Gonzalo Rojas Sánchez

 

Tenemos obligación de decírselo claro y fuerte, antes que se hundan: más allá del Muro, en el socialismo, no van a encontrar ni redención, ni autonomía, ni igualdad, ni seguridad.


Cuando hace 30 años cayó el Muro —sí, la muralla aquella con la que el marxismo pretendía impedir la libertad de los alemanes—, hubo dos movimientos complementarios.

Por una parte, los jóvenes de la Alemania comunista querían saber qué había más allá de las alambradas con las que se les prohibía circular por su propia patria; pero, mucho más significativo, los estudiantes de la Alemania libre estaban ansiosos de comprobar las dimensiones del Estado totalitario que había sojuzgado a sus hermanos del otro lado del Muro. Unos y otros, todos, cruzaron hacia el lado del misterio y comprobaron lo mismo: en el occidente, prosperidad, libertad y creatividad; en el oriente, decadencia, opresión y uniformidad.

Treinta años después, sin haber vivido esos acontecimientos y probablemente ignorando casi todo sobre ellos, ¿qué busca esa porción de los jóvenes chilenos, esos menores de 35, que han sido protagonistas mayoritarios de las protestas de los últimos 20 días?

Un grupo pequeño, insignificante pero significativo por su agresividad, administra y expande el fuego destructor. No nos interesan en esta ocasión: son delincuentes con máscara de políticos. Comunistas, anarquistas o “vaya-uno-a-saber-qué-son”, su actuación es previsible, porque conocidas son sus ideologías.

Es otro el segmento más interesante. Es el de aquellos estudiantes de la educación superior y media que, junto a miles de profesionales jóvenes, han querido cruzar el Muro para instalarse más allá de las amplias libertades de las que hoy gozan.

¿Qué buscan más allá del Muro?

En primer lugar, como expresión de sus conciencias atribuladas, quieren redención. Al igual que a finales de los sesenta, es decir, medio siglo atrás, quieren redimirse, ya que muchos de ellos lo han tenido todo sin mérito propio, quieren validarse ante los demás mediante ridículos rituales de asimilación con los pobres. Además, claman por autonomía, o sea, chillan estruendosamente exigiendo que nadie les pida deberes, que nadie los enfrente a sus responsabilidades. A eso suman una grotesca demanda de igualdad; ellos, sí, ellos, los que en cuanto pueden se dan todos los gustos consiguientes a sus ingresos de solteros sin compromisos, se quejan porque otros aún no tienen aquello de lo que ellos sí disfrutan. Y, para cerrar el sistema, piden seguridad: “securitismo” lo llaman algunos. Que nadie perturbe su marcha hacia el éxito, que todos sus derechos sean garantizados; que toda amenaza desaparezca de su horizonte, para que sus ansias de plenitud puedan realizarse.

Redención, autonomía, igualdad y seguridad: ahí están los preciados bienes que tantos jóvenes expresan emocionalmente en estos días tristes. Lo hacemos desde “la guata”, decía uno de sus líderes. ¡Tremenda pobreza de planteamiento!

Por eso, tenemos obligación de decírselo claro y fuerte antes de que se hundan: más allá del Muro, en el socialismo, no van a encontrar ni redención, ni autonomía, ni igualdad, ni seguridad.

No encontrarán redención porque desde las izquierdas duras siempre serán mirados como enemigos de clase, solo por sus apellidos; no encontrarán autonomía, porque el socialismo, que rápidamente desata las pasiones, necesita después un control absoluto sobre los individuos; no encontrarán la igualdad, porque como la historia lo ha comprobado, siempre hay unos que son más iguales que otros; y mucho menos hallarán la seguridad: lo que las izquierdas socialistas siempre desatan es la violencia, el descontrol y la absoluta inseguridad.

Jaime Guzmán lo tuvo claro desde su juventud: había que formar y transformar personas; hoy diríamos, los corazones de los jóvenes. De eso depende el futuro inmediato de Chile.

Fuente: https://www.elmercurio.com/blogs/2019/11/06/73771/Detras-del-Muro.aspx

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