Cristián Labbé Galilea


Cuando entramos en “tierra derecha” electoral se confirma que todo buen estratega, cualquiera sea su giro o disciplina, debe saber que: “Mantener es más difícil que conquistar”, especialmente si de política se trata. Recuerde mi ilustrado contertulio que hasta hace poco estaban en “la cima” Lavín, Jadue y la Jiles… y que de pronto, Boric “hizo cumbre” dejándolos fuera de competencia, sin embargo, como en “las alturas” los errores se pagan, ahora es “Kast el encumbrado”.

Así de sensibles y efímeros son los liderazgos en política, especialmente cuando la ciudadanía comprende que es mejor asumir -de una vez- la realidad, por dura que se presente, a dejarse encantar por alguna “inexperta sirena”.

La realidad está a la vista: después de dos años de inestabilidad, violencia y ausencia de gobierno, el país vive una de las crisis más graves de los últimos tiempos, poniendo en riesgo, no sólo el tradicional ordenamiento republicano, sino todo lo logrado durante décadas en materias políticas, económicas y sociales. Pasamos de ser un referente a nivel mundial a ser una preocupación para las democracias occidentales.

Aprovechándose de un gobierno ausente, una clase política desprestigiada, y un sector privado cándido y preocupado de sus intereses, el Partido Comunista y sus adláteres han marcado el derrotero político nacional, situación que recién ahora la comunidad ha asumido como algo real y peligroso.

Cada vez son más los que no están dispuestos a seguir por una senda que, indefectiblemente, nos está llevando a un régimen totalitario como los que se han venido instalando en Latinoamérica, por lo mismo, la gran mayoría aspira a que en estas elecciones se retome “el rumbo de la libertad”, único camino que asegura la estabilidad, el orden, la seguridad, la justicia justa, la paz social y la esperanza de un mejor futuro.

Los últimos acontecimientos son el epitome del nivel al que ha caído nuestra realidad política: un demente cantando incoherencias en la Cámara; honorables burlando los controles sanitarios; “filibusteros” agraviando a la razón durante 15 horas; una Convención Constituyente que avanza sigilosamente hacia la destrucción del ordenamiento institucional. La verdad es que… “si no fuera patético, sería para la risa”.

Estos dos años, en que la izquierda y particularmente el P.C. han marcado la ruta de la contingencia política, le debieran recordar a mis contertulios los mil días de la Unidad Popular, con la salvedad que, en esta encrucijada, no existe ninguna posibilidad que la solución provenga de otra fuente que no sea la Sociedad Civil; ella es la que debe “dar vuelta la tortilla” política y ponerla por el lado correcto… el de la libertad y la democracia.

Las condiciones están dadas, el candidato que representa esos valores hoy está en la cima; ahora corresponde “mantener y consolidar la cumbre” con habilidad y convicción, mediante un “Pronunciamiento Ciudadano” categórico y democrático donde la comunidad, las organizaciones intermedias, los gremios, las unidades vecinales, la opinión pública… se manifiesten mayoritariamente y con pasión por recuperar el rumbo perdido.

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