Cristián Labbé Galilea


Apesadumbrada, mi pluma “garrapatea” con dificultad estas líneas después de enterarse del “humanitario indulto” al General Fernando Torres (Q.E.P.D.), prisionero en Punta Peuco, quien murió al día siguiente de tan “magnánimo acto” con un enfermo terminal. Así como este caso, son muchos otros, en las diferentes áreas del quehacer nacional e internacional, que dan cuenta de la infausta realidad que vive nuestro país.

Por lo mismo, resulta imperioso que tomemos muy en serio lo que está en juego en las elecciones del sábado y domingo próximo, y que se lo hagamos saber a nuestros cercanos, amigos, hijos, nietos… y a todo aquel que se nos cruce en el camino.

Cómo no, si nos encontramos en una situación crítica. No hay que ser muy ducho para darse cuenta que: poco a poco, lentamente, año a año, nuestra institucionalidad política, económica y social, se ha venido descomponiendo y polarizando, hasta llegar a un “punto de quiebre” entre el progreso y la destrucción, entre el orden y la anarquía, entre la libertad y la opresión…

Desde hace años la sociedad política del país (por acciones y omisiones), aprovechándose de la pasividad de un vasto sector de la sociedad civil, fue socavando los pilares del desarrollo económico y del bienestar social; al mismo tiempo fue destruyendo las instituciones base de nuestro ordenamiento republicano. Poco a poco, se fue adulterando la verdad y traicionando la historia.

Políticos y gobernantes, ajenos a los problemas reales, sirviendo a intereses forasteros que nada tenían que ver con el ciudadano común, fueron aplicando criterios culturales nocivos a nuestra identidad; echaron por tierra las tradiciones y los valores nacionales, e hicieron de la corrupción una constante… hasta arrastrarnos adonde nos encontramos.

Ante esta realidad no muy halagüeña, por decir lo menos, esta pluma -convencida que nada positivo se logra con actitudes negativas- busca en estas líneas convencer a sus fieles parroquianos que lo que está en juego es vital para el rumbo que siga nuestra realidad.

Tan categórica advertencia surge al comprobar que, estando próximos a escribir una página crucial de nuestra historia institucional y política, todavía existen quienes no saben cómo y por quién votar… y otros que, por ser el voto voluntario o por temor a la pandemia, todavía se cuestionen… “si ir o no a votar”.

Pase lo que pase, voten los que voten, lo cierto es que a partir de la próxima semana nuestra realidad política será otra; si queremos que las cosas cambien… depende de nosotros, siendo la primera obligación… ir a votar, luego motivar a los pesimistas que creen que la suerte está echada, y despabilar a los incautos que piensan que “los chilenos son muy sensatos y nadie quiere que la situación siga como está”.

El llamado es fuerte y claro: ¡Ha llegado la hora, están doblando las campanas… queda poco tiempo… quedan escasos tres días para detener la caída y corregir el rumbo!... ¡Es ahora o nunca!

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