16 DE OCTUBRE DE 2023 

 

 

 

 

 

Hermógenes Pérez de Arce


Rashomon fue una película japonesa que hizo época en mi juventud, porque presentaba un crimen en que el asesino era "el malo" y la víctima era "la buena", y hasta ahí todo normal. Pero de repente la película "se daba vuelta la chaqueta" (a-la-chilena) y presentaba al asesino como "el bueno" y la víctima como "la mala". El espectador quedaba ¡plop! y se iba para la casa todo confundido.

Días atrás vi un video de Tomás Mosciatti, quien tiene alto rating (centenares de miles) y decía, en resumen: "El 11 de septiembre de 1973 el general Prats viajó a Buenos Aires, donde tuvo que trabajar para mantenerse junto a su señora, y en 1974 fue asesinado por el servicio secreto de Pinochet".

Todo políticamente correcto, otro "crimen de Pinochet". Y el país y su historia, bien, gracias. Hasta que alguien estudió los hechos, cosa que hice yo.

El general Prats viajó a Argentina en la misma noche del 11 de septiembre de 1973. Lo vi en la televisión en su Fiat 125 gris, entrando al túnel del Cristo Redentor, acompañado de su señora.

En Buenos Aires tuvo que trabajar, como dijo Tomás Mosciatti, pero ¿para quién? Un  agente del KGB, que se pasó a occidente, lo reveló años después en su libro "El Mundo Iba en Nuestro Favor", escrito en conjunto con Christopher Andrew, Basic Books, New York, 2005.

En su pág. 98 revela que un importante agente soviético, enviado a Buenos Aires a la asunción del mando de Juan Domingo Perón, en 1973, que operaba bajo el alias de Sergei Segueyevich Konstantinov, pero de apellido real Tolstikov, recurrió al general (r) Prats para obtener una entrevista con la vicepresidenta argentina Isabel Perón. No sólo la consiguió. sino que ello le sirvió también para entrevistarse finalmente con Perón mismo.

Añaden Andrew y Mitrokin: "A Prats se le entregaron diez mil dólares de fondos asignados al Comité Central para trabajo con la resistencia chilena y la comunidad residente de inmigrados". 

El art. 107 del Código de Justicia Militar decía, en 1974, que se aplicaría la pena de muerte al chileno que "militare contra su patria bajo banderas enemigas".

Pero Pinochet nunca supo siquiera de la existencia de Townley, autor del atentado contra Prats y su cónyuge. Tanto así que en 1978, tras el que el mismo Townley perpetró contra Letelier, la Junta en pleno interrogó al coronel Contreras, de la DINA, antes de entregar a Townley a los EE. UU., acerca de si éste tenía alguna relación con los servicios de seguridad chilenos, y Contreras lo negó tres veces (El Mercurio, "Y Lo Negó Tres Veces", 2 de abril de 2000). 

Si Pinochet hubiera tenido conocimiento previo de los atentados de Townley, seguramente se habría negado a entregarlo al FBI. Y podía negarse sin desairar a los EE. UU., pues había una orden de detención contra el norteamericano en Concepción desde 1973. 

Es la mejor prueba de que el Presidente no tenía ningún conocimiento del personaje, ni de su atentado contra Prats ni de ningún otro cometido por él.

De hecho, en La Nación de 28 de agosto de 2006, p.3, apareció citado Townley diciéndole a Contreras que "fue un grave error" no informar al Presidente de los atentados en el extranjero.

Pero el jefe de la DINA era muy amigo del subdirector de la CIA, Vernon Walters. La sospecha de que la CIA conocía todos los pasos de Townley me la dio a conocer Pinochet a mí: "tenían hasta los vales de lavandería de Townley". ¿"Sacaban las castañas con la mano del gato"? Así era "la guerra fría".

Sin duda habría sido más completo el comentario de Tomás Mosciatti si hubiera considerado todo lo anterior. 

Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.com/

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