4 de junio de 2025 

 

 

 

 

 

Hermógenes Pérez de Arce


Aylwin convirtió a Chile en un país desvergonzado, porque se dedicó a algo tan abyecto como perseguir a los mismos militares a los cuales él, junto a una gran mayoría, había convocado para sacar al comunismo del poder.

La desvergüenza se acentuó cuando ese comunismo se hizo mayoría entre los jueces y éstos empezaron a condenar a muchos años de presidio a exmilitares por delitos inexistentes o amnistiados o prescritos y, además, sin haberse acreditado que los hechos hubieran sido reales. Por eso el prevaricador máximo confesó en cámara en 2015: "yo no digo que la realidad sea ésa" ("El Informante" de TVN).

Tal desvergüenza se generalizó cuando fue ratificada por una mayoría ciudadana transitoria (pero dentro de sólo una minoría del padrón electoral, porque en 2021 no alcanzaba al 50 % de éste). Tal "mayoría minoritaria" eligió Presidente de la República a un sujeto que estaba fuera de la cárcel sólo debido a la lenidad e ignorancia del entonces gobernante Sebastián Piñera, así es que elegir a  Boric fue ya una señal de desvergüenza adicional en sí.

Por supuesto, él se esmera por llevar esta última a un punto más alto aún, consistente en forzar la conversión de Punta Peuco en un penal común, introduciendo allí delincuentes comunes, que son la hez de nuestra sociedad.

Fue precisamente el menos desvergonzado de los gobiernos de la Concertación, el de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, que conservaba algunos rasgos de decencia, el que tuvo que confrontar el hecho consumado de que una mayoría de jueces comunistas estuvieran metiendo presos a exmilitares por largos años y hasta de por vida, aunque nunca hubieran delinquido. En un rasgo de esa decencia básica, Frei Ruiz-Tagle comprendió que debía construir un penal distinto, ad-hoc, para personas decentes, "presos políticos", y lo dijo expresamente en el decreto respectivo. Pero uno de sus ministros, venido del área marxista-leninista, Ricardo Lagos, era particularmente desvergonzado, como lo acreditaría después, bajo su propio gobierno, al formar la insólita Comisión Valech con el fin de pensionar de por vida a sospechosos de terrorismo, se negó a firmar el decreto autorizando Punta Peuco porque, "hijo del odio", quería ver a los exmilitares vencedores de su guerrilla tener que mezclarse con el lumpen de nuestras cárceles, "donde el bueno se hace malo y el malo se hace peor". Pero "se tuvo que tragar el sapo", para emplear la expresión de una candidata presidencial con "ideales de izquierda". Al fin Lagos no renunció, sino que, tras emitir una poco estridente protesta verbal, "se hizo el leso" y se calló.

Porque si usted llena una cárcel de gente decente, que nunca ha delinquido, el suelo de los baños no va a estar cubierto de excrementos, no se van a formar bandas de cuchilleros que riñen entre sí, no va a haber agresiones de connotación sexual desviada, no se van a organizar estafas desde el interior al exterior del penal ni a consumir drogas ingresadas subrepticiamente y el recinto estará limpio, por acción de los reclusos, que se van a respetar y auxiliar mutuamente. Y todo esto es intolerable para la extrema izquierda violenta. 

Pese a que los barrotes están, las celdas estrechas están, la privación de libertad 24/7 está. Pero la mugre, la depravación, la degeneración y la violencia no están. Y esto es lo que Boric quiere añadir. Quiere introducir ahí a su lumpen. 

Pero ya no cabe un preso más en Punta Peuco. Entonces ahora no saben cómo añadir una última desvergüenza adicional al gobierno que están por terminar.

Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.com/

.