Cristián Labbé Galilea


Después de conocer los resultados electorales de Brasil, muchos parroquianos han comentado, con desazón, que “América se ha teñido de rojo”, en referencia a la tendencia política dominante en el mapa de los gobiernos “del barrio”; y cómo no, sí en el sector sólo tres países no están en manos de regímenes de izquierda.

Si lo vemos con una mirada ligera, y desde el prisma de las orientaciones políticas de las coaliciones y de quienes gobiernan en la región, la cosa es así: el progresismo de izquierda campea, sólo “se salvan” Ecuador, Paraguay y Uruguay.

Colombia gobernada por un ex integrante de las FARC; de Venezuela y de su bufón mejor ni hablar; en Perú el Presidente Castillo pende de un hilo desde que asumió;  “Argentina es un tango” que dirigen los Fernandez y, ahora, se suma Brasil con un ex presidente de izquierda, acusado, procesado y condenado por corrupción.

En Centroamérica no es muy distinta la situación. Si miramos más al norte, gobiernan, si es que gobiernan, longevos y olvidadizos mandatarios, como A.M. López Obrador en México y Biden en Estados Unidos.

Hasta aquí, se podría pensar que en América “no hay mucho paño que cortar”, especialmente si se agrega nuestra situación, donde gobierna un desmañado e inexperto dirigente estudiantil izquierdista.

A pesar de lo dicho, esta “atrevida” pluma, coincidiendo en lo general con esa “gruesa pincelada” sobre las tendencias predominantes, se permite la osadía de aventurar la idea que estamos en momentos especiales, donde al ponderar sólo “quienes tienen el gobierno” de los Estados, no se reconocen “los vientos de libertad” que están soplando desde diferentes direcciones.

¡No es lo mismo, tener el gobierno que tener el poder! Es cierto, el gobierno lo tienen las izquierdas progresistas, pero el poder lo ha asumido con meridiana claridad la Sociedad Civil.

En Brasil las elecciones presidenciales las ganó la izquierda, por menos de un punto, pero el Parlamento y las gobernaciones quedaron en manos de sectores de la Sociedad Libre.

Sin ir más lejos, en nuestro país la ciudadanía ha mostrado un total desapego a las dirigencias políticas: en el caso del gobierno, éste ha llegado a niveles de rechazo históricos, situación que ha desordenado su propia coalición; por su parte, la oposición, desafectada de las bases y de las prioridades de la ciudadanía, también recibe un fuerte castigo en las evaluaciones.

A juicio de esta pluma, se puede deducir que: quien tiene el gobierno no tiene el poder, y quien tiene el poder no es el gobierno sino la sociedad civil, los gremios, las organizaciones intermedias, incluso intelectuales y sectores tradicionalmente izquierdistas… en suma, la ciudadanía.

Entonces, no hay tiempo que perder… “no hay que aflojar”; todo indica que “soplan vientos de cambio” favorables a las ideas de libertad, propiedad, orden, seguridad, bienestar social, progreso… y todos aquellos principios que “siempre” han definido a la Sociedad Libre (léase la derecha verdadera). El rumbo está claro… corresponde ahora izar con decisión “las velas… de nuestras convicciones”.

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