Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


Diversas consideraciones de carácter político o social me restaban a escribir una columna referida a actitudes y comportamientos políticos, que por erráticos se han transformado en el común denominador de sus largos 32 años en la vida pública.

Hay varios personajes públicos que se caracterizan por las mismas consideraciones pero esta, en particular, sobrepasa todo los límites de la consecuencia.

Ejemplo de sus convicciones ideológicas: “si yo fuera el presidente nombraría a García, con todo el cariño, trayectoria y amistad que tengo con Rosanna Costa” mientras todo el bloque de centro derecha presiona a Piñera para que haciendo uso de sus facultades constitucionales nombre al nuevo presidente del Banco Central. 

Imprudencia, deslealtad, calculo útil, poder, figuración y un largo etc. dan cuenta del comportamiento de esta antigua política. Siempre con el típico preámbulo a sus decisiones: “lo quiero y admiro mucho pero no voy a votar por él, le hace un daño inmenso a Chile”.

O: “mis principios me impiden perseguir grupos o movimientos políticos“, referido a RD, cuyos dirigentes máximos ocuparon responsabilidades en la administración de su antecesora desfalcando el municipio en más de siete mil millones. Y de los cuales hay 3 procesados, uno de ellos fundador de RD que hoy se encuentra en Londres estudiando en la misma escuela de izquierdismo a la que se iba a ir Jackson.

En 1990 cuando llegó a la cámara de diputados, cargaba en sus brazos sendos ramos de flores, uno para cada una de las comunistas elegidas bajo otros nombres de fachada. En esa época el comunismo estaba proscrito.

Podría ser enorme la lista de desaciertos y de ir en contra del sector que dice representar, como por ejemplo ser de las primeras en izar la bandera del LGTB al lado de nuestro emblema nacional, deshonrándolo, pero con ello le hacía un gesto cariñoso al concejal gay (al cual le pronosticaba un futuro extraordinario y muy útil en política) de su municipio creyendo que llevaba agua a su molino. Y por último tenemos que ayudar a estos jóvenes idealistas, será bueno para Chile, fue más o menos el tenor de sus palabras para rayar la cancha de lo que significa para ella ser oposición.

La mayor virtud que se reconoce en un político es la consecuencia seguido de la prudencia

Pero analicemos con calma este ejemplo de político al que me refiero. Igual que el empresario que quiera sobrevivir a los cambios debe desarrollar al menos cinco virtudes para que ambos sean altamente creíbles.

Según antecedentes de estudios y encuestas, el 20% de los gerentes de empresa tienen características de psicópatas.

La pregunta que salta a la vista: ¿Será el mismo porcentaje de psicópatas el que se encuentre entre los políticos?

Porque en varias naciones de América Latina (Chile, Argentina, Perú, Ecuador, por mencionar algunos del total) son pocos los ciudadanos que creen en la clase política.

¿Porque perdimos la confianza en las personas que nos deberían representar?

Hoy derivado de la pandemia y sus feroces consecuencias en todo orden del comportamiento humano, quiero también hacerme una pregunta post Covid. ¿Cuál debe ser la nueva normalidad también para la clase política que perdió toda credibilidad?

Si no creemos en el Político es porque se alejó y perdió los valores esenciales que son importantes para la gente común.

La explicación no requiere mayor análisis, no se les cree y no se les tiene confianza porque dicen algo y luego hacen algo totalmente diferente. Perdieron toda conexión con su ser auténtico y por tanto con los valores que son sensibles a la gente común.

Sin distingo alguno, olvidaron los valores  del servicio público y su deseo de poder, dinero y fama les llevaron a desconectarse de las virtudes que muy al comienzo los pudieron acercar a la función pública. Pero los hechos demuestran que ese comienzo se fue desdibujando en la medida que escalaban y adquirían poder. Perdieron ese sentido y propósito personal que tiene que ver con la contribución superior, una contribución consciente al pueblo y al país.

Si esperamos que la empresa se mueva a modos transformacionales o evolutivos de organización, donde se comparte el poder, la riqueza y también el poder de decisión. ¿Por qué seguimos aceptando que impere una burocracia perversa para el sentido común, la cual maneja las decisiones del gobierno? ¿Por qué los políticos no cambian la estructura de gobierno para alcanzar modelos menos costosos y más eficientes, empoderando a los empleados públicos en un proyecto país que los haga orgullosos y felices?

Empresarios como los políticos deben transformar su liderazgo a través de cinco virtudes: El entusiasmo visto como la capacidad de sostener el propósito frente a los desafíos que se pueden presentar, alentando al entorno con energía personal y sobre todo generando confianza. El líder entusiasta es aquel que sabe mantener su sentido de propósito superior y personal de servicio.

El empoderamiento es la capacidad que tiene un líder de compartir el poder, sabiendo delegar y aceptando que los mejores logros provienen del trabajo en equipo. Es la virtud de soltar el miedo para confiar en los otros creando compromisos profundos. Creando una mística y forjando colaboración a un objetivo superior, construir amistad política no mecanismos de utilización y luego de alcanzado el propósito “si te he visto no me acuerdo” no debe seguir siendo la lógica que hoy impera 

Los proyectos y objetivos del nuevo político deben apuntar a un triple impacto: preocuparse del ecosistema, el tejido social, y la gestión económica sustentable. Con ello es claro que su objetivo tendrá impacto en lo social, ambiental y cultural.

Si el político se abre a una más amplia visión, fundada en la filosofía, la historia y el conocimiento universal, logrará generar un cambio cultural enfocado en la responsabilidad, el respeto, la defensa de nuestra identidad cargada de valores, tradiciones y costumbres que han forjado el Ser nacional .

Nada de lo anterior será posible sin Integridad en el más amplio sentido de la palabra.

Es una virtud compleja porque permite logros de corto mediano y largo plazo. Es la habilidad de empoderar, ser asertivos, saber escuchar sin dejar de conducir.

El líder integral que necesitamos hoy debe hacer un tremendo esfuerzo de reflexión de autoconocimiento de sus luces y sombras y sin renunciar a sus convicciones tradicionales hacerse más empático.

Pero, para cambiar la cultura del gobierno, no hay que destruir la institucionalidad ni los pilares de la República. No es útil tener una actitud refundacional y desechar lo viejo por viejo. Hace falta que quienes trabajan en la administración pública se sientan reconocidos y puedan desarrollar sus propios propósitos de vida y plenitud, así a través del respeto, el servidor público será reconocido por la ciudadanía. Pero para que esto ocurra es responsabilidad de la dirigencia política. Su cambio y recambio se torna imperioso 

Un dirigente político que desarrolle estas 5 virtudes podrá cambiar favorablemente la cultura del país. El día que sólidamente unidos espantemos los fantasmas que nos llenan de temor y abrasemos la bandera como símbolo sagrado de nuestra identidad, habremos recuperado el País, volviendo a ser una Nación y finalmente un pueblo orgulloso, altivo, y único con férrea soberanía y con esperanza en el futuro.

De usted. Depende, organícese, resista y rechace a quienes por años han abusado de su confianza.

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