Cristián Labbé Galilea
En estos días, las encuestas advierten que en las elecciones presidenciales de noviembre habrá “segunda vuelta”, y que ésta sería entre la representante del oficialismo y un candidato de la oposición, quien además aparece con más opciones de alcanzar la presidencia. Optimismo que en términos generales comparte esta pluma, lo que en ningún caso debiera confundirse con confianza.
Lo que está en juego no es menor, se trata -ni más ni menos- del futuro de nuestro país. Cómo no, si ya conocemos la amenaza: una comunista de peso pesado, una octubrista “de padre y señor mío”, quien hará uso de todos los artilugios necesarios para aparecer como “una blanca paloma” que sólo quiere “volar de Conchalí a la Moneda”.
Por lo mismo, no hay que caer en la trampa de pensar que las cartas están jugadas, no se nos vaya a quemar el pan en la puerta del horno. Si los escenarios son auspiciosos, con mayor razón debemos estar en alerta, y conscientes que enfrentamos a un adversario decidido a no darnos tregua, que buscará por todos los medios encubrir su real identidad y sus verdaderos propósitos.
En estos momentos lo importante es estar convencidos que existe una opción viable de ser gobierno, pero al mismo tiempo tenemos la tremenda tarea de “meter en cintura” a los dudosos y a los ingenuos, especialmente a “los hijos del bienestar”, esos que no vivieron los aciagos días de la Unidad Popular, advirtiéndoles que estamos frente a un riesgo no menor, representado por una impostora, una figura ficticia, alguien que, bajo el manto de una dulce y carismática candidata, encubre un comunismo aprendido como religión a los 14 años y un pasado que la delata como activista, violentista y terrorista.
En estos días, nuestra obligación es llamar la atención de quienes ingenuamente creen que el comunismo no tiene cabida en nuestra realidad… que sólo estamos en presencia de un socialismo democrático y moderado… que la candidata es dulce y templada porque no usa la polera del “perro matapacos” ni aparece con el puño en alto como antes y durante el octubrismo.
La tarea es advertir: no dejarse embaucar por una candidata que se presenta como el escorpión, con palabras convincentes, planteamientos emocionales y una aparente preocupación por el bien común, prometiéndole a la comunidad (léase la rana) cruzar juntos el río, asegurándole progreso y bienestar, en circunstancias que su verdadera naturaleza es el poder total. Cómo no recordar que la historia está llena de ranas que confiaron en escorpiones con discursos seductores… y de naciones que pagaron un alto precio por la ingenuidad de creer que el comunismo no era un peligro.
Por último, no piense mi crítico lector que, por lo dicho, esta pluma sugiere perder el optimismo que se percibe en las encuestas; muy por el contrario, lo importante es tener claro que el optimista es quien advierte el peligro y lo rechaza diciendo… “A otro perro con ese hueso”.
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