad. La brevedad del WhatsApp ha desterrado al email, que ya aniquiló al fax, y éste, a su vez, al papel que hoy muy pocos usan.

Cada vez se escribe menos, se argumenta menos, se piensa menos; la información está encapsulada en mensajes cada vez más cortos, que llegan más rápido. La forma ya no es relevante, ni la sintaxis ni el estilo, ni siquiera la ortografía hoy importa. Lo que solo importa es el mensaje... mensaje siempre urgente, que llegue rápido y, a veces, incluso sin escritura, porque para eso están los emoticones.

El éxito lo posee la máquina, la tecnología señala el camino: "brevedad". El mensaje va encapsulado en una frase corta, contundente. Brevedad y contundencia, velocidad y eficacia, conceptos que vuelven a situarse por encima de la verdad en la escala de valores.

En este contexto, ¿a quién le importa decir la verdad cuando lo único importante es que lo crean?

No importa que se divulguen falsedades completas, lo importante es que parezcan verosímiles. De este modo, la falsedad, lo fake, que cuenta con la ubicuidad que le aporta la tecnología, contamina todas las esferas de nuestra vida: la comunicación, la política, la economía, el pensamiento, las decisiones e incluso nuestra vida privada. Entonces es cuando la falsedad se vuelve más sutil, más compleja, sobre todo la que ha sido creada con una intencionalidad táctica y la que responde a una estrategia y persigue determinados objetivos, es cuando podemos hablar de desinformación y/o Negacionismo.

La desinformación está presente en la vida política, económica y social, en nuestra esfera privada y en nuestro lenguaje habitual.

En cada época, desde el ayer con la pluma hasta hoy con la electrónica y el ciber-espacio se han difundido falsedades y emitido propaganda.

Hoy la revolución digital lo ha cambiado todo y se producen más noticias que nunca y se difunden a mayor escala mundial o local. Noticias que circulan a más velocidad y más eficazmente gracias a una potente infraestructura técnica que hace uso de nuevas prácticas comunicativas que se adaptan con mucha flexibilidad a un comportamiento social cambiante.

Ahora las noticias transitan sin filtro por las redes y las genera más gente. Con las redes cada individuo se ha convertido en un medio de comunicación en sí mismo que solo difunde aquello con lo que está de acuerdo, las más de las veces sin detenerse a pensar. Puede, de manera consciente, reinterpretar determinadas informaciones para reafirmar sus propias opiniones y emplear un lenguaje manipulado, ligado a las emociones, que crea en consecuencia una nueva realidad, la realidad lograda mediante la manipulación tecnológica.

La gran paradoja es que hoy con la actual tecnología, los ciudadanos viven y solo están inmersos y en contacto con ideas u opiniones que coinciden con las suyas y este es el reto, traspasar estás barreras.

Al estar en un mundo en cambio, en evolución permanente y en donde hace décadas se encuentran en discusión las normas y los esquemas establecidos, es cuando nuestra democracia, cual castillo de naipes, está dejando al descubierto muchas de sus vulnerabilidades. En esa instancia, no existen, hoy por hoy, recetas infalibles contra la manipulación de la información.

No obstante, resulta evidente que nuestras mejores armas se basan en la convicción, en la capacidad y fortaleza de nuestros propios principios. La mejor receta frente a la posverdad, es buscar la honestidad y transparencia en la vida pública, esto es lo que hoy más que nunca es una responsabilidad ciudadana.

En consecuencia, no tenemos otra opción más que persistir en la voluntad colectiva e individual de ser capaces de fortalecer nuestra resiliencia democrática con un sentido republicano.

Ese es el objetivo final, un liderazgo donde nuestro norte, nuestro horizonte, sea la libertad, el orden, la familia, la patria y el bien común para todos y cada uno de nosotros.

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