7 DE SEPTIEMBRE DE 2022 

 

 

 

 

 

Hermógenes Pérez de Arce


La derecha ganó el gobierno en 2017 y dos años después ya había perdido el control del país, entregado la Constitución y se había batido en retirada, dejando en la impunidad a los que le impusieron sus términos usando la violencia. Esto fue inconstitucional y está penado por las leyes, pero quedaron impunes. Vimos todo eso con enorme perplejidad, porque nadie sufrió la menor sanción, sino al contrario: los insurrectos se proclamaron vencedores y el gobierno fue unánimemente considerado derrotado.

Casi tres años después, el domingo, concluyó el proceso y la derecha ha obtenido un resonante e inesperado triunfo en las urnas, junto con los Amarillos. La Constitución que aquella había rendido en ofrenda a sus adversarios ha quedado plenamente reivindicada y restablecida. Olvidada quedó la falta de coraje del gobierno en 2019 para haber procedido a declarar inconstitucionales a los partidos que prohijaron la violencia y para haber perseguido judicialmente a sus dirigencias por sus atentados contra la seguridad pública e incluso la soberanía patria.

Al término del irregular proceso, impuesto por la fuerza, casi dos tercios de los chilenos, un 62 por ciento, restablecieron la plena vigencia de la Constitución. Fue un triunfo que alcanzó amplio eco internacional. El exguerrillero y hoy presidente Petro de Colombia gritó desde el fondo de su alma una gran verdad: "¡Ha resucitado Pinochet!". Un escalofrío recorrió las espaldas de todos los izquierdistas. Maduro reconoció su derrota: admitiendo que no habría una soñada "Chilezuela". La derecha bajó la vista avergonzada y guardó silencio.

Aun así no contábamos con que la centroderecha, representada la noche del domingo por Matthei y Chahuan, serían capaces de aparecer derrotados en cámara con el 62 % a favor y ofrecer al gobierno transformar en victoria la resonante derrota que había sufrido. Y hoy alcancé todavía mayor nivel de perplejidad cuando leí a Cecilia Cifuentes, una economista que siempre ha acertado en todo y a la que he seguido en sus impecables artículos de El Mercurio, incursionando en política y afirmando:  "...necesitamos tener una Constitución que sea validada por una amplia mayoría y la actual no cumple con esa característica". ¿Quéeee? ¿62 % no es una "amplia mayoría"? ¿Necesitamos 99 %, como lo que Fidel obtenía en sus plebiscitos? 

Y el domingo no fue la primera vez que esta Constitución ha sido "validada por una amplia mayoría", pues se ha impuesto con 63 % en 1980, con 91,25 % en 1989, con la unanimidad gobierno-oposición en 2005 (por eso no fue necesario un plebiscito) y con 62 % el domingo último.

Pero hubo más: también El Mercurio, al día siguiente de la victoria concluyó (C1) que será necesario "definir un rayado de cancha adecuado para un nuevo proceso". ¡Hey, Mercurio, si el domingo ganamos, no perdimos! Vean los videos de Camila Vallejo y Gabriel Boric afirmando categóricamente que, si ganaba el Rechazo, el proceso se terminaba. Fin. The End. ¿Qué parte de eso no entendieron?

Me declaro definitivamente incapaz de comprender los circuitos mentales de quienes parecen constituir una mayoría en la derecha chilena y son capaces de discutir insólitos términos de rendición ante un adversario al cual han derrotado con 62 por ciento de los votos. 

Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.com/

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