Cristián Labbé Galilea


Para el común de los mortales, ser consecuente es una de las virtudes esenciales en la vida, puesto que además de mostrar la integridad y valía de una persona, da cuenta a los demás de lo que puede esperarse de ella. Esta reflexión resultaría obvia, de no ser porque en los tiempos que vivimos se comprueba cada vez con más frecuencia lo difícil que es encontrar en el mundo público y privado conductas que cumplan con este esencial requisito.

Si la consecuencia es escasa, ni que decir de la lealtad… Hoy por hoy todo parece mutable o renunciable. Con no menor desparpajo, personas, instituciones, colectividades, grupos o equipos se “cambian de trinchera” o abdican de aquello por lo que en algún momento se luchó, sin que esa conducta conlleve algún costo o critica… ¡Ese es el sino de los tiempos! 

Lo anterior es aún más doloroso cuando la prensa, que siempre juega a ser justiciera y crítica, le niega esa cualidad y esa valía a quien diera muestras irrefutables de su consecuencia y su lealtad manteniendo siempre “una sola línea”, sin sacar mezquinos cálculos.

He leído los muchos obituarios que se han escrito sobre Miguel Alex Schweitzer Walter (Q.E.P.D.) y es cierto que todos ellos son muy laudatorios, pero todos omiten y silencian que fue parte decisiva en la defensa del Presidente Pinochet durante su detención en Londres.

Cuesta asumir que se silencie el que, a su consecuencia y su lealtad con la persona del ex presidente Pinochet, se sumó la absoluta convicción con que reclamaba, entre otras materias, asuntos de soberanía nacional, inmunidad diplomática y derecho internacional.

Miguel Alex, como todos amistosamente lo identificaban, junto a otros connotados abogados de la plaza como H.F. Errazuriz, F. Barros y otros, se la jugaron sin más gratificación que el estar actuando conforme a sus convicciones, sin calcular lo que eso les pudiera significar.

Sin estridencia, con la tranquilidad de haber actuado como se los indicaba su conciencia, obtuvieron un éxito relevante al conseguir la liberación de Pinochet y somos muchos los que se lo reconocemos y agradecemos.

Al momento de su partida y al comprobar que mezquinamente se silencia su participación en un hecho tan relevante como el descrito, comparto a mis contertulios la necesidad de dejar constancia de que, como toda persona de bien, Miguel Alex, además de sus méritos como docente, embajador, ministro de relaciones exteriores y tantos otros, fue un hombre consecuente y leal. Lo que nos llena de orgullo a quienes fuimos sus amigos.

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