Abril 9, 2022

 

 

 

 

 

 

Nicolás Pavez


Ante las recientes declaraciones de Ricardo Lagos sobre la dirección que ha tomado la futura constitución, muchos de quienes desde el día uno han apoyado el #Rechazo celebran con optimismo lo que puede representar un cambio de actitud hacia el documento. Sin embargo, tal optimismo debe aplacarse ante la realidad de que, en Chile, la interpretación de los hechos que construyen la “opinión pública” no desciende de pensadores ni grandes personalidades intelectuales, sino que de los conductores de matinales.

Las ideas y la consecuente estructura valórica que una sociedad practica, descienden en la actualidad principalmente de los actores que dominan en los medios de comunicación. La definición a grandes rasgos de “lo que es bueno y malo” pasa por la interpretación de los hechos que hacen los comunicadores estrellas de un país. Hitler pudo llegar a grandes masas y compartir su ideario gracias a la existencia de la transmisión radial. Donald Trump alcanzó a millones en el mundo gracias a Twitter. Mientras un mensaje es repetido por quien más seguidores tenga, ese mensaje será la tendencia.

Para el caso chileno, la televisión sigue siendo el punto de encuentro de toda la sociedad chilena. Aun es el medio con mayor audiencia. Es en ella donde se “setea la agenda país”, donde se define quiénes son los buenos y quiénes son los malos. En las teleseries de TVN por ejemplo, durante décadas, el imaginario de heroes y villanos ha estado cargado hacia los marcos teóricos de izquierda; “el empresario rico malo versus el poblador pobre bueno“. Tal como vimos con lo que los medios denominaron “estallido social” (el mismo término no es más que una mera interpretación, no es una verdad absoluta e irrefutable), los hechos se interpretan de una forma y el espectador, incapacitado de ejercer una respuesta, tan solo puede adoptar el marco teórico que se emite en TV. Mentalidad de ganado o presión social le llaman. La vida es más fácil si no se contradice lo que se percibe como mayoritario.

Los actos de violencia masiva efectuados el 18 de octubre fueron interpretados por los medios como “un acto legítimo de reivindicación de los oprimidos”. Tal fue la insistencia en este punto que la mayor parte de la población suscribió a esa narrativa llevándonos el desastroso punto en el que nos encontramos: a punto de perder libertades individuales y el respeto a la propiedad privada, pilar de la sociedad civilizada.

El problema de la derecha y de quienes piensan que la opinión de Ricardo Lagos puede cambiar el rumbo de la constitución es que desestima que la opinión última de la ciudadanía con respecto al mamotreto constitucional será definida por el César, “los” Julio César de la TV (por “los” Julio César me refiero a todo comunicador popular de matinal, no solo a Julio César Rodríguez). No importa que los artículos aprobados sean a todas luces irracionalidades cargadas de populismo y palabrillas para la galería, como muchos personajes serios han expresado una y otra vez (Weissbluth, Warnken, KaiserLanderretche, Lagos, Aylwin, etc). Si la tincada de “los” Julio César es que la nueva constitución es “virtuosa” y las supuestas falencias que se denuncian son simples “campañas del terror de la derecha”, lo más probable es la opinión pública acepte esta interpretación como verdadera y se apruebe el documento. Dado el carisma de los personajes (Julio César votado varias veces como el personaje más confiable y buena onda de la TV), el televidente no ejerce mayor raciocinio que el de confiar en la palabra de César dado que el tema en sí contiene una complejidad difícil de incorporar, más aún en un país donde la lectura y el conocimiento cívico escasean.

Quines por años han dedicado su vida al entendimiento de asuntos políticos, de la filosofía detrás de ellas, ven con horror cómo su expertise es descartado al aplicarles la etiqueta de “facho que trabaja para el sistema”. Ya lo vivió Cristián Warnken, un tipo moderado (y de izquierda), quien ante la alarma encendida por el documento irracional ha sido tildado de “facho”. Lo mismo pasará con Ricardo Lagos o cualquier otro que encienda la alarma.

El “reaccionario” Cristián Warnken contra el Justiciero Social Mauricio Jurgenssen.

La decisión que más importa, o más bien, la interpretación que más importa en el Chile de hoy no es la de intelectuales ni expertos constitucionalistas sino la del juez “neutral” (y sumamente simpático!) “los” Julio César Rodríguez. Si los convencionales de izquierda logran convencer a Julito de que el documento “es serio, factible, justo y necesario”, podremos decir adiós a la actual constitución. La batalla por la conciencia de Chile no se juega en un parlamento, se juega en convencer a un puñado de actores comunicacionales clave. Llegada la hora ¿qué dirá el César sobre el nuevo documento? ¿pulgar hacia arriba o pulgar hacia abajo?

Fuente: https://elvillegas.cl/la-ultima-palabra-la-tiene-el-cesar/

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