Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


El gran Dante Alighieri ubica a los traidores en el último círculo del infierno ya que considera a la traición como el peor pecado de todos. La razón es que a diferencia de otro tipo de crímenes, para traicionar primero hay que ganarse la confianza y afecto de la víctima.

Sin duda que esta simple frase en el pensamiento de uno de los grandes de la literatura universal se aplica con toda profundidad al comportamiento de los políticos chilenos, que han traicionado el sentir de toda una nación y muy especialmente de aquellos que están ubicados en la centro derecha donde hay una que lleva la guaripola.

La historia registra a varios individuos que inscribieron su nombre en las páginas de la humanidad, justamente por el crimen de traicionar, actitud despreciada en todas las culturas de la tierra. Mencionaré algunos para que puedan, sin la menor duda, señalar con el dedo a quienes hoy presentan tales características.

Comenzaré con Efialtes de Tesalia. Cuando el valor y la hermandad de los espartanos parecían estar a punto de doblegar al ejército infinitamente superior de los persas, este individuo llevó información sobre un paso entre las montañas que permitió a los invasores rodear a los guerreros hoplitas de Leónidas y vencer en la batalla. Durante toda la época clásica Efialtes fue el nombre con que los escritores ejemplificaron la traición a la patria, a los compañeros de armas y al pueblo de Esparta.

Hoy se repite la historia, no es un sendero en la montaña lo que hoy se busca para ayudar al enemigo. Son puentes de diálogo y buenismo donde en muchos casos se hacen con papel de diario, donde escriben varios Efialtes para permitir sojuzgar a una nación entera. Hay casos patéticos que dan fuertes campanadas de alerta, donde conocidas Reality Women aparecen abrazadas con el peor enemigo de su sector, incluyendo el asesinato del líder y senador de su partido, a manos de sus nuevos amigos.

Otro caso que ilustra las características de los políticos chilenos: Durante la guerra de la independencia norteamericana, Benedict Arnold fue un dedicado soldado del bando independentista. Esto fue así hasta que se sintió relegado en los ascensos militares y decidió que su provecho personal era mucho más importante que el destino de la patria. A cambio de unos cuantos miles de libras rindió a los británicos El Fuerte que estaba a su mando, nada menos que el destacamento de West Point. Se exilió en el Reino Unido y luego de finalizado el conflicto fue repudiado tanto por norteamericanos como británicos, ya que nadie confía en un traidor demostrado.

¿Confiaría Ud. en quien se abraza con un comunista?

También la historia registra un hecho impresiónate conocido como “La Malinche”. Una bella y astuta mujer que unió fuerzas con el conquistador Hernán Cortés quedando sellado el destino del imperio Azteca. Su amplio conocimiento de los puntos débiles del emperador Moctezuma y su colaboración como traductora, fueron fundamentales para lograr las alianzas que llevaron a los españoles a la victoria. Como ocurre con los traidores que cambian el rumbo de un Estado, para algunos está mujer entregó los destinos de su patria al poder extranjero y las consecuencias de su traición cruzan los límites del tiempo.

Ya ven ustedes como la historia nos ilustra acerca de estos indeseables personajes que han incubado en su espíritu el peor crimen conocido y al que Dante ubica en el último círculo del infierno.

Comparen con la actualidad y, por el amor de Dios, ¡no olviden!!!

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