Osvaldo Rivera Riffo
Presidente Fundación Voz Nacional


Hace poco más de un siglo que el Manifiesto del Partido Comunista proclamara al mundo la famosa frase "proletarios del mundo uníos". Situación que los izquierdistas de hoy ya no toman como dogma porque los proletarios del mundo se han aburguesado, conquistando confort y mejor estándar de vida, pasando a ser enemigos de la revolución proclamada por los pocos comunistas que quedan, sobre todo por los chilenos, quienes son los más obsecuentes al rígido dogma leninista.

Sin duda que la izquierda ha mutado como lo hacen los peligrosos virus y, al fracasar en la idea de la construcción del paraíso comunista, echaron a andar todo el andamiaje clandestino. No olvidar que siempre han operado así, como resultado la historia no ha sido benevolente con esta perversa doctrina y han sido declarados indeseables y contrarios al orden institucional y a los valores de una sana convivencia y dejados fuera de la ley en varios países. En Chile tres veces. La última de forma constitucional, consagrada en el artículo octavo de la Carta Fundamental de 1980, derogado más tarde a petición de la concertación y accedido por la derecha cobarde en el plebiscito de mediados del año1989.

Las razones anteriores les han hecho trabajar siempre en doble estándar: por un lado, en el plano legal, usando todas las franquicias de la democracia y por otro, la ilegal y clandestina, infiltrando todo tipo de organizaciones y generando la desestabilización, principio básico de su revolución para alcanzar el poder.

Este planteamiento de intervención e infiltración fue ampliamente desarrollado por Gramcsi como acción estratégica, al presagiar que no contarían con las nuevas clases obreras, planteando la necesidad de una revolución intelectual en las universidades, centros de pensamiento, fuerzas armadas e Iglesias e instituciones intermedias de la sociedad.

Así comenzó la infiltración en la Iglesia Católica, haciendo su entrada triunfal luego del Concilio Vaticano II y de la creación de las comunidades eclesiásticas de base, donde se instalan los planteamientos doctrinarios de la Teología de la Liberación. En esta causa muchos fueron los sacerdotes con más o menos peso intelectual; tales como el sacerdote peruano Gustavo  Gutiérrez Merino o el teólogo presbiteriano  brasileño Rubén Álves de cuyo planteamiento se nutre y brota la nueva doctrina oficialmente discutida e  integrada en la  Conferencia de Medellín, en 1968, caracterizándose ésta por considerar que el Evangelio exige la opción preferencial por los pobres y por recurrir a las ciencias humanas y sociales para definir las formas en que debe realizarse aquella opción, basándose en los trabajos que sobre la materia escribieran Gutiérrez y Álves.

A esta corriente se suma una serie de teólogos entre los que destacan: Hélder Câmara y Leonardo Boff en Brasil, Lugo en Paraguay, Cardenal en Nicaragua, Camilo Torres en Colombia, Galli en Argentina; Rojas, Sobrino y Jacques en Chile y otros tantos distribuidos en América Latina. Los chilenos, son miembros de la izquierda Cristiana, facción escindida de la Democracia Cristiana.

Tanta preocupación causó estas tendencias nacidas en el seno de la iglesia latinoamericana que en la campaña presidencial de Ronald Reagan se elaboró, en mayo de 1980, el "Documento de Santa Fe" en el que se incluyó por primera vez a la Teología de la Liberación como objetivo a ser combatido dentro de la doctrina de seguridad nacional. 

"La política exterior de Estados Unidos debe comenzar a enfrentar (y no simplemente a reaccionar con posterioridad) la teología de la liberación tal como es utilizada en América Latina por el clero de la teología de la liberación. El papel de la Iglesia en América Latina es vital para el concepto de libertad política. Lamentablemente las fuerzas marxistas-leninistas han utilizado a la Iglesia como arma política contra la propiedad privada y el sistema capitalista de producción, infiltrando la comunidad religiosa con ideas que son menos cristianas que comunistas."

De tal forma que esta nueva corriente de pensamiento fue un detonante al interior de la Iglesia Católica en las décadas 70 y 80; hasta que SS Juan Pablo II y el Prefecto para la Doctrina de la Fe, Monseñor Ratzinger, le pusieron atajo, condenando la doctrina de la Teología de la Liberación entre los años 1984-1986. Para ello crearon una comisión de expertos teólogos mundiales en la cual participó el sacerdote Miguel Podarozky, un polaco avecindado en Chile desde comienzo de los años 50, quien ejerció como profesor en la Universidad Católica de Valparaíso hasta que la presión de la jerarquía de la Iglesia chilena hizo que el rector de la época lo expulsara de dicha casa de estudios. El padre Miguel había escrito varios libros sobre marxismo y el primer libro-denuncia contra la Teología de la Liberación, siendo un declarado anticomunista y enemigo de la jerarquía por sus vínculos con ella. Esta razón intelectual de profundos conocimientos sobre teoría y práctica marxista gramsciana es la razón por la que fue invitado por el Papa a integrar la comisión que finalmente aconsejó condenarla.

En otra oportunidad comentaré los pormenores de dicha invitación en la cual me vi involucrado por mi amistad, cercanía y trabajo en dichos aspectos con el padre Miguel.

Una vez terminada su misión, SS le preguntó si deseaba volver a Chile. El padre Miguel, que había sido compañero en el seminario en Polonia del Pontífice le pidió volver a su país natal a luchar contra la dictadura de Jaruzelsky a lo que Juan Pablo II, accedió. Murió a avanzada edad en Polonia y una modesta escuela lleva su nombre en su ciudad natal.

Con la llegada del argentino al Vaticano se reivindica la Teología de la Liberación que, como toda expresión del mal, mutó y se asoció a los nuevos paradigmas del posmodernismo al cual adhiere Jorge Bergoglio. Fratelli Tutti no es otra cosa que un slogan ya repetido, que en rigor significa un mundo sin fronteras, el cual, bajo el paragua de la doctrina impulsada por el jerarca eclesiástico, da lugar a justificar la inmigración, a condenar el capitalismo y a dar sentido ecuménico a la idea del globalismo.

En una entrevista reciente, el Cardenal Carlo María Vigamó respondió lo siguiente: "La Santa Sede se ve asaltada hoy en día por fuerzas enemigas. Hablo como Obispo, como sucesor de los Apóstoles. El silencio de los pastores es ensordecedor e inquietante. Algunos incluso prefieren apoyar al Nuevo Orden Mundial sumándose a la postura de Bergoglio y el cardenal Parolin, asiduo participante en las reuniones del Club Bilderberg que se ha sometido servilmente a los dictados de éste al igual que muchas figuras de la política y de los medios mayoritarios de comunicación".

El cardenal Vigamó fue Nuncio en Estados Unidos, nombramiento otorgado por SS Benedicto XVI y solicitado especialmente por su profundo conocimiento de dicho país y porque el entonces Papa estaba convencido que en dicho país está la salvación de la humanidad. De ahí nace la esperanza que este importante Cardenal pone en la reelección del Presidente Trump y por eso con su especial conocimiento plantea lo siguiente: "La división en el seno del episcopado estadounidense es fruto de una labor ideológica dirigida especialmente desde los años sesenta por las universidades católicas –de los jesuitas en particular– con miras a formar generaciones enteras de jóvenes. El adoctrinamiento progresista (en el frente político) y modernista (en el religioso) ha creado un apoyo ideológico al mayo del 68 que se inició con el Concilio Vaticano II, como por otra parte confirmó Benedicto XVI en su ensayo Teología de los principios católicos: La adhesión a un marxismo anarquista y utópico (…) contó con el respaldo en primera línea de numerosos capellanes universitarios y asociaciones juveniles, que veían el florecimiento de las esperanzas cristianas. El hecho dominante está en los sucesos de mayo de 1968 en Francia. Tras las barricadas había dominicos y jesuitas. La intercomunión realizada durante una misa ecuménica en apoyo a las barricadas se consideró como un hito en la historia de la salvación, una suerte de revelación que inauguraba una nueva era del cristianismo». Está división que se está produciendo en EE.UU. se hace más patente ahora ante la inminencia de las elecciones presidenciales, y también se ha extendido por Europa e Italia: las altas esferas de la Iglesia han optado por algo radical –y a mi juicio lamentable– prefiriendo adherirse al pensamiento mayoritario del ambientalismo, el inmigracionismo y la ideología LGTB en vez de dar la cara valerosamente contra todo eso y proclamar fielmente la verdad salvífica anunciada por Nuestro Señor. Opción que ha dado un gran salto adelante a partir de 2013 con la elección de Jorge Mario Bergoglio, pero que se remonta a hace al menos sesenta años. Es significativo que ya por aquel entonces los jesuitas y toda la intelectualidad católica de izquierda vieran un interlocutor privilegiado en la China de Mao, algo así como una promotora de las aspiraciones de renovación social. Así es ni más ni menos como ve La civiltà cattolica, dirigida por el P. Spadaro SJ, la China de Xi Jinping. Los jesuitas, que han apoyado las guerrillas en Hispanoamérica y que en el mayo del 68 estaban entre las barricadas, se sirven hoy de medios sociales para plantear reivindicaciones análogas, siempre con la mirada puesta en Pekín y el mismo rencor hacia los EE.UU."

Otra interpretación de "Fratelli Tutti" sería un error, ya que Francisco pertenece y profesa la Teología de la Liberación, su escrito así lo demuestra y la oportunidad de plantearlo tiene que ver con su antipatía ferviente contra EEUU y específicamente contra la reelección del Presidente Trump.

No hay que olvidar que el 4 de febrero de 1984 el papa Juan Pablo II suspendió a divinis del ejercicio del sacerdocio, a los sacerdotes Ernesto Cardenal a su hermano Fernando, a Miguel d'Escoto, y Edgard Parrales, debido a su adscripción a la Teología de la Liberación. Treinta años después, el 4 de agosto de 2014, el papa Francisco desautorizó ese castigo y lo derogó.

¿Necesitan otra evidencia?

Bendito sea Dios que los católicos entiendan que sus escritos no son un dogma y si lo fueran, dadas sus características existe el derecho a revelarse contra la autoridad máxima de la iglesia por amparar y defender doctrinas condenadas tanto por el Papa Pio XI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.

“Por sus frutos los conoceréis”
Mateo 7:15-20

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