Cristián Labbé Galilea


A horas de una de las elecciones más importantes de nuestra historia republicana, en un ambiente convulso y polarizado, ¡no hay caso!... La “chimuchina política” está concentrada en el morbo, las encuestas, los aciertos y desaciertos de uno u otro candidato, en circunstancias que lo que debiera preocuparnos es que, como nunca, está en juego el futuro del país: o caemos “definitivamente” en las fauces de una izquierda socialista y radical, o recuperamos el gobierno para fortalecer los principios y valores propios de la Sociedad Libre.

La coyuntura política no admite ambigüedades. KAST, el candidato que representa verdaderamente ese Chile que queremos -ese Chile que hasta hace poco fue referente mundial por su estabilidad, orden y progreso-, debe pasar sí o sí a segunda vuelta.

El descontento y el cansancio generalizado han sido los argumentos más sólidos para convencer a las mayorías que deben ponerle atajo al rumbo que ha tomado nuestra realidad política, la que nos tiene al borde de un “punto de no retorno” del cual difícilmente se saldrá.

Lo que hasta hace poco era impensable hoy es una posibilidad cierta: podemos ser gobierno, no porque lo digan las encuestas sino porque, a todas luces, en el ciudadano común se ha ido imponiendo, la racionalidad, la sensatez y el deseo de terminar con el caos, la inseguridad, la violencia, la intolerancia y la inestabilidad.

Por lo mismo, muchos han asumido que el paso de Kast a segunda vuelta genera efectos políticos trascendentales. En primer lugar, cualquiera sea el resultado, quedará clara la existencia de un sector significativo de la comunidad que no está dispuesta a tirar todo por la borda.

El “oráculo de la calle” le augura a esta pluma que Kast obtendrá una votación superior a la del plebiscito del 88 (44%) cifra que le generó más de 30 años de estabilidad y gobernabilidad al país.

Otro aspecto a considerar es que Kast, pasando al balotaje, debiera generar una “fuerza política”, legítima y democrática, que le “ponga coto” a los desvaríos de la Constituyente, la que hoy actúa sin ningún contrapeso y al margen de nuestras tradiciones republicanas e institucionales. ¿Se imagina mi perspicaz contertulio un gobierno de izquierda y la Constituyente actuando al unísono?

Tenemos en esta elección la oportunidad de restaurar en nuestro país un gobierno consistente, capaz de compatibilizar con habilidad y sapiencia las relaciones con el congreso (seguramente no muy favorable) y conseguir que el Poder Judicial restituya la justicia justa, la aplicación rigurosa del derecho y la igualdad ante la ley.

El domingo existe la posibilidad de restablecer el andamiaje institucional, político, económico y social, hoy destruido por un gobierno inexiste y por un “parlamento de pacotilla”.

Atrás quedará este amargo pasado que ha generado tanto odio, violencia y retroceso; será el comienzo de una nueva era… se volverá a pensar en el futuro, se restablecerán el orden, la seguridad, la ley, la libertad y el progreso…

¡Es la hora de volver al futuro!...  ¡Queda poco tiempo!

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