28 enero, 2023 

 

 

 

 

 

Por Tomás Bengolea


El verdadero desafío no es tanto la discusión sobre la eventual lista única (que a esta altura parece absolutamente descartada) sino sobre las iniciativas que los partidos y candidatos de las derechas buscan promover en la discusión constituyente.


En los últimos días hemos conocido los nombres de los “expertos” que han sido nombrados por los distintos partidos políticos para colaborar en el segundo proceso constituyente que atravesará nuestro país durante el 2023.

Por las derechas, en general, y salvo algunas excepciones, los elegidos son personas de destacadas trayectorias académicas y/o profesionales, que sin duda, podrán contribuir en la construcción de una Constitución que siente las bases para el progreso social de Chile de cara las próximas décadas.

En paralelo, ha existido en la oposición un “debate” de cara a la conformación de pactos electorales para enfrentar la elección de consejeros constituyentes de mayo, que ha preocupado a muchas personas partidarias de las ideas de una sociedad libre y, por supuesto, votantes habituales de los partidos de las derechas. Me parece que este tema opinable, circunstancial y práctico debe ser abordado con menos dramatismo que el que parecen reflejar declaraciones de distintos dirigentes políticos. Ambas opciones, tanto ir en pacto electoral o lista única, como que las derechas presentan dos listas distintas son opciones válidas y legítimas, que no “rompen” la supuesta unidad del Rechazo (no me parece que siga existiendo tal unidad) ni exponen a la oposición a sufrir una debacle electoral.

Sin ir más lejos, en la última elección de constituyentes la derecha fue unida en una sola lista, y obtuvo su peor resultado en décadas. Esto prueba, por una parte, que la unidad no es la panacea y, por otra, que no es lo más determinante para un buen resultado electoral.

De hecho, en ese caso, el casi cuarto de constituyentes que logró la derecha se debió más bien a la manipulación que se hizo al sistema electoral vigente (con paridad de salida, escaños reservados y pactos de independientes) que fueron en su mayoría aprobados con el apoyo de la misma centroderecha. Ese mismo día, en la elección de concejales (mayo de 2021) la derecha se presentó con 3 listas, y obtuvo un resultado considerablemente mejor que en la elección de convencionales.

Ir separados permite, por lo demás, que exista un despliegue territorial, comunicacional y político más potente por parte de las derechas, con más candidatos en cada distrito conectando con más vecinos en cada territorio del país, en una elección con un voto obligatorio que aumenta de manera significativa la participación electoral. Además, permite que más candidatos de derecha puedan estar en las calles, medios de comunicación, organizaciones sociales y otros lugares promoviendo las ideas de una sociedad justa y libre, y haciendo oposición a las distintas listas que presentarán las izquierdas.

Con todo, el tema de fondo es precisamente el que esbozamos en el párrafo anterior. El verdadero desafío no es tanto la discusión sobre la eventual lista única (que a esta altura parece absolutamente descartada) sino sobre las ideas, propuestas e iniciativas que los partidos y candidatos de las derechas buscan promover en la discusión constituyente, cuestión en la que se hace muy importante la unidad y la sintonía de cara al debate.

De cara al proceso y a la discusión, la derecha no debe tener miedo en reconocer los importantes atributos de la Constitución vigente, al menos en tres dimensiones centrales del actual orden constitucional. Ante todo, su concepción de la persona, la sociedad y el Estado fundada en los principios de la civilización cristiana: la dignidad de la persona, la servicialidad del Estado, el bien común, la autonomía de los cuerpos intermedios, la limitación de la soberanía, la supremacía constitucional, etc.

A esto se suma su capacidad de complementar la continuidad de algunos rasgos propios de nuestra tradición constitucional, tales como la democracia, el presidencialismo, un Estado unitario, la nulidad de derecho público y las libertades políticas clásicas, con innovaciones propias de una sociedad justa y libre: la protección del que está por nacer, el estatuto del Estado empresario, la descentralización, el recurso de protección, entre otros. Por supuesto que parte de estos elementos no se realizaron plenamente en la realidad nacional, como la protección del que está por nacer y la descentralización. Pero, sin lugar a dudas, su introducción y conservación responden a una necesidad para el bien de Chile y su desarrollo integral.

Finalmente, hay que destacar los grandes logros de la Constitución de 1980 y/o 2005. Como tal, es -o fue- una Constitución crecedora, cuyas modificaciones permitieron dotarla de mayor legitimidad y adaptación a la realidad nacional, teniendo por resultado prácticamente 40 años de crecimiento económico, estabilidad política, progreso social y ampliación de oportunidades y alternancia democrática.

Lo relevante, por lo tanto, son los contenidos, las ideas, los verdaderos temas de fondo de cara a la discusión constituyente. Por ello, no se deben confundir medios ni fines, ni dramatizar en exceso cuestiones electorales y circunstanciales.

Es claro que en las derechas existen proyectos políticos distintos que se disputarán electores, espacios y proyecciones en los años que vienen, pero de cara a una discusión tan importante como la constitucional, es clave actuar en sintonía y con coordinación, para promover las libertades y principios que permitan construir una Constitución que siente las bases del desarrollo integral de los chilenos para las próximas generaciones.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/las-derechas-y-la-constituyente-los-temas-de-fondo/

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