Sergio Muñoz Riveros


Es duro señalarlo, pero en apenas 5 meses la institución presidencial se ha erosionado gravemente. No habíamos conocido un caso de hundimiento tan rápido de la credibilidad del liderazgo. Y esto ocurre en un momento en el que, como consecuencia de los equívocos y los oportunismos acumulados durante la prologada aventura constituyente, la nación chilena ha llegado a un punto en el que está en riesgo hasta su integridad.


En un momento de tensión política como el que estamos viviendo, cuando faltan pocos días para el decisivo plebiscito del 4 de septiembre y es indispensable resguardar la corrección de los procedimientos institucionales, el presidente de la República muestra, una y otra vez, no tener verdadera conciencia de la situación que enfrenta el país, ni tampoco de la responsabilidad que deriva de su cargo.

Luego de la operación para maquillar el proyecto oficialista de nueva Constitución, en la que participó directamente, Boric dijo que el triunfo de la opción Rechazo “es un camino más incierto, porque vamos a tener que ir por un nuevo proceso constituyente porque el pueblo de Chile ya se pronunció al respecto. Chile quiere una nueva Constitución escrita por un órgano electo para esa materia”.

Boric repite esa falsedad con la intención de intimidar a los electores con una perspectiva de inestabilidad, para forzarlos así a respaldar su proyecto. No puede ser más desestabilizador que él interprete las reglas a su amaño. Si gana el Rechazo, terminará el proceso constituyente iniciado con la reforma constitucional de diciembre de 2019, y el país seguirá funcionando de acuerdo a la legalidad vigente, en cuya base están las normas de la actual Constitución, las mismas que a él le permitieron llegar a ser jefe de Estado. No tiene que repetirse el proceso y elegirse otra convención, y así, indefinidamente, como si el país fuera un laboratorio.

Es inadmisible que Boric actúe como si el Congreso Nacional no existiera, postura que solo puede explicarse por el cálculo partidista: si en el Senado hubiera unos 20 representantes del FA y el PC, y no 3, el oficialismo no buscaría eliminarlo. El país cuenta con instituciones plenamente vigentes, que tienen la obligación de resguardar el Estado de Derecho y asegurar la estabilidad. Si gana el Rechazo, el Congreso recuperará la potestad constituyente que nunca debió ceder y, junto al presidente, deberá estudiar el mejor modo de reencauzar el debate constitucional. Y ya es hora de poner coto al populismo y dejar de jugar con la paciencia de los ciudadanos.

A la luz de todo lo visto, surgen enormes interrogantes acerca de cómo reaccionaría Boric frente a una crisis política en forma. Si llegó a decir en Colombia que la actual Constitución, en la que se sostiene su mandato, está agotada, quiere decir que carece completamente de sentido de Estado. En los hechos, estimula a los extremistas como Llaitul y a los golpistas de cualquier signo para que actúen como si Chile se encontrara en tierra de nadie.

En los días que restan para la votación, Boric hará todo lo posible, incluso lo vedado, para inclinar la balanza a favor de su opción. Y la única explicación para que actúe así es que el proyecto de Constitución elaborado por los abogados del FA constituye su verdadero programa de gobierno. En otras palabras, el camino que él le ofrece a Chile es la creación de un Estado Plurinacional, cautivo del indigenismo, promotor de la desigualdad ante la ley, creador de autonomías territoriales indígenas, que anticipan una fractura muy dolorosa en la vida nacional y, además, apoyado en un sistema político que fue armado para favorecer los intereses de la coalición que debutó en la Convención.

¿Hacia dónde quiere Boric llevar al país? Su trayectoria deja pocas dudas. Se ve a sí mismo como un luchador contra el capitalismo (‘neoliberalismo’, se dice ahora), por lo que es improbable que su gobierno intente favorecer realmente la inversión y el crecimiento, con vistas a generar mayor riqueza, que es lo que se requiere para atender las necesidades de la sociedad en todos los campos, en primer lugar, en las áreas claves de salud, educación, previsión, seguridad pública, etc. La estrecha asociación con el PC confirma una visión compartida en torno a las gastadas fórmulas del estatismo y la hostilidad hacia los empresarios.

Es duro señalarlo, pero en apenas 5 meses la institución presidencial se ha erosionado gravemente. No habíamos conocido un caso de hundimiento tan rápido de la credibilidad del liderazgo. Y esto ocurre en un momento en el que, como consecuencia de los equívocos y los oportunismos acumulados durante la prologada aventura constituyente, la nación chilena ha llegado a un punto en el que está en riesgo hasta su integridad. No debió ser así, pero ya hemos visto todo lo que fue capaz de desencadenar la revuelta antidemocrática de 2019.

Boric y sus partidos jugaron la carta de reconocer algunas taras del proyecto constitucional por una sola razón: están sintiendo en el rostro el aire helado de la posible derrota. Les provoca vértigo constatar que el Rechazo ha crecido de una manera que su propia soberbia les impidió ver. Abrieron la caja de Pandora de la refundación, y recién ahora se dan cuenta del precio.

El signo de esperanza de estos días es que muy amplios sectores se han puesto en movimiento para asegurar que Chile no se extravíe. Se ha producido un vigoroso renacimiento de la cultura de la libertad. Allí está la base para construir los acuerdos necesarios para fortalecer el régimen democrático.

Fuente: https://www.ex-ante.cl/boric-es-la-incertidumbre-por-sergio-munoz-riveros/

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