Gonzalo Rojas

 

La pregunta se la han hecho respecto de sus propias naciones los franceses, los italianos, los españoles, los alemanes y los británicos. Por distintas que sean las razones que los han movido a interrogarse así -y ya que se dice que hemos recibido algo de cada uno de ellos-, es legítimo y oportuno que nosotros nos preguntemos: ¿es Chile viable?

Son variadas y muy delicadas las dificultades que el país enfrenta hoy -y así será durante varios años por delante-, problemas que amenazan su viabilidad tal y como lo hemos conocido: unitario, soberano, occidental, cristiano, acogedor, tradicional...

La más visible de las amenazas a su identidad es ciertamente la mal denominada "causa de los pueblos originarios". Si Chile es mestizo, ¡y lo es!, ese resultado es el producto de numerosísimas interacciones raciales que constituyen en auténticos pueblos originarios a todos los que han aportado sangre a esta tierra, y en paridad entre ellos. Darles a algunos -también mestizos, como ha mostrado Sergio Villalobos- unos estatutos especiales pone en grave riesgo la viabilidad de Chile en cuanto país con destino de mestizaje, sin guetos.

De manera análoga, el dramático descenso de la tasa de nacimientos, sostenido por décadas de controlismo natal, no solo pone en riesgo cualquier estructura financiera de seguridad social, sino que priva cada año al país de miles y miles de futuras inteligencias creativas que lo podrían potenciar (ni qué decir lo que significa esa falta de población en términos de ocupación efectiva del territorio nacional y de capacidad de disuasión militar). Si a esa grave carencia de niños se suma que el 70% están naciendo fuera del matrimonio y que la familia está siendo destrozada...

No es menor el riesgo que implica para nuestra viabilidad el deterioro continuo de las relaciones humanas entre los chilenos. Las redes son el mejor ejemplo, pero otros ámbitos más habituales -como las veredas de nuestras ciudades y los intercambios en los servicios cotidianos- se han convertido también en campos de batalla. Muchas veces ahí no están presentes ni criterios de comunidad nacional ni de cooperación o solidaridad. Chile, una loca contienda. El problema es que si esas manifestaciones de agresividad fueran pura mala educación, bueno, le metemos energía al tema y en 20 años se ha corregido el carácter nacional, para restituirlo a sus coordenadas de moderación y de diálogo. Pero no, la causa es mucho más grave: ha sido la prédica indiscriminada de los derechos sin el debido énfasis en los deberes correlativos -por una parte- y el ataque sistemático a la moral y a las religiones -por otra- lo que ha colocado a tantísimos chilenos en "modo ruptura".

Afecta también a la pervivencia de nuestra identidad la pérdida -la casi desaparición- de la lengua castellana. El idioma diario ha entrado en niveles de degradación tales que apenas se distinguen los sonidos, apenas se conocen las palabras. Más abajo, casi imposible.

Todo lo anterior, en un contexto en que el respeto a la autoridad sufre un grave quebranto y en el que instituciones enteras, antes llenas de prestigio y admiración, apenas pueden ser reconocidas en continuidad con sus tradiciones. Corrupciones y abusos, señales muy claras de inviabilidad.

Y la inmigración, ¿es otra señal de eventual deterioro?

No, en la mayoría de los casos, es justamente lo contrario. Quizás sea esa generosa aportación de sangre foránea la que descubra y potencie -como una bendición que probablemente no merecemos- lo que nos va quedando de fe, familia, respeto, unidad, tradiciones y moral. Quizás sean estos nuevos hermanos chilenos los que nos enseñen a proteger lo que estamos perdiendo.

Fuente: http://www.elmercurio.com/blogs/2019/02/06/66912/Es-Chile-viable.aspx

 

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