5 mayo, 2025
por Vanessa Kaiser
Comunistas y nazis tienen por motor del movimiento, de la historia o de la naturaleza, la ley del terror, cuya quintaesencia es la infinitud de lo que se sigue.
Los comunistas en Chile insisten en que son enemigos de los nacionalsocialistas. La polémica conferencia en que mi hermano Axel expone que entre ambos partidos/regímenes no hay grandes diferencias ha abierto un debate que en otros confines del planeta se halla zanjado. Por ejemplo, ya en 2006, la resolución 1481 de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa condena los crímenes de nazis y comunistas equiparándolos por prácticas como “los asesinatos individuales y colectivos y ejecuciones, la muerte en campos de concentración, hambre, deportaciones, torturas, trabajos forzados y otras formas de terror físico masivo». También señala que, en el caso del comunismo, esos crímenes «se justificaron en nombre de la teoría de la lucha de clases y del principio de la dictadura del proletariado», lo que «hacía legítima la ‘eliminación’ de las categorías de personas consideradas perjudiciales para la construcción de una nueva sociedad, y por tanto enemigas de los regímenes comunistas totalitarios».
La creación de categorías de personas que deben ser eliminadas según sean o no funcionales al proyecto político del régimen es uno de los tantos aspectos que ambas ideologías comparten. En su libro Los Orígenes del Totalitarismo, Hannah Arendt aborda el tema en profundidad. Plantea que tanto comunistas como nazis introducen la noción del “enemigo objetivo” que persiste en el tiempo, aunque las primeras categorías sean exterminadas rápidamente. En sus términos:
“La introducción de la noción de “enemigo objetivo” es mucho más decisiva para el funcionamiento de los regímenes totalitarios que la definición ideológica de las respectivas categorías. Si se tratara de una cuestión de odio a los judíos o a los burgueses, los regímenes totalitarios podrían, tras la realización de un gigantesco crimen, retornar, por así decirlo, a las reglas de la vida normal y del gobierno normal. Por lo que sabemos, el caso es opuesto. La categoría de enemigos objetivos sobrevive a los primeros enemigos ideológicamente determinados del movimiento; conforme a las cambiantes circunstancias, se descubren nuevos enemigos objetivos; los nazis previendo la conclusión del exterminio de los judíos, habían dado ya los pasos preliminares para la liquidación del pueblo polaco, mientras que Hitler proyectaba incluso diezmar a ciertas categorías de alemanes; los bolcheviques, habiendo empezado con los descendientes de las antiguas clases dominantes, dirigieron su terror contra los kulaks (en los primeros años de la década de los años treinta), que a su vez fueron sucedidos por los rusos de origen polaco (entre 1936 y 1938), por los tártaros y los alemanes del Volga, durante la guerra, por los antiguos prisioneros de guerra y las unidades de las fuerzas de ocupación del Ejército Rojo después de la guerra y por la judería rusa tras el establecimiento del Estado judío».
En suma, comunistas y nazis tienen por motor del movimiento, de la historia o de la naturaleza, la ley del terror cuya quintaesencia es la infinitud de lo que se sigue. La necesidad permanente de creación de nuevas categorías a ser asesinadas que mantengan en movimiento el devenir humano en dirección a la concreción de la utopía. En este contexto es completamente irrelevante si hablamos del sueño de la igualdad o de la supuesta superioridad racial. En palabras de la pensadora:
“El terror es la realización de la ley del movimiento; su objetivo principal es hacer posible que la fuerza de la naturaleza [nazis] o la historia [comunistas] discurra libremente a través de la humanidad sin tropezar con ninguna acción espontánea. Como tal, el terror trata de “estabilizar” a los hombres para liberar a las fuerzas de la naturaleza o de la historia. Es este movimiento el que singulariza a los enemigos de la humanidad contra los cuales se desata el terror, y no puede permitirse que ninguna acción u oposición libres puedan obstaculizar la eliminación del “enemigo objetivo” de la historia o de la naturaleza, de la clase o de la raza. La culpa y la inocencia se convierten en nociones sin sentido; “culpable” es quien se alza en el camino del proceso natural o histórico que ha formulado ya un juicio sobre las “razas inferiores”, sobre los “individuos no aptos para la vida”, sobre las “clases moribundas y los pueblos decadentes”.
Lo que destilan las observaciones de Arendt es que nazis y comunistas son deterministas. Frente a la ley de la naturaleza o de la historia no existe la libertad. Consecuentemente, comparten el colectivismo e imponen la colectivización radical de los individuos a través del adoctrinamiento más brutal, la destrucción de las distintas esferas de la vida- pública, social, privada e íntima- y la violación sistemática de los derechos fundamentales. El anticristianismo es otro de los fundamentos de su ideología promotora de la muerte y creadora de proyectos de ingeniería social que buscan el nacimiento de un nuevo hombre, distinto del creado por Dios.
El problema para los ingenieros sociales y sus ideologías asesinas es que, como afirma Arendt, lo “que está en juego es la naturaleza como tal, y aunque parezca que estos experimentos no lograron modificar al hombre, sino solo destruirle, creando una sociedad en la que la banalidad nihilista del homo homini lupus es consecuentemente realizada, es preciso tener en cuenta las necesarias limitaciones de una experiencia que requiere de control global para mostrar resultados concluyentes». En definitiva, el proyecto de ingeniería social que Rousseau, Marx, Lenin, Mao, Gramsci y sus sucesores piensan para la humanidad, se sostiene sobre axiomas, métodos y lógicas que nazis y comunistas comparten. La mala noticia es que el progresismo, con su Agenda 2030, despliega exactamente las mismas dinámicas de poder sobre los individuos colectivizados bajo el feminismo, la ideología de género, el indigenismo y el neomalthusianismo creando nuevas categorías e incluso estableciendo tipos de vida que son sostenibles frente a otros que no lo son.
Estamos ante un proyecto de ingeniería social mucho más peligroso que el nazi o el comunista, puesto que sí establece mecanismos de control global hoy posibles gracias a la tecnología y al poder omnímodo de los organismos internacionales. Además, la utopía ya no es de corte antropocéntrico, es decir, por el supuesto bien de la humanidad, sino ecocéntrico: el humano debe ser drásticamente disminuido por el bien de la Pachamama. ¿O usted cree la caída en las tasas de natalidad en todo el mundo es una casualidad? Pero de todo esto, ni la centroderecha ni los empresarios que firmaron la famosa Agenda se quieren enterar.
Fuente: https://ellibero.cl/columnas-de-opinion/nazis-comunistas-y-progresistas/
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