Gerardo Varela Alfonso


No asociemos nuestro futuro al trabajo de esta convención. Colaboremos con su labor, apoyemos el diálogo y el entendimiento, pero no dramaticemos si fracasa. Los problemas del país no pasan por la Constitución. Tampoco los va a solucionar una buena. Lo que sí está claro es que una mala, como aquella que rechazamos en septiembre, los puede empeorar."


En julio de 1945, un par de meses después de la rendición de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill perdió las elecciones generales en el Reino Unido. Clement Atlee —quien había sido su rival laborista antes de la guerra y su leal compañero del gabinete de unidad nacional durante ella— ahora lo vencía en las elecciones. Las palabras de Sir Winston devinieron proféticas: “Aquellos que pueden ganar la guerra rara vez pueden hacer una buena paz y aquellos que pueden hacer una buena paz nunca ganarían una guerra”.

Esta enseñanza respecto de la paz y la guerra es también aplicable a la democracia: quienes son buenos candidatos no siempre son buenos legisladores o gobernantes. Las habilidades para ser candidato (empatía, afabilidad, retórica) no son las mismas que se requiere para legislar (prolijidad, experiencia, racionalidad, carácter, etcétera…). Para qué decir de las habilidades que demanda gobernar, la suma de todas las anteriores.

Ayer elegimos 50 consejeros constituyentes. La derecha tuvo un triunfo muy holgado, que no la debe mover a error en creer que ha clavado la rueda de la fortuna. Este resultado es fruto de un muy mal gobierno, que tiene malas ideas y malos líderes. Quisieron dividir y refundar el país. Pero cometieron un gran error, aceptar el voto obligatorio, lo que movilizó a más de 12 millones de chilenos a votar. Pensemos que en la elección pasada de convencionales votaron menos de seis millones. Esta convención es el doble más representativa que la anterior. Lo importante es que administre bien ese poder para redactar una Constitución que no contente a los extremos, sino que genere una que permita que todas las ideas compitan con reglas neutras; que proteja a las personas del poder del Estado y a las minorías del poder de las mayorías; asegure la separación de poderes, la estabilidad de la moneda, la responsabilidad fiscal, y que la política —en su afán de abarcarlo todo— esté limitada por las reglas del Derecho y las leyes de la economía.

El Consejo quedó con una incorrecta correlación de fuerzas donde el centro quedó debilitado, pero las personas elegidas son en general moderadas. Entre los ganadores, el Partido Republicano y el PS. Entre los perdedores, el PC, que solo eligió uno, y el PDG, el PPD, la DC y el PR, que no eligieron ninguno. La masiva participación de los chilenos le da la legitimidad y el respaldo necesario a este Consejo. Pero lo más importante es que es mejor la Constitución que tenemos que producir una que sea aprobada por poco. El desafío es buscar grandes consensos para aprobar masivamente una nueva Constitución.

No asociemos, sin embargo, nuestro futuro al trabajo de esta convención. Colaboremos con su labor, apoyemos el diálogo y el entendimiento, pero no dramaticemos si fracasa. Los problemas del país no pasan por la Constitución. Tampoco los va a solucionar una buena. Lo que sí está claro es que una mala Constitución, como aquella que rechazamos en septiembre, los puede empeorar. Nuestros problemas pasan por la mala gestión del Estado, el pésimo sistema electoral y un país que lo preside alguien bueno para ser oposición, pero pésimo para gobernar. Y para los que integran la convención les recuerdo las sabias palabras de Sir Winston: “En la derrota, resolución. En la victoria, magnanimidad. Y en la paz, buena voluntad”.

Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2023/05/08/107238/hay-un-tiempo-y-lugar.aspx

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