Por Osvaldo Rivera Riffo
Presidente Fundación Voz Nacional


"La gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo, se debe a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas"
Bertrand Russell


Ya no es ninguna novedad, nuestro presente y nuestro futuro inmediato están perdidos y algo muy malo se avecina. Por un lado, se cierne el socialismo neo marxista y por otro, el liberalismo progre.

Estamos atravesando por un cúmulo de desgracias impensadas, donde hemos sido testigos de las peores bajezas del ser humano. Una racha de inmoralidades, de odio, resentimiento, traiciones y deslealtades se han desatado en la vitrina del comportamiento moral de los políticos y de una parte de nuestra sociedad.

¡Todo se hunde, Chile se cae a pedazos!

Pero lo que más sorprende es ver la desidia de un pueblo inconsciente que mira para otro lado, intentando negar la realidad y pensando en optimismos sin fundamento que solo les traerán frustración y desesperanza en el corto plazo.

Bocinas y aplausos son los que se escucharon cuando un grupo de gañanes de la política hipotecaban sus destinos personales y familiares de por vida.

A todos los que aplaudieron, a los que danzaron el baile de la muerte, les faltarán años para arrepentirse de su inconsciencia. Ellos, envenenados por el germen del odio cantaron el himno de la tragedia troyana. Allí, en el símbolo de la democracia se instaló el caballo de troya de donde salieron los que abrieron las puertas a la destrucción de Chile.

Mire, lo desafío a observar con calma el rubro que se le ocurra pensar; hay pérdidas por todos lados: baja catastrófica en el empleo, en la productividad, en el turismo, en la construcción, en la salud, la calidad de la educación.

La seguridad, un factor determinante en el orden público, no se encuentra.

Los desequilibrios democráticos están a la orden del día y los correspondientes contrapesos, no existen. La fe pública y la confianza ciudadana, no existe. La armonía, la tolerancia, se hicieron humo y las perspectivas de crecimiento solo se comenzarían a vislumbrar en el 2050, si es que tenemos Patria.

La corrupción campea, el estado de derecho no existe y los medios de comunicación están comprometidos ideológicamente con los sectores progres.

No es pesimismo ni alarmismo y, por cierto, no es este el camino que conduce a un derrotero seguro, pero tampoco podemos taparnos los ojos ante la evidencia de los hechos y las alertas que cubren el país de norte a sur y de cordillera a mar.

Lo ocurrido no sólo es responsabilidad de un gobierno torpe y vacilante, es una cadena de circunstancias que se han ido acumulando como una verdadera caldera que comenzó a hervir hace ya largos años donde los irresponsables sociales, llámense  políticos y/o empresarios, hicieron mal su trabajo, olvidándose de la dignidad de la persona y considerándola sólo como factor de consumo. Los promotores y defensores del “neoliberalismo” finalmente lo transformaron en un instrumento corrupto y sordo. Ignoraron sus errores y olvidaron la miseria moral a la que nos llevaron. Simplemente se negaron a verla, era lo conveniente, para eso hicieron acuerdos políticos que demostraron ser falsos, donde varios de los involucrados han cambiado de bando de acuerdo con su conveniencia o se sacaron la careta, dejando al descubierto un rostro difícil de olvidar por los patriotas.

Sin duda, lo que viene es un cambio de régimen, nuevas tendencias y nuevos paradigmas políticos, económicos, sociales y morales. Los anteriores, que fueron construidos en décadas de esfuerzo y dedicación y plasmados en legislaciones serias y con visión de futuro, hoy están siendo arrasados en pocos meses hasta el punto de su total aniquilación.

No puedo quedarme callado o enojado, mirando como se derrumba el cúmulo de experiencias históricas y las ilusiones del presente. El desafío de los tiempos que se avecinan obliga a responder con un debate de ideas profundo, salir del aturdimiento o la inconsciencia, teniendo claridad que cada uno de nosotros es responsable de nuestro destino, construyendo los contrapesos necesarios y efectivos para contribuir a un debate de altura, defendiendo la democracia, la cual se cimenta todos los días en la seguridad de la ley y en el cumplimiento del estado de derecho.

La verdadera derecha es esa que se identifica con el alma nacional, esa que defiende las tradiciones, la que no tiene ideologismos, la que considera la trascendencia del SER como componente insustituible de nuestro pensamiento. Aquella que no necesita sólo de la teoría. Aquella que surge de la experiencia y que no tiene trancas para conservar lo bueno y desechar lo malo. Aquella que lucha por un estado acorde con la modernidad, eficiente y eficaz y al servicio del hombre, regulador del comportamiento civilizado de la sociedad y en la sociedad. Aquella donde imperan los principios morales, no dando cabida al relativismo en todos los planos.

Si estamos claros que esa es la derecha que nos representa, entonces no cabe duda de que hay un ejército de voluntades para derrotar al “ñurderío” vociferante y a toda demostración progre enquistada en los partidos de gobierno y en el gobierno mismo, responsables todos del desastre de Chile.

Unámonos por sobre las diferencias, el enemigo está a la vista y no trepidemos en respaldar cualquier acción que nos vuelva a poner en los rieles de la decencia, aunque eso signifique, como lo expresara magistralmente Orlando Saenz, un viaje a Pisagua para todos aquellos que propician doctrinas totalitarias y se nutren de la violencia y el caos.

"La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios, sino sobre las faltas de los demócratas”
Albert Camus

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