25 mayo, 2025 

 

 

 

 

 

por Alejandro San Francisco


Un tercer triunfo de la derecha debería medirse con dos varas muy claras: la capacidad que tenga para continuar con alguien de sus filas en un nuevo gobierno y la proyección de sus ideas en el tiempo, tanto en el plano legislativo como cultural.


Alguno de los candidatos de las derechas va a ganar las elecciones presidenciales de este 2025. Así lo afirman transversalmente algunas encuestas y analistas, así lo presienten los potenciales vencedores y quienes dejarían La Moneda. Esto, por cierto, no es seguro, pero con certeza era algo impensable durante la revolución de octubre de 2019. Chile cambió, como decían algunas en medio de la efervescencia del estallido social, aunque dicha mutación ha sido en un sentido contrario.

¿Qué datos hay para sostener que la derecha va a triunfar en las elecciones presidenciales y parlamentarias de este 2005? Varios. Primero, el resultado de diversas encuestas, que muestran desde hace bastante tiempo la mayor popularidad de las alternativas de derecha y centroderecha. Particularmente, Evelyn Matthei, la candidata de Chile Vamos, lleva más de un año primera en diferentes estudios de opinión, y en Criteria sigue con distancia a su competencia. Adicionalmente, los estudios muestran que en segunda vuelta un candidato de derecha –sea José Antonio Kast o Evelyn Matthei– se impondría sobre cualquier alternativa de izquierda. En primera vuelta, por su parte, sigue existiendo la posibilidad de que las dos primeras mayorías las obtengan Matthei y Kast precisamente, algo inédito históricamente.

En la encuesta Panel Ciudadano UDD (20 de mayo de 2025), ante la pregunta “Entre la siguiente lista de candidatos por cual votaría” (si la elección presidencial fuera el próximo domingo), los resultados muestran en primer lugar a Matthei (22%), luego Kast (17%), Carolina Tohá (10%), Kaiser (9%), Jeannette Jara (8%), Gonzalo Winter (7%) y Franco Parisi (5%). Más abajo están Marco Enríquez-Ominami y Rodolfo Carter. Por su parte, el último informe de Plaza Pública Cadem (Tercera semana de mayo) muestra resultados similares: Matthei y Kast están primeros, con el 17%, y luego Carolina Tohá con el 10%. El resto se mantiene más o menos igual, con alguna alteración: Winter aparece sobre Jara y la expresidenta Bachelet aparece marcando el 3%.

La explicación más fácil y obvia sobre esta perspectiva podría ser la alternancia que se ha producido en América Latina y en Chile a la hora de las elecciones. Es más difícil mantenerse en el poder que provocar un cambio de gobierno en los distintos países. Así ha ocurrido en Chile desde el último gobierno de la Concertación entre 2006 y 2010, después del cual siempre ha triunfado un candidato de la oposición. Pero hay otros factores, que muestran cierta evolución en el electorado y en la identificación política. La encuesta CEP muestra que en el gobierno del presidente Sebastián Piñera disminuyó la gente representada por la derecha (llegó al 7% de diciembre de 2019) y subió la izquierda (había alcanzado el 25% en 2013 y tras bajar, volvió a ascender al 20% en abril-mayo de 2022). A comienzos de este 2025, las cifras se han invertido: 19% la derecha y 17% la izquierda, en un resultado en el cual el centro sigue siendo prevalente. En cuanto a identificación partidaria, los tres partidos con los que más simpatizan los encuestados son Republicanos, Renovación Nacional y el Frente Amplio. Con 6%, 5% y 4%, respectivamente.

Hay una explicación de fondo sobre este viraje hacia la derecha, que se produce por segunda vez en Chile en el último medio siglo. Chile vivió la Unidad Popular en 1970-1973, lo cual no solo significó para muchos en la izquierda la ilusión de la construcción del socialismo, sino también condujo también a una dinámica anticomunista, ante la inminencia de la revolución y por la experiencia práctica del gobierno del presidente Salvador Allende. El cambio que se produjo se ha extendido hasta hoy, y desde la dinámica de los tres tercios del que se hablaba, claramente graficado en la elección de 1970, se llegó a un país dividido en dos sectores en la década de 1980: la oposición a Pinochet y sus partidarios, fórmula que al regreso de la democracia se expresó de distinta manera, pero en igual orientación. Desde la década de 1990 existió una Concertación más grande y una derecha más pequeña, pero en dos sectores políticos crecientemente competitivos.

Tras el retroceso cultural y electoral de las derechas, asociado a las movilizaciones sociales contra Sebastián Piñera, la situación ha vuelto a cambiar en los últimos cinco años. A partir de 2019 Chile vivió una verdadera revolución, que se expresó sucesivamente en el estallido del 18 de octubre y en el primer proceso constituyente. A ello se sumó el gobierno del presidente Boric a partir del 11 de marzo de 2022. En la práctica, esta fue una nueva “Unidad Popular” para la generación de chilenos de este tiempo, con la misma dinámica: la ilusión por los cambios estructurales que Chile requería, a juicio de los partidarios de esos procesos; así como la oposición a la construcción de un nuevo orden político, económico y social, peligroso y malo para sus detractores. En la práctica, la violencia octubrista, la radicalización del proceso constituyente y la mala evaluación del gobierno del Frente Amplio, el Partido Comunista y el socialismo democrático -como reflejan diferentes encuestas- ha significado un avance de las posturas contrarias.

No se puede dejar de mencionar el tema institucional. En los últimos años, en el plano político, han surgido nuevos partidos y ellos han contado con apoyo popular electoral o en inscripción de militancia, como muestran los casos de Republicanos y Nacional Libertarios. A ello se suman otros organismos, menos visibles, pero que en el pasado eran monopolizados por la izquierda: los centros de estudio y de formación de jóvenes, donde destacaban el CEP y Libertad y Desarrollo, pero hoy existe una oferta ampliada con distintos programas, , grupos, estudios, revistas y resultados. Podríamos añadir algunos intelectuales o líderes de opinión que, desde distintos ángulos, difunden las ideas y el pensamiento liberal, conservador, republicano, socialcristiano, nacional y, muchas veces, anticomunista.

Con todo, hay algunos riesgos a los que la derecha debe poner atención, que son importantes. El primero es subordinar sus acciones a potenciales victorias electorales y la obsesión de las encuestas, descuidando el trabajo intelectual, de formación y difusión de ideas. En otras palabras, no se trata solo de vencer electoralmente, sino también de convencer culturalmente, tarea mucho más difícil: vencer y convencer, nada menos. El segundo es no entender la pluralidad de las derechas, que muchas veces es vista con temor y desilusión, en vez de comprender esa realidad que muestra la diversidad de ideas, matices y formas de ver el presente y el futuro. El tercero es confiar que el electorado ha asumido las ideas de la derecha, como si se hubiera producido un verdadero cambio cultural, olvidando que muchas veces la ciudadanía en realidad se mueve más por el rechazo a la actual administración que por una seducción especial hacia líderes, partidos o programas de derechas.

Es necesario considerar, además, que cada vez que gobierna la derecha lo hace con instituciones cada vez menos parecidas a lo que podrían ser sus ideas. Hoy existen más impuestos que hace algunos años, la libertad de enseñanza ha sufrido varias restricciones, el derecho a la vida del que está por nacer sufre constantes amenazas con diferentes fórmulas de aborto, el orden y el progreso parecen recuerdos del pasado y no condiciones básicas para la vida en sociedad. En otras palabras, podríamos estar frente a una victoria con números pero sin solidez intelectual, con avances electorales que no se traducen en transformaciones institucionales, con encuestas favorables a la derecha, pero que no necesariamente producirán un cambio cultural relevante.

No cabe duda de que ha existido una derechización de Chile, pero es prematuro suponer hacia dónde irá el futuro. La derecha ha ganado dos gobiernos en los últimos 15 años y se apresta a una probable -pero no segura- tercera victoria. Sin embargo, es necesario recordar que en las dos experiencias anteriores las administraciones de Sebastián Piñera culminaron con una progresiva izquierdización del país y un debilitamiento de las derechas ante la opinión pública, primero con la Nueva Mayoría de Michelle Bachelet y luego con una coalición nueva liderada por el Frente Amplio y Gabriel Boric (a ello se añadía la pérdida de escaños parlamentarios). Un tercer triunfo de la derecha debería medirse con dos varas muy claras: la capacidad que tenga para continuar con alguien de sus filas en un nuevo gobierno y la proyección de sus ideas en el tiempo, tanto en el plano legislativo como cultural. En otras palabras, se trata de ver si es capaz de instalar un conjunto vital de ideas, como decía Ortega y Gasset, o solo logra contar un número mayor de votos en una elección, para luego entregar el gobierno a sus adversarios, cuando no gobernar con muchas ideas de ellos.

Fuente: https://ellibero.cl/columnas-de-opinion/la-derechizacion-de-chile-2/

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